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Tras los últimos pasos de Albert Camus

La influencia del escritor francés, fallecido hace 60 años en un accidente de tráfico, sigue más vigente que nunca

Ninguna señal, ni una placa, nada recuerda el lugar exacto del accidente. La recta de la antigua carretera D606, entre los municipios de Champigny-sur-Yonne y Villeneuve-la-Guyard, está bordeada por una hilera de sólidos plátanos. Hay restos de basura en la cuneta: latas de conserva oxidadas o una botella de güisqui vacía. Los automóviles pasan veloces.

El escritor y periodista Albert Camus fuma asomado al balcón de su editorial.Tras los últimos pasos de Albert Camus

“Fue un terremoto. Yo y mi hermano gemelo, Jean, teníamos 14 años, éramos niños, estábamos solos. Es una herida abierta”, dice Catherine Camus desde Lourmarin, el pueblo de la Provenza donde el autor de El extranjero y La peste había comprado una casa. “Me sentí tan perdida que me agarré a todo lo que había aprendido de papá: el respeto del otro, la libertad asociada a la responsabilidad”, recuerda.

El viaje fatal había empezado en Lourmarin, un día antes. Camus era un escritor consagrado, casi una leyenda. Dos años antes había ganado el Nobel, el galardonado más joven desde Kipling. Huérfano de padre e hijo de una mujer iletrada, creció en una familia pobre en la Argelia francesa, resistió a la ocupación nazi y, en la posguerra, se convirtió en el referente ético de una generación.

“Su influencia, para mí, fue total: en todos los planos y a veces de una manera devastadora. Durante 50 años, yo no podía pensar sin él”, dice, en su apartamento en París Jean Daniel, 99 años, amigo cercano de Camus y su discípulo periodístico más notorio. “Quizá exagero, pero quiero decir que todos los conceptos y los temas en los que pensé se referían a un libro de Camus o a una conversación con él”, añade Daniel, que compartió despacho con Camus en L’Express antes de fundar el semanario Le Nouvel Observateur.

Catherine, Jean y la madre de ambos, Francine, emprendieron el viaje de regreso a París en tren. Albert, aunque tenía un billete, prefirió volver en el coche de los Gallimard, que habían pasado unos días con los Camus en Lourmarin, un paisaje idílico donde el escritor creía haber encontrado una nueva pequeña patria.

“Me decía: ‘¿Ves? Detrás de la montaña está el mar y, detrás, Argelia”, explica Catherine Camus. Y recuerda el regalo que su padre le hizo aquellas Navidades: un reloj, que conserva. “Papá había decidido que, a partir de los 10 años, solo recibiríamos regalos útiles”.

Aquel día, Camus y los Gallimard almorzaron en el Hôtel de Paris et de la Poste, en Sens, a unos 100 kilómetros de París. Después tomaron la recta final. Entre los restos se encontró un puñado de hojas de su novela inacabada: El primer hombre.

“A sus amigos, Camus solía decirles que nada era más escandaloso que la muerte de un niño y nada más absurdo que morir en un accidente de automóvil”, escribe Olivier Todd en la biografía Albert Camus. Una vida. Las teorías más descabelladas circulan sobre el accidente; un libro reciente sugiere, sin pruebas, que lo asesinó el KGB.

Nunca sabremos qué habría hecho si hubiera sobrevivido. A Camus, detractor desde la izquierda del totalitarismo soviético y por ello excomulgado por Jean-Paul Sartre.



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