buscar noticiasbuscar noticias

Pompeya, en busca de una segunda vida

El yacimiento toma un impulso renovado con varios descubrimientos

Pompeya es una máquina del tiempo inagotable. La semana pasada dos arqueólogos encontraron en un área hasta ahora inexplorada de la ciudad sepultada hace dos milenios por la erupción del Vesubio una pieza de un juego de mesa, un trozo de una lámpara y la parte superior de un frasco de perfume. Se lo mostraron orgullosos a quienes les observaban desde los andamios, que pusieron los ojos como platos. Un pequeño ejército de cascos blancos y amarillos, formado por operarios, arquitectos y restauradores, trabaja a destajo entre los vestigios para extraer de las cenizas ecos que sigan ayudando a fraguar la percepción actual de la antigua Roma. Los arqueólogos han vuelto a excavar en Pompeya por primera vez en 30 años. Y en esta ocasión no se trata de frenar la destrucción de alguna zona, sino de ejecutar una investigación planificada. “Desde el siglo pasado no se hacían excavaciones tan significativas como esta”, explica la arqueóloga Laura D’Esposito al pie de las zanjas.

Una de las zonas de la “Regio V”, la nueva área en la que están excavando los arqueólogos de Pompeya.Pompeya, en busca de una segunda vida

Estos y otros importantes descubrimientos que han resurgido en ese sector, conocido como “Regio V”, al norte del yacimiento, se presentaron la semana pasada a un grupo de medios. “Pompeya todavía vive y nos deja mensajes día tras día”, resumió el general Mauro Cipolletta, director del Gran Proyecto Pompeya. La zona está en proceso de excavación y llena de fosos todavía abiertos, pero, cuando concluyan las obras y se hayan sacado a la luz todos los tesoros, abrirá al público.

En esta fase se aprecia un gran contraste entre las calles del resto de la ciudad, sorprendentemente bien conservadas y por las que transitan cómodamente cada año tres millones y medio de turistas, y la Pompeya inédita. Aquí los pies se hunden en el suelo al avanzar entre el material volcánico que cubrió la ciudad. Y las pequeñas piedras de lapilli —fragmentos sólidos de lava, una especie de granizo negro— se cuelan en los zapatos.

En esta parte hay un constante trajín de brochas, escobas, palas y carretillas envueltas por una polvareda perenne. Los excavadores remueven la tierra mezclada con piedra pómez, cenizas y el flujo piroclástico por todas partes. Lo hacen bajo un calor sofocante que recuerda a aquel tórrido verano del año 79 de nuestra era, cuando el Vesubio se despertó y barrió la próspera Pompeya.

Poco a poco van saliendo a la luz pinturas que conservan casi inalterado el clásico rojo pompeyano, decoraciones y todo tipo de mobiliario. Como un elegante candelabro de bronce, que emergió íntegro, apoyado sobre una pared en la llamada casa de Júpiter. O un conjunto de ánforas, en el callejón de los balcones, colocadas boca abajo para que se secaran al sol. Cada hallazgo es como una cápsula del tiempo cada vez más precisa. “Con las nuevas técnicas somos capaces de ver las estructuras exactamente tal y como se encontraban en el momento de la erupción y eso nos ayuda a entender las dinámicas de destrucción del paso del tiempo”, explica la arquitecta Arianna Spinosa, directora de las excavaciones del Gran Proyecto Pompeya.

En el parque arqueológico, cada día se revive la emoción de las primeras excavaciones. Todos comentan el hallazgo más significativo de esta nueva etapa, que retrata el lado humano de la tragedia y que ha dado la vuelta al mundo: el esqueleto de un hombre que murió decapitado por una gran roca cuando trataba de salvarse de la erupción. Corría todo lo deprisa que su pierna enferma le permitía, pensando probablemente que escapaba del castigo de los dioses y no de una de las mayores catástrofes naturales de la historia. “Es dramático”, dice Giordano, que presenció el descubrimiento, mientras señala la posición en la que aparecieron los restos, que ahora se encuentran en un laboratorio. También habla de la lluvia que lo sepultó en cuestión de segundos, a la vez que señala con respeto al imponente Vesubio, una mole ingente que domina la bahía de Nápoles y que por ahora duerme.

El Gran Proyecto Pompeya se lanzó en 2012 para subsanar lo que se apodó la “segunda destrucción” de la ciudad, casi más terrible que la primera por la desidia que la provocó: acabó asolada por el abandono y los derrumbes. Años de gestión deficiente y la injerencia de la camorra napolitana pusieron en peligro incluso la denominación de Patrimonio de la Humanidad. A partir de 2014 empezaron a dejarse atrás esos fantasmas y se dio salida a los fondos que la Unión Europea aportó al plan —115 millones de euros— hasta entonces bloqueados en un cajón. La administración del yacimiento tomó un nuevo rumbo y ahora comienzan a verse frutos trascendentales. Pompeya parece lista para afrontar el reto de la ardua conservación de los restos descubiertos y para evitar que alguna parte vuelva a quedar sepultada. Aunque el director del parque arqueológico, Massimo Osanna, invita a la prudencia: “No hay que bajar la guardia, tres años sin manutención serían suficientes para que hubiera que comenzar de cero”. 

imagen-cuerpo

El esqueleto del hombre que intentó huir de Pompeya y fue decapitado por una piedra.

imagen-cuerpo

Una visitante fotografía una inscripción en la “Regio V” de Pompeya.




DEJA TU COMENTARIO
PUBLICIDAD

PUBLICIDAD