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The Weather Station, música para un mundo en desintegración.

La banda canadiense indaga en su quinto disco, ‘Ignorance’, en la ansiedad planetaria que produce el cambio climático, alejándose del folk más austero en busca de un sonido más robusto

Hace un par de años, Tamara Lindeman, la voz y el rostro de la banda canadiense The Weather Station, intentó componer una canción protesta sobre el cambio climático. “En esa época iba a muchas manifestaciones y me di cuenta de que la mayoría de las cosas que coreábamos eran bastante malas”, explica en una videollamada desde su casa en Toronto. “Pensé que estaría bien tener una buena canción para esos momentos, pero abandoné la idea. Es complicado componer para una multitud. Todavía tengo por ahí el borrador”. Ese germen, sin embargo, acabó filtrándose en Ignorance, el quinto disco de un proyecto que comenzó en 2006 como un grupo de folk contemporáneo y que ahora, angustia existencial mediante, ha dado un giro sonoro expansivo como respuesta a los tiempos inciertos.

Tamara Lindeman, líder de la banda The Weather Station.The Weather Station, música para un mundo en desintegración.

Ignorance, por tanto, no habla del efecto invernadero ni de la huella de carbono, sino de los sentimientos que nos invaden en una época en la que todo, empezando por el planeta en sí, parece desmoronarse. “Leí en algún sitio que este momento es como asistir a la desintegración de nuestro mundo, y creo que mucha gente está teniendo esa sensación ahora mismo”, reflexiona. “Creo que lo que se pregunta este disco es cómo ser una persona en el mundo de hoy. Estamos lidiando con los pecados del pasado y del presente. Puede que ninguna otra generación de la historia haya tenido que enfrentarse a este nivel de crisis existencial. Y se me hacía muy extraño que este sentimiento no apareciese en el pop actual. ¿Cómo es posible?”, se pregunta.

Ese poso amargo se combina en Ignorance con una exuberancia instrumental inédita en una banda hasta ahora adscrita a la austeridad folk. En él se mezclan cuerdas, instrumentos de viento, sintetizadores y hasta una sección rítmica que invita, si no a bailar, al menos a mover un poco los hombros. “Cuando se me ocurrió el concepto de este disco le decía a todo el mundo que quería hacer música disco orgánica, vulnerable y rota”, cuenta Lindeman con una risita irónica. “La gente me miraba como diciendo: ‘Muy bien, buena suerte con eso”. Sustituyó la guitarra o el piano por secuenciadores y cajas de ritmo para construir el armazón de sus canciones. “Pensaba en dos partes enfrentadas: una base rítmica muy rígida opuesta a unas letras vulnerables, texturas suaves, cuerdas, flautas… Quería atacar géneros distintos a los habituales en mí y ver qué pasaba. Me di cuenta de que tenía un lienzo mayor, y más colores”.

La apuesta, a juzgar por el recibimiento de la crítica, le ha funcionado. Con Ignorance, The Weather Station ha sacado la cabeza del pelotón de la americana para ganarse un nuevo público. “Estoy impresionada por la respuesta”, confiesa Lindeman, que conecta ese recibimiento con el estado anímico actual. “En estas canciones hay mucho dolor y parece que justo por eso están teniendo más eco. Quizás en otro momento no habrían producido el mismo efecto. Me fascina la capacidad del pop para atrapar las emociones en el ambiente, ponerles una melodía y conseguir que la gente se sienta identificada con ellas. Parece muy simple, pero no es tan fácil poner emociones privadas en un contexto público. Durante la parte más dura de la pandemia parecía que en el mundo ya no había espacio para la música. Tengo amigos que sacaron discos en esos meses y parece que nadie los escuchó, así que ahora estoy en shock por este recibimiento”.



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