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Novela histórica y novela negra: una eficaz simbiosis

‘1793’ y ‘Bajo las llamas’ muestran el poder de una tendencia que toma lo mejor de dos de los géneros de más éxito

Marius Pontmercy y su amigo Enjorlas se mostraban convencidos en Los miserables de que el avance iniciado unos años antes con la Revolución Francesa era inexorable, de que el mundo nacido de aquel estallido perviviría. Niklas Natt Och Dag pone su mirada en pleno centro de aquel huracán pero en Suecia, en un momento también clave. Allí sitúa este aristócrata sueco 1793 (Salamandra), una ambiciosa novela que recurre a un crimen y una investigación para contar una época, un cambio. En otro punto esencial de ese mundo en pleno alumbramiento se desarrolla la acción de Bajo las llamas, de Hervé Le Corre (Reservoirbooks, traducción de Teresa Clavel), en la que un comisario elegido por el pueblo en la Comuna de París se empeña en encontrar a un asesino de mujeres y que se haga justicia en medio del fin del mundo.

Barricada en París en los días finales de La Comuna, en 1871.Novela histórica y novela negra: una eficaz simbiosis

Los dos libros tienen orígenes muy distintos. La de Natt Och Dag es una primera novela que forma parte de una trilogía y que ya se ha convertido en un fenómeno de ventas en toda Europa, mientras que la de Le Corre se encuadra dentro de una carrera mucho más amplia, la de un clásico vivo del noir francés. Sin embargo los dos forman parte de un subgénero que hibrida el histórico con el policial para tomar lo mejor de cada uno, una tendencia en la que los editores se han fijado con intensidad y que, a tenor de sus apuestas para un futuro próximo, dará más buenas noticias.

Cecil Winge es un investigador tísico, con fecha de defunción programada, de memoria implacable y admirador de Rousseau y de las nuevas ideas, un amante de la verdad y la justicia que se empeña en 1793 en hallar la verdad sobre un torso que han hallado en el río. El impecable procedimental que se desarrolla a partir de esta idea tiene como coprotagonista a Mickell Cardell, un veterano de guerra, manco, alcoholizado y pendenciero con el que el autor cubre otra parte esencial de la sociedad sueca de la época. Dividida en cuatro partes, la estructura plantea los hechos ocurridos en otoño de 1793 y va hacia atrás dos veces (al verano y a la primavera del mismo año) para presentarnos las otras piezas del puzle y proceder en la parte final a su resolución. La mayor parte de los personajes protagonizan vidas cortas, rodeadas de muerte y condenadas a un final cruel. A través de la trama, el autor bucea en la hipocresía y la corrupción del reino de Suecia en la época, y muestra cómo los poderes se aliaban con los malvados o se nutrían de ellos y hacían que la verdad fuera inasible, un planteamiento que se antoja contemporáneo. “Hay cosas en este mundo que nadie puede cambiar y el privilegio de los fuertes es una de ellas, diga lo que diga tu amado Rousseau”, le suelta a la cara un policía corrupto a Winge para reflejar todo esto.

“Es posible que no salgamos vivos de esta, pero al menos habremos hecho lo que teníamos que hacer”, asegura el honrado policía circunstancial que protagoniza Bajo las llamas. Antoine Roques es un antiguo encuadernador elegido por el pueblo comisario en la Comuna de París “por su integridad”. Es, también, un hombre bueno que sabe que la Comuna será derrotada, pero que él tiene la oportunidad de encontrar al monstruo que está secuestrando, violando y matando jóvenes y restituir algo de justicia en el mundo. Responde el protagonista de la novela de Le Corre al modelo de Bernie Gunther o Martin Bora, hombres para los que cualquier muerte importa tanto como las demás y que buscan solucionar crímenes ordinarios en medio del fin del mundo. En Bajo las llamas sabemos desde muy pronto a quién se persigue y por qué, pero eso no resta un ápice de interés a la trama. Como en 1793, el autor utiliza los diálogos y la historia para mostrar un mundo en constante reinvención. Paralelo a la resolución de la intriga hay un relato poliédrico de la caída de la Comuna que traslada al lector a las barricadas de Los miserables. Pujols, un brutal asesino buscavidas que ha probado el gusto del mal y es incapaz de desengancharse, es el contrapunto ácrata a todo el idealismo de los revolucionarios. Un cochero de oscuro pasado que sabe que solo le queda la redención completa un primer grupo de personajes muy notable. Pero hay más: no queda ni un revolucionario sin perfilar, ni un motivo sin argumentar y cada personaje así construido enriquece la parte histórica de la trama.

Dos libros, en definitiva, que prueban que en buenas manos la hibridación del género policial con el histórico da réditos editoriales y literarios.





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