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¡Todo un búnker!

Cinco pisos en la mejor zona de Manhattan llenos de flores, papeles y espejos. “Así es la casa de un ‘voyeur’”, dice Gay Talese, una de las leyendas vivas del nuevo periodismo

Su casa se encuentra ubicada en una de las zonas más cotizadas de Manhattan, a unos pasos de Park Avenue, la arteria más exclusiva de la ciudad.

El periodista Gay Talese en el vestíbulo de su casa.¡Todo un búnker!

Son las tres en punto de una tarde calurosa al final del verano, la hora fijada con obsesiva precisión por una de las leyendas vivas del nuevo periodismo: el autor de piezas como “Ali en La Habana” o “Sinatra está resfriado”, quien con 85 años cumplidos sigue manteniendo intacta su capacidad para generar polémica con sus libros y reportajes.

Tras llamar con insistencia al timbre de la vivienda, un elegante brownstone de cinco plantas, se asoma a la puerta una mujer que va vestida con un sencillo traje negro. Es Nan Talese, la editora, una de las personalidades más respetadas y prestigiosas del mundo literario neoyorquino.

“Mi marido llegará enseguida”, explica sonriendo. “Ha tenido que atender una emergencia. Me ha pedido que les diga que se sientan con total libertad de explorar la biblioteca”, dice, antes de desaparecer escaleras arriba.

Por espacio de unos minutos nos es concedido el privilegio de estudiar el lugar sin que nadie nos vigile. El interior de la vivienda está dominado por la presencia de tres elementos: los espejos (que irrumpen por todos los rincones), las flores y por supuesto, los libros. Los estamos examinando cuando se abre de manera un tanto intempestiva la puerta de la calle, dando paso al escritor, un dandi octogenario que exuda energía y vitalidad. Tras disculparse por el retraso, Gay Talese suelta a quemarropa: “para mi es un placer recibirles, pero no entiendo para que me quieran entrevistar. No he publicado nada nuevo, ¿dónde está la noticia?”.

Al saber que el objeto de interés es la casa se le ilumina la expresión e inicia un recorrido por la planta baja, dejándose retratar. Su atuendo, inconfundible, se ciñe a una fórmula que sólo admite muy sutiles variaciones: traje de tres piezas, corbata amarilla, pañuelo de seda, zapatos hechos a mano y sombrero confeccionado a medida. El escritor recorre con calma las distintas estancias del piso de entrada: el salón, de grandes ventanales que se asoman a la calle, un comedor privado adjunto a una pequeña sala de estar y, al fondo, la pieza que más recuerdos le trae: un amplio patio al aire libre reservado para fiestas y cenas formales por el que a lo largo de los años han ido pasando todo tipo de personalidades. En las paredes hay fotos y cuadros de las dos hijas de la pareja, Pamela y Catherine. Pero las imágenes más interesantes son las innumerables fotografías que resumen la fascinante vida en sociedad de los Talese a lo largo de sus 60 años de matrimonio. Una crónica palpitante de la historia política, social y cultural del último medio siglo neoyorquino. En ellas aparecen personajes como Norman Mailer, Susan Sontag, Philip Roth, Jimmy Carter, Lady Gaga, Tom Wolfe, Madonna, Muhammad Ali o Frank Bonanno junto a otros capos de la mafia. La lista de celebridades es interminable.

Todo en la vivienda responde a un estándar de elegancia que tiene un punto extravagante: alfombras de colores vivos, lámparas de formas caprichosas, cortinas que velan misteriosamente el espacio, estatuillas insólitas. Hay objetos cuya función se tarda en identificar, como el cornetín de bronce que utilizaban antaño los empleados de correos o una caja forrada de terciopelo donde se guardaban las pistolas empleadas en los duelos. En el zaguán, encima de una mesa de caoba, frente a un jarrón de plata atestado de rosas de distintos colores (fucsia, amarillo, blanco), se alza la figura de marfil de una matrona china.

Terminado el recorrido, Gay se arrellana en un sillón de la biblioteca y cuenta la historia de la casa: “llevo 60 años viviendo aquí. En 1957 tenía 26 y era reportero de The New York Times con un sueldo muy modesto. Este edificio era entonces una casa de apartamentos y uno de los inquilinos, también periodista, me subalquiló su piso por 70 dólares al mes. Entusiasmado, se lo enseñé a Nan, mi novia. Pero a ella no le causó la misma impresión. Cuando se construyó en 1871 era una mansión muy elegante, pero en 1957 el lugar estaba decrépito. Había termitas, las tuberías estaban podridas y la fachada llena de grietas. Aún así, cuando nos casamos en 1959, Nan se vino a vivir conmigo”.

A partir de entonces comenzó una paciente operación cuyo fin era hacerse con todo el edificio. A los tres meses, se quedó libre el piso que había encima de los Talese y lo alquilaron. Un año después, se hicieron con un tercer apartamento. No podían permitirse el lujo de mantener los tres pisos y lo subalquilaron por lo que les costaba a ellos a William Styron, el futuro autor de “La decisión de Sophie”. Lo recuperaron cuando nació su primera hija. Un golpe de suerte les ayudó a hacerse con el último que les faltaba. Poco antes del nacimiento de su segunda hija, la azafata que ocupaba el cuarto piso se dejó la tostadora encendida un día que salió con retraso para tomar su vuelo y los dueños la echaron de la casa. (EPS)




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