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Notre Dame en llamas

Un incendio derrumbó el techo de la nave central y la aguja de la icónica catedral gótica de París

15 de abril. Era el final de un día despejado, la hora en que los parisienses regresaban a casa tras la jornada laboral o se agolpaban en los cafés y los turistas disfrutaban de la primavera de París, cuando estalló un incendio que quedará grabado en la historia gloriosa y trágica de esta ciudad.

Notre Dame en llamas

El fuego devastó la catedral de Notre Dame, símbolo de la capital francesa, Patrimonio Mundial de la Unesco y uno de los monumentos más visitados del mundo. La aguja y el techo se hundieron. Llegó a temerse un desastre total, pero hacia las 23:00 horas los bomberos aseguraron que la estructura y las torres estaban a salvo. Nuestra Señora de París había sobrevivido a la destrucción, pero reparar los destrozos puede llevar años.

UNA HERIDA QUE TARDARÁ EN CERRARSE

Quienes a esa hora paseaban por las calles y millones de personas en todo el mundo asistieron alucinados, en vivo o por televisión, en sus computadoras o celulares, a la destrucción del edificio más conocido de la ciudad junto a la Torre Eiffel, nueve siglos de piedras bajo las llamas que todo lo devoran.

Cerca de la medianoche, cuando el fuego parecía controlado, el presidente francés, Emmanuel Macron, acudió por segunda vez al pie de la catedral y declaró: “se ha evitado lo peor, aunque la batalla no se ha ganado del todo. Gracias a la valentía de los bomberos se han salvado las torres y la fachada”, dijo antes de anunciar una colecta nacional e internacional para la reconstrucción: “reconstruiremos Notre Dame, porque es lo que los franceses esperan, lo que nuestra historia merece, nuestro destino profundo”.

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Las llamas devoran la aguja y parte del techo de Notre Dame.

OBRA DE LA FATALIDAD

El incendio se declaró hacia las 18:50 horas. Su origen se encuentra en las obras de renovación que se realizaban en el viejo templo, según las primeras informaciones oficiales. Los turistas de la zona fueron desalojados. Los obreros que trabajan en la restauración del edificio no se hallaban en ese momento. La Fiscalía de París abrió una investigación por destrucción involuntaria por incendio.

La ausencia de víctimas mortales (solo un bombero sufrió heridas graves en las operaciones de rescate) es la única buena noticia de la noche de fuego y cenizas en la isla de la Cité, en el Sena, en el corazón de la capital, el lugar al que ningún visitante puede dejar de acudir, punto de encuentro entre las dos riberas de París, kilómetro cero de Francia, epicentro de una urbe vibrante golpeada en años recientes por atentados sangrientos, pero nunca por una destrucción del patrimonio que puede recordar a los incendios de los teatros del Liceo en Barcelona en 1994 y La Fenice en Venecia dos años después.

Cuando la aguja y el techo de Notre Dame se derrumbaron, cerca de una hora después de que saltasen las primeras llamas y del tejado saliese una humareda visible desde buena parte de la ciudad, lo que se hundió fue más que una vieja iglesia gótica. Construida entre los siglos XII y XIV y atracción turística que recibe unos 13 millones de visitantes anuales, en sus naves se resumía una parte de la historia de París y Francia.

Era lo más arcaico que quedaba hecho cenizas y a la vez, ante las miradas de todo el mundo, que seguía segundo a segundo el incendio como un espectáculo siniestro en tiempo real. Una versión actualizada y por fortuna, sin la devastación humana de los ataques terroristas de 2001 en Nueva York. Unos 400 bomberos participaron en las tareas de extinción. La isla de la Cité fue parcialmente evacuada.

