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Pop con trastorno bipolar

De Billie Eilish a Selena Gomez, los ídolos 'millennials' asumen en público sus problemas de salud mental e introducen la confesión, la catarsis y la victoria sobre sus dificultades en sus trabajos

“Odio ser bipolar. Es maravilloso”. Esta es la leyenda que decoraba la portada de Ye, el disco lanzado en 2018 por el rapero, empresario y autoproclamado semidiós, Kanye West. Días antes del lanzamiento del álbum, su autor se sinceraba ante los medios y confirmaba que le habían diagnosticado un trastorno bipolar. El rap, un estilo hasta entonces prácticamente refractario a tratar los temas relacionados con la salud mental, se introducía en un universo nuevo, un paradigma en el que sus figuras hablaban abiertamente de sus problemas de cabeza y se mostraban frágiles y vulnerables. Kendrick Lamar confesaba padecer el síndrome del superviviente, una suerte de complejo de culpabilidad, cada vez que visitaba su barrio de Los Angeles, Compton, y comprobaba cómo las condiciones de vida de sus amigos y vecinos seguían siendo igual de duras, mientras él acumulaba discos de oro y hasta un premio Pulitzer. Incluso llegaba a afirmar haber pensado en suicidarse durante la grabación de su disco To pimp a butterfly (2015).

La cantante Billie Eilish, en los últimos Grammy.Pop con trastorno bipolar

“No quiero sonar oscura pero de verdad que no pensaba que llegara a cumplir los 17”. Así se expresaba Billie Eilish (California, 2001) hace una semana en el curso de una entrevista concedida a la cadena estadounidense CBS. “He estado dos veces ingresada desde que soy Halsey. No se lo he dicho a nadie, pero tampoco me avergüenza hablar de ello”, declaraba la cantante a la edición estadounidense de la revista Rolling Stone. “Me siento bien. Estoy tomando la medicación adecuada para mi enfermedad mental. Creo firmemente en la necesidad de hacerte chequeos con tu terapeuta y con tu doctor”, comentaba Selena Gomez a la radio pública estadounidense (NPR). Estos son tres fragmentos de tres charlas mantenidas por estas estrellas del pop estos días. En todas estas conversaciones con los medios, el tema central es la salud mental. En todos los casos, el mensaje final es positivo. Tal vez la música siempre ha estado protagonizada por personajes con un precario equilibrio mental, pero ha sido muy raro encontrar artistas que hayan sido tan abiertos con sus problemas y, sobre todo, que hayan estado tan dispuestos a compartirlos con su público con una vocación más de ayuda que de mero exhibicionismo.

Por parte de los fans, el cambio también ha sido considerable. En parte porque muchos aún recuerdan las imágenes de Amy Winehouse sobre el escenario en Belgrado intoxicada, sufriendo, anunciando la tragedia que poco después llegaría. Todos vieron que algo ahí estaba muy mal. Pero no se hizo apenas nada. Y en parte, también, porque hay un sentimiento de comunidad y aparente cercanía en las nuevas generaciones –esa sensación de pertenecer a un nutrido grupo de personas que están solas que tan fácilmente se refuerza en las redes sociales–, algo que contrasta sobremanera con la manera individualista y nihilista con la que la generación X afrontó estos temas. Cualquier tema. “Esta música, más melódica, logra atraer y juntar a las personas, mientras que la que se basa más en la percusión y el ritmo las aleja”, según Alan Turry, director ejecutivo del centro de terapia musical de la Universidad de Nueva York.

De cualquier modo, aunque la forma de gestionar el tema parezca mucho más natural y sensata que antaño, lo cierto es que esto sucede porque el tema es más ubicuo que nunca. Ningún artista parece hoy estar a salvo de su primer ataque de nervios. Alguien rico y poderoso como Jay Z confiesa necesitar ir a terapia. Alguien aparentemente feliz e inane como Ed Sheeran, trata de temas de ansiedad en sus canciones, especialmente en I don’t care, junto a Justin Bieber, otro cantante con problemas de adaptación al medio. El rapero Post Malone rima abiertamente sobre sus problemas de paranoia. 



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