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Pelota que no rebota

Las compré casi al mismo tiempo. Una negra y otra amarilla. Eran unas pelotitas de goma de ésas que asemejan pelotas de billar, con un número grabado en lados opuestos de la pelota. Ambas igual de “rebotonas”

Las compré casi al mismo tiempo. Una negra y otra amarilla. Eran unas pelotitas de goma de ésas que asemejan pelotas de billar, con un número grabado en lados opuestos de la pelota. Ambas igual de “rebotonas”.

Pelota que no rebota

Un día, buscando otras cosas, encontré la pelotita amarilla y la tomé, con la idea de empezar a darle el mismo uso que a la otra. Sin embargo, me di cuenta que ya no botaba igual que al principio, parecía haber perdido en gran parte su capacidad de rebote.

Yo no sé, tal vez algún físico pueda explicarme, pero pareciera que, al no haber botado por mucho tiempo, las moléculas se hubieran “aflojado” y ya no respondían igual.

Y encontré aquí, figuroso que soy, un símil con lo que a veces ocurre en la vida, pues así como los golpes (rebotes) en la pelotita negra la mantuvieron en forma, mientras que la otra, ante la falta de ellos perdió su capacidad de hacer aquello para lo que fue creada, así a veces puede suceder que los golpes que recibimos (problemas, dificultades…), nos preparan para cumplir mejor nuestro propósito de vida, mientras que la ausencia de desafíos y adversidades pueden “atrofiar” nuestra capacidad de hacerlo.

UN BELLO POEMA

En el poema “Cuando la Naturaleza quiere a un Hombre”, su autora, Angela Morgan, señala esta gran verdad de que la adversidad y la derrota son bendiciones disfrazadas. Describiré algunos fragmentos en prosa, pues la rima se aprecia solo en el idioma inglés:

“Cuando la Naturaleza quiere instruir y perfeccionar a un hombre, cuando la naturaleza quiere moldear a un hombre para que interprete el papel más noble, cuando ella quiere despertar a un hombre, cómo lo martillea y le hace daño, cómo lo provoca ¡y jamás se apiada de él!

Con cuánta astucia lo prepara. Cómo lo molesta, y en la pobreza lo engendra. Con cuánta frecuencia lo decepciona, con qué sabiduría lo oculta sin importarle cuánto le acontezca, como si despreciara su sollozo, mientras su torturado corazón llora y él levanta unas manos suplicantes.

Lo obliga a esforzarse más. Hace que se sienta solo, para que únicamente los elevados mensajes de Dios lo alcancen, para que ella pueda enseñarle lo que la Jerarquía planeó. Aunque él no lo pueda comprender, ella le da pasiones qué dominar. Con cuánta implacabilidad lo espolea, con tremenda vehemencia lo provoca, cuando, conmovedoramente, ¡lo prefiere!

Lo mantiene anhelante, siempre ardiendo por una meta seductora; atrae y lastima su alma. Plantea un desafío para su espíritu, y lo aleja cuando él ya está cerca, crea una jungla para que él la despeje, crea un desierto para que él lo tema y lo domine, si es que puede.

Luego, para poner a prueba la fuerza de su espíritu, coloca una montaña en su camino; lo enfrenta a una decisión amarga y permanece implacablemente por encima de él. “¡Asciende o perece!” dice ella.

El plan de la Naturaleza nos resultaría asombroso si pudiéramos comprenderlo. Necios son los que la llaman ciega. Cuando los pies del hombre están rotos y sangrantes, su espíritu asciende con fuerza y poder, abriendo nuevos y hermosos caminos, dando saltos para desafiar cada fracaso, y entonces, el amor y la esperanza arden en presencia de la derrota. Entonces la Naturaleza mostrará su plan, cuando el mundo haya encontrado ¡A UN HOMBRE!”

TÚ DECIDES

Llámale Naturaleza, llámale Dios, llámale Universo, llámale como quieras, el caso es que tú decides. ¿Aceptarás los golpes que te ayudarán a rebotar cada vez más alto hasta alcanzar la medida de tu creación, el propósito de tu vida, o preferirás ser pelota que no rebota, abandonando la pelea, desterrándote al rincón, evitando ser golpeado, solo para comprobar con el tiempo que tus “moléculas espirituales” se han aflojado y has perdido la capacidad de cumplir tu destino? Con mis pelotitas rebotonas, yo escogí. En tu vida, tú decides. Nadie más.




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