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Un extraordinario trozo de canela

En las últimas semanas he sabido de dos personas que han externado intenciones de atentar contra su vida; una de ellas, incluso tomó acción al respecto, afortunadamente sin lograr su cometido

Un extraordinario trozo de canela

En las últimas semanas he sabido de dos personas que han externado intenciones de atentar contra su vida; una de ellas, incluso tomó acción al respecto, afortunadamente sin lograr su cometido. Sé que el dolor que lleva a una persona a este tipo de extremos es enorme, tan grande, que los hace sentir que no hay otra manera de terminar con él, más que poniendo fin a su existencia.

La enseñanza de un padre

En una de mis conferencias comparto el caso de una joven que, sintiéndose así, a punto de “tirar la toalla”, habla con su padre. Después de escuchar a su hija externar todos sus agobios, todos sus pesares y el dolor del alma que constantemente la acompañaba, el hombre le pide que lo acompañe a la cocina. En diferentes ollas pone agua y, respectivamente, zanahorias, huevos y unos trozos de canela y las pone al fuego. Después de hervir y enfriarse un poco, el hombre pide a su hija que toque las zanahorias; se habían reblandecido. Le pide que rompa la cáscara del huevo; se había endurecido al cocerse. Finalmente, tras endulzarlo un poco, le pide que pruebe lo que ahora era un delicioso té de canela. 

Aquel padre le explica a su hija que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo; pero habían reaccionado de manera diferente. La zanahoria había llegado al agua fuerte, dura, pero tras pasar por el agua hirviendo, se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo, antes de enfrentar el fuego, era suave, pero tras padecerlo, se había endurecido. La canela, sin embargo, era única. Tras pasar por el agua hirviendo, había transformado al agua.

Y le pregunta a su amada hija: “¿Cómo cuál de ellos eres tú? Cuando el dolor llama a tu puerta, ¿cómo reaccionas? ¿eres como la zanahoria, que parecías fuerte, pero que tras una prueba difícil te vuelves débil y pierdes tu fortaleza? ¿eres como el huevo, que empezaste con un corazón blando, pero tras una muerte, una separación o un despido te has vuelto dura? ¿Por fuera te ves igual, pero por dentro eres amargada y áspera, con un corazón endurecido? ¿O eres como la canela? La canela cambia al agua hirviente, el elemento que le causa dolor. Si eres como la canela, cuando las cosas se ponen peor, tú reaccionas mejor, y haces que las cosas a tu alrededor mejoren”.

Dos mujeres extraordinarias

Hace algunos años conocí a Adriana Macías, esta extraordinaria joven tapatía que nació sin brazos. En una conferencia en donde tuve la bendición de escucharla, platicaba ella que toda su niñez transcurrió de manera normal. “Como así nací” comentó, “no me daba cuenta de que yo era diferente; pero al llegar a los 17 años ‘me cayó el veinte’ de lo que yo era. Entré en una depresión tremenda, pensando que nunca iba a poder lograr mis metas, que nunca iba a poder ser feliz y reprochándole a Dios y a la vida ‘¿por qué a mí?’. Me encerré en mi cuarto, no quería comer, no quería ver a nadie. Cuando tenía tres días así, entró mi madre a hablar conmigo y me dijo: Bueno, tienes dos opciones: puedes quedarte aquí indefinidamente sintiendo lástima de ti misma, lloriqueando por lo que no tienes, o puedes levantarte y ponerte a hacer algo con lo que sí tienes”.

Aquellas palabras, dice Adriana, fueron como un balde de agua fría. Se levantó y decidió embestir a la vida. Decidió ser un trozo de canela y no zanahoria ni huevo. Actualmente ella es una mujer realizada, que da ejemplo a muchos jóvenes y adultos de que cada quien decide si ser víctima de sus circunstancias o convertirse en un elemento transformador.

Hellen Keller, otra extraordinaria mujer que enfrentó la vida con limitaciones (ciega y sorda) dijo lo siguiente: “El carácter no puede desarrollarse en calma y con tranquilidad. Solo por medio de las experiencias de prueba y sufrimiento puede el alma fortalecerse, aclararse la visión, inspirarse la ambición y lograrse el éxito. La riqueza maravillosa de la experiencia humana perdería parte de su alegría recompensante si no hubiera limitaciones qué superar. La hora del triunfo no sería tan maravillosa si no hubiera valles oscuros por cruzar”.

Así que, a ti que estás sufriendo, a ti que vives con dolor, solo puedo decirte: Te entiendo. Sé lo que es vivir con dolor. Pero te aseguro que tienes la capacidad de ser más fuerte que él. No te dejes vencer. No te dejes amargar. Eleva tu corazón y conviértete, a partir de ya, en un extraordinario trozo de canela.



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