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Quijote, préstame tu fe y tu lanza

Quijote, tú que cabalgaste en pos de tus sueños, préstame por favor tu fe, para saber que hay un mundo mágico al que la imaginación nos puede llevar y que nuestra realidad no se limita a lo que perciben nuestros sentidos, sino que los sueños, aunque para otros sean locura, pueden ser un motor en nuestra vida para llevarnos de “algún lugar de La Mancha” en el que actualmente estemos, a otro mejor lugar al que aspiremos.

Quijote, préstame tu fe y tu lanza

Préstame tu fe para entender que un caballero andante sin armadura no es tal y ayúdame a “armarme caballero” con el yelmo, la coraza y el escudo que representen principios correctos, valores eternos y sentimientos nobles.

Préstame tu lanza para vencer mis debilidades humanas, pero siendo también compasivo y paciente, para nunca llegar al autodesprecio, sino ser benigno conmigo mismo, sin dejar de luchar cada día por ser un poquito mejor.

Préstame tu fe para convertir una humilde construcción en un palacio y sea ese palacio mi hogar y sus nobles moradores, mi familia. Para poder ver y tratar a ellos como miembros de la realeza, porque verdaderamente lo son, al ser todos ellos hijos de Dios.

Préstame tu lanza para luchar contra todo aquello que pretenda dañar ese palacio y que intente dividir a los que ahí vivimos. Que no haya fuerza que contra nosotros pueda, para lograr la meta de ser una familia eterna.

Préstame tu fe para transformar campesinos en escuderos, para poder traer a flote lo mejor de cada persona con la que me encuentre y ayudarle a ver en ella las potencialidades y las capacidades que tiene y que muchas veces no alcanza a ver en sí misma.

Préstame tu lanza para eliminar las limitaciones autoimpuestas que su pasado deja en algunas personas y que les hacen vivir con temores y carencias.

Préstame tu fe para ver la belleza interior del ser humano, como tú lo hiciste con Dulcinea y no las apariencias externas que nada valen, ni las etiquetas negativas que se imponen en ocasiones sobre los más débiles y desafortunados.

Préstame tu lanza para derribar los prejuicios que las personas tienen y que los hacen a veces asignar un valor a los demás en base a lo que tienen y no en base a lo que son.

Préstame tu fe para enfrentar sin temor mis propias batallas, para levantarme cada mañana con entusiasmo y evitar “la triste figura” de quienes salen a luchar sintiéndose derrotados de antemano.

Préstame tu lanza para aguijonear los obstáculos y “tundirlos a palos”, sabiendo que éstos, los obstáculos, son esas cosas horribles que vemos cuando apartamos nuestra vista de la meta.

Préstame tu fe para poder “enderezar entuertos”,  para tratar de arreglar problemas, para ser un conciliador.

Préstame tu lanza para acabar con la ira, que hace más grandes los problemas y ante la cual, pequeñas migajas de diferencia se convierten en grandes montañas de conflicto.

Finalmente, préstame tu fe para comprender y compartir los ideales por los que luchaste: el heroísmo, el honor, el amor, la igualdad, la libertad, la justicia, la verdad, la honradez, la belleza interior y la caridad.

Y préstame tu lanza para eliminar de mi camino todo aquello que me impida vivir en armonía con esos valores.

Cuando fuiste obligado a renunciar a tu sueño, moriste de tristeza, enseñándonos que nadie debería renunciar a ellos.

Quijote, préstame tu fe y tu lanza para mantener vivos mis sueños y algún día, cuando los haya alcanzado, en el imaginario mundo de los caballeros andantes en el que viviste, te prometo devolverte tu fe, te prometo devolverte tu lanza.




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