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Un siglo de abstracción en la fotografía

La Tate Modern recorre los orígenes de la fotografía abstracta al tiempo que examina cómo la práctica contemporánea refleja y reestructura su herencia histórica

Luminogram II , 1952.Un siglo de abstracción en la fotografía

La palabra fotografía proviene de dos raíces procedente del griego photos: luz  y graphé: dibujar con líneas o escribir. De esta suerte, los fotógrafos son aquellos que vienen dibujando con la luz desde el descubrimiento del medio en 1839. Y aunque hubieron de transcurrir décadas hasta que la fotografía fuera reconocida como un arte en sí mismo —no fue hasta los años 70 cuando el mercado del arte lo reconoció como tal—, los primeros fotógrafos fueron artistas que respondían a las inquietudes propias de la creación, desbrozando caminos a seguir por las siguientes generaciones.

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Sin título, 1930.

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A rock is a river, 2017

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Triangles, 1928, impreso 1947-60.

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EL INTERÉS POR LAS FORMAS ABSTRACTAS

Así, el interés por las formas abstractas surgió desde el comienzo de la historia del medio. La cámara resultó ser no sólo la mejor herramienta para reproducir la realidad de forma objetiva, sino paradójicamente, muy útil para trascenderla en busca de nuevas formas de expresión.

De ello da cuenta la exposición “The Shape of light: 100 Years of Photography and Abstract Art”. Volviendo la mirada a los albores del siglo XX, la muestra incluye a aquellos que no conformes con la naturaleza mimética a la que el medio estaba asociado, priorizando la forma y la expresión sobre lo reconocible, ensancharon sus barreras y recorre el siglo a través de la mirada de quienes recogieron el relevo y continuaron renovando el lenguaje hasta llegar a la era digital.

Lo hace estableciendo un paralelismo con el desarrollo de la pintura y escultura abstracta, de manera que las fotografías se exhiben junto a obras pertenecientes a estas disciplinas. La extensa muestra, cuyo contenido resulta en ocasiones apabullante y hace que merezca varias visitas, se exhibe en la Tate Modern e incluye 350 obras creadas por 150 artistas expuestos en 12 salas. Se ha prescindido de las imágenes científicas ya que son solamente estéticamente abstractas en un sentido derivativo; su intención era otra.

Comienza con una vortografía de Alvin Langdon Coburn, resultado de los experimentos que el fotógrafo llevó a cabo con el escritor Ezra Pound. Ambos formaron parte del grupo vortocista, un movimiento de vanguardia británico que en la primera década del siglo XX se dispuso a expresar el dinamismo del mundo moderno en contraposición al arte figurativo y paisajístico. Para ello Coburn inventó el vortoscopio, donde varios espejos crean un prisma que fractura la superficie a fotografiar, creando un efecto de caleidoscopio donde el motivo fotografiado desaparece por completo.

Nos encontramos con la obra de alemana Martha Hoepffner, quien obsesionada por la relación entre la música y el arte abstracto e inspirada por las obras de Kandinsky, compuso fotogramas que por sus formas, líneas y cuadrículas recuerdan a las obras del pintor.

Si hubo un fotógrafo que contribuyó activamente en Estados Unidos a consolidar la fotografía como un arte fue Alfred Stiglitz. Así, desde 1905 hasta su cierre en 1917, en las paredes de 291, su galería neoyorquina, colgaron las obras de algunos de los grandes maestros destinados a renovar el medio junto a la obra de los pintores europeos más vanguardistas del momento.

La muestra incluye algunas de las obras del fotógrafo, así como de las de Paul Strand, ambos representantes de lo que vino a denominarse straight photography o fotografía directa. Esta tendencia se desmarcaba del pictorialismo, con unas imágenes que reflejan las características propias del medio. Una buena definición y un marcado contraste que contribuyen a revelar la forma y la estructura de los motivos fotografiados.

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NUEVA VISIÓN

En el recorrido por el fecundo siglo tampoco podrían faltar pioneros del modernismo como László Moholy-Nagy, quien introdujo la enseñanza de la fotografía en la Bauhaus y acuñó el término “Nueva visión”. Daría nombre al movimiento caracterizado por el uso de ángulos forzados, tomas cercanas y vistas de pájaro, que tenían como resultado imágenes que rozaban la abstracción.

La cámara no siempre fue un instrumento indispensable para el fotógrafo a la hora de crear arte dentro del cuarto oscuro. Así lo demostró Man Ray con sus rayogramas, realizados situando los objetos sobre el papel fotosensible y proyectando luz encima de ellos. Algunas de estas obras pusieron a Picasso de rodillas fascinado por el resultado, según relataba el fotógrafo surrealista. “No hay nada más surreal que la realidad”, diría Brassaï, cuyos grafitis encuentran sitio dentro de la sección titulada “Surface and texture” (superficie y textura) cerca de las paredes desconchadas de Aaron Siskind.

Entre los grandes referentes de la fotografía del siglo pasado se incluyen a otros menos conocidos, como la artista checa Bela Kolárová. También nos encontramos con las fotografías del Ellsworth Kelly. Quedan englobadas bajo el mismo apartado las formas arquitectónicas minimalista de Lewis Baltz, entre otros y preceden a la última sala dedicada a la innovadora obra de artistas contemporáneos, donde no podrían faltar Stan Douglas, Thomas Ruff o Wolfgang Tillmans.

Todos estos autores son un buen ejemplo de cómo una nueva generación de fotógrafos utiliza distintos medios en busca de resultados que enfatizan tanto el control y el orden del proceso artístico, como el fruto del azar y el accidente. Utilizan la tecnología digital, desde la programación informática hasta las técnicas de impresión más innovadoras, para expandir las posibilidades de la fotografía. Al tiempo dejan claro que las distinciones entre fotografía y pintura han dejado de tener significado para ellos.




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