MENSAJES DE ALIENTO

Macron anuló un discurso solemne que tenía previsto pronunciar esa noche y se desplazó hasta el lugar de los hechos. La canciller alemana, Angela Merkel, lamentó la destrucción de “un símbolo de Francia y de la cultura europea”, mientras que el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, manifestó su consternación ante tamaño desastre. La Casa del Rey publicó un mensaje en su cuenta en Twitter: “El pueblo francés la reconstruirá, la levantará de nuevo. Y estaremos ahí, el mundo entero está y estará con Francia. La catedral de Notre Dame resurgirá de sus cenizas”.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, propuso en un mensaje en la misma red social apagar el incendio desde el aire. La Seguridad Civil francesa precisó que era peligroso lanzar agua desde un helicóptero o un avión, pues la intensidad y la baja altura podría debilitar la estructura y provocar daños colaterales en los edificios de los alrededores.

El fuego todavía no estaba apagado cuando se escucharon los primeros llamamientos para la reconstrucción.

ÍCONO DE LA CULTURA

Notre Dame, que es propiedad del Estado francés, trascendió hace tiempo su carácter religioso. Pero hoy es un ícono de la cultura, inseparable del perfil urbano de la capital, el skyline, si esta palabra inglesa pudiese aplicarse a esta ciudad casi sin rascacielos, ni edificios modernos. La reconstrucción empieza hoy y la asignación de responsabilidades también.

Al caer la noche, el fuego todavía iluminaba el inmueble. El 15 de abril de 2019, un imborrable lunes de fuego y ceniza en el corazón de París y de Europa.

Cada vez que una llama volvía a alzarse entre las torres de la catedral de Notre Dame, un grito ahogado sacudía a los miles de parisienses y turistas que asistían  impotentes, a la destrucción de uno de los referentes históricos y turísticos de París, de Francia y del mundo.

“Son los fundamentos de la historia del país y de París, los que desaparecen entre las llamas. Es muy duro”, decía Cyril, un treintañero con los ojos enrojecidos, emocionado ante la imagen devastadora de las llamas que desde finales de la tarde del lunes devoraban la cubierta de la catedral situada en pleno corazón de la Ciudad Luz, de la que es uno de sus principales símbolos.

MIRADAS DE INCREDULIDAD

Frenéticos, agentes de policía de uniforme y de paisano trataban de empujar a las miles de personas que se congregaban a las dos orillas del río Sena para seguir el dantesco incendio hasta un perímetro de seguridad. Ni las cenizas y brasas que caían sobre la gente aún a varios centenares de metros del desastre hacían desistir a quienes no lograban apartar la mirada de lo que todos coincidían en calificar de catástrofe.

Cuando se derrumbó su emblemática aguja, una nueva oleada de consternación recorrió a la multitud, que guardaba un inusual silencio cargado de angustia sobre el que resonaban con mayor fuerza las sirenas de los cientos de bomberos movilizados para frenar el desastre.

Marthe apenas se atrevía a mirar, pero tampoco lograba marcharse. Las lágrimas le nublaban la vista mientras seguía horrorizada el ascenso de las llamas que se alzaban entre las dos torres principales y que ya habían devorado toda la cubierta.

Cantante en el coro de Notre Dame, lo que veía desaparecer era más que un monumento o un pedazo de historia. Era su vida. “He venido a decirle adiós”, alcanzó a decir antes de volver a estallar en sollozos.

Pasadas las 22:00 horas y mientras los bomberos continuaban trabajando, decenas de personas entonaron himnos. “Es una parte de nosotros lo que se va, necesitamos expresarlo”, dijo Yannick, uno de los congregados.

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Un grupo de personas ora y contempla el siniestro del emblemático ícono cultural de París.

EL INICIO DE LA CATÁSTROFE

Esta comenzó alrededor de las 18:50, cuando el centro de París seguía a rebosar de los miles de turistas llegados con el comienzo de la Semana Santa y los parisinos que salían a esas horas de sus trabajos o paseaban por el centro de su monumental ciudad.

Los bomberos lograron controlar el incendio pasadas las 20:00 horas. Entonces, el foco de las autoridades cambió. La prioridad pasó a ser salvar lo salvable ante “daños colosales”.

“Una misión especial ha sido encargada de intentar recuperar todas las obras de arte que se puedan salvar”, explicó Emmanuel Grégoire, alcalde adjunto de París. La caída de la noche aplacó los ánimos, pero no despejó mucho los alrededores de la catedral en una ciudad atónita ante la pérdida de uno de sus referentes, que seguía desprendiendo un humo visible en buena parte de la capital.

