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Visión 20/20

La expresión “visión 20/20” se utiliza cuando se habla de la agudeza visual de una persona

La expresión “visión 20/20” se utiliza cuando se habla de la agudeza visual de una persona. Decir que una persona tiene una visión 20/20 significa que es capaz de ver, a 20 pies (aprox. 6 metros) una letra de un tamaño que debería poder ser vista – sin lentes – a esa misma distancia. Entre más grande es el denominador significa que tiene una menor agudeza visual (visión 20/40 significaría que ve a 20 pies una letra que debería poder ser vista a 40 pies).

Visión 20/20

Me acordé de esto cuando hace días le dije a mi hijo Manuel Alejandro, que está a punto de casarse, que su fecha de matrimonio sería 20/20/20. Se casa el 10 de octubre (día 10, mes 10, 10 + 10 = 20), del año 2020. Así que yo espero que la visión que él tenga de su vida al lado de la joven que ha elegido para compañera sea, no una visión 20/20, sino una visión 20/20/20, queriendo decir con esto que tenga siempre la visión más clara y correcta de lo que significa formar un hogar y una familia.

Así que, para ayudarlo un poco a adquirir esta visión, aunque sé que él es un joven muy consciente, me gustaría compartirle algunas cosas y, para eso, me dirigiré a él.

Manuel, hijito: a lo largo de tu vida muchas veces te he dado alguna bendición ante algún evento especial. En esta ocasión quiero darte la bendición más grande que pueda salir de mi corazón para que tengas éxito en el nuevo cometido que tienes por delante, porque será el más importante de tu vida. Todos los aprendizajes y experiencias que has tenido hasta hoy te han llevado hasta este momento, y será importante que ahora los enfoques en guiar a lo que será tu propia familia para que alcancen una felicidad duradera y lleguen a ser una familia eterna.

Vienen a mi mente muchas de las vivencias que hemos tenido contigo y que están registradas en el diario que te escribo (al igual que a tus hermanos).

Recuerdos y enseñanzas

¿Recuerdas cuando, teniendo 3 años, te compré un juguete, pero cometí el error de solo mostrártelo y no decirte que era para ti? Tú no te pusiste necio al pensar que era para alguien más, sino que al poco rato me dijiste “papá, ¿te ‘compo’ el juguete? Yo te doy todas las ‘moneas’ que tengo”. Ahora, lo importante no es que esas “moneas” fueran diez centavos de dólar – nada sabías tú del valor económico de las cosas – sino que estuviste dispuesto a entregarme todo lo que tenías por ese objeto que te haría feliz. Así que te invito a que, de igual manera, estés siempre dispuesto a entregar todo lo que tienes y todo lo que eres para lograr la felicidad de tu familia.

¿Recuerdas que en tu diario registré que a los tres días de nacido todavía no te conocía el llanto? Cuando tenías hambre o necesitabas cambio de pañal solo dabas unos “pujidillos”. En esa ocasión te escribí que a mí me parecía que serías un niño muy valiente y así ha sido. Creo que la única vez que tu mamá y yo te hemos visto llorar fue cuando perdió la selección nacional en un mundial de futbol. Sigue mostrando siempre esa valentía al defender a los tuyos, pero cuando la circunstancia lo requiera, no te avergüences de mostrar tus lágrimas ante tu esposa. Según sea el caso, lloren y rían juntos. El compartir sus sentimientos y emociones los unirá aún más.

¿Recuerdas cuando fuimos a la playa y vimos una lluvia de estrellas? Tu hermana mayor no pudo acompañarnos en esa ocasión y tu primer comentario al ver ese bello espectáculo fue “apuesto que a Diana le hubiera gustado ver esto”. De la misma manera, te invito a que, al ir recibiendo las bendiciones que la vida tenga para ti, tu primer deseo sea el compartirlas con tu familia, como aquel personaje que tú y yo conocemos que, al probar el delicioso fruto de un árbol, deseó que su familia también participara de este.

¿Recuerdas que, de bebé, apenas aprendiendo a hablar, cuando te echabas un “airecillo” te reías, volteabas con el que estuvieras y decías “tee tú” (fuiste tú)? Bueno, pues eso sí no te recomiendo que lo hagas. Y no me refiero a echarte “airecillos”, esos son naturales (mmhh… bueno, solo trata de moderarlos). Me refiero a echarle la culpa a otros. Cuando cometas un error, ten el valor de reconocerlo y de pedir perdón. Nada engrandece más a un hombre que saber decir “lo siento, me equivoqué”.

¿Recuerdas una vez que una enfermedad me tumbó – tenías 3 años – y me decías que ahora tú me ibas a cuidar y a contar cuentos porque yo me sentía mal? Ibas por un cuento, te sentabas a mi lado y comenzabas: “Vía una vesh” y empezabas a inventar el cuento – no sabías leer – hasta decir “y collollín collollao”. De igual manera, hijito, cuida siempre de los tuyos y desvívete por atenderlos. Transpórtalos, como lo hacías conmigo en aquella ocasión, a un pedacito de cielo en la tierra.

Por último, ¿recuerdas que, en la misma fecha en que te dije que aún no te conocía el llanto escribí?: “Lo que sí he visto son tus ojos, ¿y sabes qué he visto en ellos? He visto a un líder”. Pues te invito a que ese liderazgo que te ha caracterizado toda tu vida lo uses ahora para guiar con justicia, rectitud, bondad y amor a la familia que estás por comenzar.

Que Dios te bendiga, hijito, con la visión correcta de lo que significa ser esposo y padre. Y cuando requieras un consejo, recuerda siempre que aquí estaré. Te amo con todo mi corazón. Con cariño, papá.

jesus_tarrega@yahoo.com.mx Facebook: El Mensaje en la Botella



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