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Viaje al lado oscuro de Hollywood

Un museo alberga objetos relacionados con la muerte de las estrellas y organiza una visita en autobús por los escenarios de los sucesos más escabrosos

Una noche de junio, un Buick Electra de 1966 recorre una autopista camino de Nueva Orleans. Hay mala visibilidad y el coche es literalmente engullido por la parte trasera de un camión con tráiler. Mueren los tres adultos que iban en el asiento delantero. Uno de ellos es Jayne Mansfield. Treinta y cuatro años, sex symbol de la época y, a partir de aquella noche, mito de Hollywood. El Buick se puede ver hoy, medio siglo después, incongruentemente depositado en el centro de una habitación enmoquetada, en un edificio en Hollywood. Es el museo Queridos Difuntos (Dearly Departed), que, además de ofrecer una colección de cientos de objetos relacionados con las tragedias de los famosos (desde una señal de tráfico de la carretera donde se mató James Dean hasta un mechón de pelo de Charles Manson), organiza desde hace 15 años tours en autobús con el título La historia trágica de Hollywood.

Flores disecadas recogidas en los funerales de celebridades en el museo Queridos Difuntos.Viaje al lado oscuro de Hollywood

Sede mundial del éxito más estelar y los fracasos más sonados, Los Ángeles acumula tanto casas de famosos como sitios donde estos encontraron su final trágico. O donde se encuentran enterrados, aunque hayan muerto de manera pacífica y entrados en años. El tour incluye una visita al cementerio de Westwood, donde se acumulan nombres ilustres: desde Jack Lemmon hasta Marilyn Monroe pasando por Natalie Wood o Burt Lancaster. “Nos gustan mucho las historias de crímenes y siempre que visitamos una ciudad nos gusta ir a los cementerios. En París vimos la tumba de Oscar Wilde, y aquí, en Los Ángeles, pues a los famosos”, explican alegremente David y Phi­lippa, que han venido con sus dos hijos adolescentes desde Liverpool.

Los adolescentes no parecen afectados por los detalles más macabros del tour, como los audios con la descripción del estado del cadáver de Elizabeth Short, la Dalia Negra, o el diálogo algo inapropiado entre los embalsamadores de Marilyn Monroe. “No es para todo el mundo”, admite el inventor del negocio, Scott Michaels. “Nuestro público no se asusta fácilmente; es gente que quiere saber cosas más allá de dónde vive tal o cual famoso”. Admite que su obsesión por las muertes es macabra, pero para él es “una forma de homenaje”. Para conseguir alguna de las piezas del museo ha hecho cosas increíbles, como colarse en la mansión donde asesinaron a Sharon Tate para llevarse un trozo de chimenea. Por no hablar de las flores de decenas de funerales. “Hay gente que me critica, les parece morboso ir a un funeral y llevarse una flor, o la corona entera como cogí en el de Mickey Rooney. Pero para mí es una manera de mantenerlas vivas”, afirma. En esta ciudad, el olvido es algo mucho más trágico que la muerte, por macabra que sea. 



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