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La columna de humo, visible a kilómetros de distancia, se eleva sobre la catedral, erigida a orillas del río Sena.

¿QUÉ SE SALVÓ?

La Corona de Espinas y la Túnica de San Luis, piezas clave del tesoro de Notre Dame, fueron salvadas durante el incendio. La corona, conservada hasta la Revolución Francesa en la Sainte-Chapelle, edificio construido expresamente para albergarla, reposa en Notre Dame desde 1806.

A finales del siglo XIX, ese valioso relicario fue colocado dentro de un tubo circular de oro y cristal en el que permanece hoy. Otros relicarios de gran valor, como el fragmento de la Cruz del Calvario y uno de los clavos que sirvieron para fijar a Cristo a la cruz, también escaparon a las llamas. El tesoro fue trasladado al Ayuntamiento de París, situado cerca de Notre Dame y tendría que ser transportado al Museo del Louvre.

Los llamados Beffrois, las dos torres principales del edificio que albergan las campanas, fueron salvados, según el portavoz de los bomberos de París, Gabriel Plus, pese a que el fuego llegase a incendiar una parte de la torre norte. Mientras tanto, las 16 estatuas de cobre que fueron colocadas bajo la aguja en 1860 durante la ampliación de Notre Dame en el siglo XIX, escaparon a las llamas por milagro. Esas efigies, que representan a los 12 apóstoles y a los cuatro evangelistas, habían sido desmontadas por las autoridades francesas el 11 de abril en el marco de la restauración en curso. Tenían que volver a su lugar en 2022.

El altar también estaría a salvo, según una fotografía difundida en las redes sociales por el padre Pierre-Hervé Grosjean, de la diócesis de Versalles. La gran pieza de mármol y la cruz que lo presiden seguirían en su lugar. En cambio, el estado de la monumental Piedad colocada en el ábside, que esculpió Nicolas Coustou en el siglo XVIII, sigue siendo incierto.

"Es una parte de nosotros lo que se va". *Yannick, uno de los congregados.

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Una multitud observa el incendio en la catedral.

¿QUÉ QUEDÓ DESTRUIDO?

La aguja de Viollet-le-Duc, que se alzaba a 93 metros del suelo y el campanario situado en la parte posterior de la nave desaparecieron al comienzo del incendio, igual que el armazón del siglo XIII conocido como El bosque por la cantidad masiva de roble que se usó para construirlo. Uno de los órganos de Notre Dame, obra de Aristide Cavaillé-Coll, también estaría dañado.

“Es demasiado pronto para hacer un diagnóstico total y un inventario del desastre, pero el órgano parece estar perjudicado”, confirmó el lunes el ministro de Cultura, Franck Riester. El gigantesco instrumento musical, construido entre los siglos XV y XVIII, cuenta con un total de ocho mil tubos y una caja adornada con autómatas y había sido restaurado en 2014.

El fuego no pudo alcanzar los grandes cuadros de los siglos XVI y XVII, conocidos como Mays, que colgaban de las paredes de la nave, el coro y las capillas. Pero todos ellos sí quedaron dañados por el agua, según admitió Riester, que anunció una restauración inmediata. Sus grandes dimensiones impidieron que fueran descolgados a tiempo. Esas escenas religiosas, que recuerdan la vida de los apóstoles, fueron obsequio del gremio de orfebres parisinos entre 1630 y 1707. Llegaron a existir 66, de los que 13 seguían expuestos al público hasta este lunes. Entre sus autores figuran pintores de renombre en la época, como Charles Le Brun y Jacques Blanchard.

Mientras tanto, los tres grandes rosetones del siglo XIII permanecerían en su lugar, según el portavoz de la catedral, André Finot, pero algunas vidrieras del siglo XIX habrían sido víctimas de las altísimas temperaturas, que lograron fundir el plomo que sostiene sus fragmentos de cristal.

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Miembros del cuerpo de Bomberos de París participan en las labores de extinción del fuego.




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