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Un asesino suelto en las barricadas de La Comuna de París

Hervé Le Corre recrea con viveza, desde una trama policial, los últimos días de la revolución de 1871 en ‘Bajo las llamas’

Sería suficiente con las pesquisas para atrapar a ese psicópata asesino en serie que es Henri Pujols y que se dedica a secuestrar jóvenes para satisfacer a pornógrafos, pero es tan o más adictivo y memorable ese travelling preciso y brutal entre cadáveres, caballos reventados, casas derruidas, bombas, sangre y fuego por doquier, milicianos revolucionarios y truhanes; feministas y desatadas tropas gubernamentales; una guerra civil y 20.000 muertos… Y aún con todo ello, una atmósfera de grandeza y honor en la fatalidad, de victoria moral en la derrota anunciada. Es el aire que se respira en los 10 días últimos días de vida revolucionaria de La Comuna de París en mayo de 1871, la primera (y efímera: 60 jornadas de gobierno) toma del poder de la clase proletaria en la historia de la Europa occidental; o así lo canta un trovador de excepción hoy en la novela negra francesa, Hervé Le Corre, que en Bajo las llamas (Reservoir Books; Bromera, en catalán) no se le ocurre más que poner en esos días de apocalipsis sin esperanza al inexperto comisario Antoine Roques a investigar los misteriosos secuestros de chicas, entre ellas Caroline, la prometida del sargento comunero Bellec.

El escritor Hervé Le Corre, en Barcelona.Un asesino suelto en las barricadas de La Comuna de París

Si hay una constante en la tardía (empezó a publicar en los años 90) pero ya notable (tiene una docena de novelas, entre ellas Perros y lobos, la única hasta ahora en España) y reconocida (nueve premios) producción de Le Corre es la inclinación a ambientarla siempre en contextos convulsos. “El desorden cuestiona, sea el equilibrio o el desequilibrio, sacude siempre el orden social; aunque fracase, abre posibilidades, al menos”, asegura antes de citar a Albert Camus como uno de sus credos: “Vino a decir que es preferible el desorden a la injusticia; no veremos hoy un episodio como La Comuna, pero sí muchas revueltas muy violentas, aunque sin proyecto político preciso”. ¿Y los sucesos de los chalecos amarillos? “Es más una lucha concreta por unos intereses, no veo ahí un proyecto político capaz de transformar el mundo”.

Otra predilección de este antiguo profesor universitario de francés es su elección de protagonistas que han perdido de antemano, desencantados, pero que quieren seguir luchando. 

“Todos mis personajes son siempre perdedores porque pertenecen a la clase popular y ya solo por eso están condenados a perder. ¿Que por qué luchan? Porque es necesario: quizá estés perdiendo el partido, pero este sigue, no se ha acabado, y si continúas luchando, igual marcas un gol”. 

Las propuestas de los comuneros (parvularios para hijos de trabajadoras; autogestión de fábricas, fijación de jornada laboral sensata, mayor papel de la mujer…) siguen, mayormente, sin estar resueltas.



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