buscar noticiasbuscar noticias

Cristal de Murano en peligro de extinción por precios de gas

Artesanos como Cenedese deben lidiar ahora no solo con la pandemia del COVID-19, que causó estragos, sino también con el aumento en los precios del gas

Los sopladores de vidrio de Murano sobrevivieron a plagas, pandemias y la competencia de cristales más baratos de Asia. Pero los precios del gas podrían finalmente hacer desaparecer los afamados cristales de Murano.

Cristal de Murano en peligro de extinción por precios de gas

“La gente está desesperada”, dijo Gianni De Checchi, presidente de la asociación de artesanos del Véneto Confartigianato. “Si las cosas siguen así y no encontramos soluciones a esta abrupta y anormal subida de los precios del gas, toda la industria artesanal del vidrio correrá grave peligro”.

Un taller mediano como el de Simone Cenedese consume 12.000 metros cúbicos (420.000 pies cúbicos) de metano por mes para mantener sus siete hornos funcionando a temperaturas por encima de los 1.000 grados Celsius (1.800 Fehrenheit) las 24 horas del día. Los apagan una sola vez al año para realizar mantenimiento en agosto.

Cenedese paga entre 11.000 y 13.000 euros mensuales por el gas, en base a un contrato de precios fijos que venció el 30 de septiembre. En medio de la volatilidad del mercado actual, Cenedese calcula que el gas costará unos 60.000 euros (70.000 dólares) en octubre ahora que los precios se dispararon por la creciente demanda de China, la incertidumbre en torno a los suministros rusos y existencias muy bajas en Europa.

Artesanos como Cenedese deben lidiar ahora no solo con la pandemia del COVID-19, que causó estragos, sino también con el aumento en los precios del gas.

“No podemos subir los precios que habíamos fijado” a las órdenes ya existentes, dijo Cenedese, un vidriero de tercera generación que se hizo cargo del taller que abrió su padre. “Esto quiere decir que por al menos dos meses deberemos sufrir pérdidas”.

“Producimos cosas decorativas para el hogar, no necesidades básicas. Si los precios no son accesibles, no vendrán más órdenes”.

Cenedese y otros vidrieros consideran la posibilidad de apagar uno de sus hornos. Ello generaría un gasto de 2.000 dólares para la reparación del crisol. Además, demorará la producción y podría retrasar la entrega de los pedidos.

Sus cinco sopladores de vidrios ejecutan lo que parece una delicada coreografía para producir 1.800 adornos de navidad salpicados de dorado con destino a Suiza.

Uno comienza el proceso con una masa amorfa fundida en el extremo de un tubo que hace girar sobre una lámina dorada. De allí el tubo pasa a manos del maestro, que vuelve a calentar la masa en un horno antes de empezar a soplar para crear una esfera perfecta. La masa sigue ardiendo cuando se la corta del palo y otro soplador la toma con punzones para darle los últimos toques con la ayuda de un aprendiz. La danza continúa. El taller produce unos 300 ornamentos por día, trabajando de las seis de la mañana a las dos de la tarde.

“Ninguna máquina puede hacer lo que hacemos nosotros”, afirmo Davide Cimarosti, de 56 años y quien lleva 42 años trabajando como vidriero.

Los sopladores de vidrio de Murano dejaron de usar hornos con leños hace varias décadas porque daban resultados desparejos y pasaron al metano, que genera temperaturas lo suficientemente altas como para crear cristales de una delicada claridad, que es lo que hace que sus creaciones se coticen tanto. Por ley, metano es el único gas que pueden usar. Y ahora se ven atrapados en un callejón sin salida.

Los artesanos cruzan los dedos para que el mercado se calme hacia fin de año, aunque algunos analistas dicen que la volatilidad puede durar hasta el segundo trimestre del 2022. De ocurrir así, el daño podría ser irreparable para muchos vidrieros.

El gobierno por ahora no ha ofrecido ayuda sustancial al sector.

Al margen de las pérdidas económicas, los isleños temen que desaparezca una tradición que hizo de la isla sinónimo de excelencia artística.

En las décadas de 1960 y 1970 miles de personas trabajaban en este sector, mientras que hoy queda una red de talleres pequeños y medianos que emplean unos 300 sopladores de vidrio. La tradición de los cristales en Venecia se inició hace 1.200 años y en Murano pasa de generación en generación, de padre a hijo. Pero a pesar de haberse achicado, cuesta atraer jóvenes a talleres donde las temperaturas pueden alcanzar los 60 grados centígrados (140 Fahrenheit).

“El valor de esta tradición, su historia y su cultura no tienen precio, trasciende el valor financiero de los cristales de Murano”, dijo Luciano Gambaro, copropietario de Gambaro & Taglapietra. “No se puede frenar una cultura milenaria por el gas”.



DEJA TU COMENTARIO
PUBLICIDAD

PUBLICIDAD