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No faltaron las risas

Me gusta mucho esta frase, que generalmente va acompañada de un poco de nostalgia

Me gusta mucho esta frase, que generalmente va acompañada de un poco de nostalgia. Al término de un ciclo o una vida, se expresa como una manera de decir que, a pesar de las dificultades y problemas, a pesar de los retos vividos, no faltaron los momentos de alegría, esos que hacen que la vida o la experiencia haya valido la pena.

No faltaron las risas

Clases y conferencias

Desde mi primer año ahí empecé a impartir, además de las materias, un ciclo de conferencias de motivación para los muchachos, el Proyecto de Desarrollo Humano. La primera conferencia la iniciaba haciendo una dinámica con una papa y un popote para ilustrar cierto principio y, a partir de ahí, seguían quince conferencias en las que, principalmente, les enseñaba que ellos también tienen derecho a soñar y a alcanzar sus sueños. Embargado por la emoción y con el corazón de pollo que tengo, derramaba lágrimas en más de una conferencia.

Cuando anuncié mi retiro, recibí muchísimas expresiones de cariño, hubo despedidas de alumnos, la directora de la carrera y mis compañeros maestros, además de una comida de despedida, prepararon un video que, para variar, me hizo llorar. Mis alumnos (chamacos, como les digo de cariño) expresaron también palabras muy bellas, pero unas de las que más me impactaron fueron las de un joven que, con relación a las conferencias, dijo: “Cuando el contador Tárrega nos hablaba, eran como si las palabras de Dios se bajaran a nuestro idioma”. Yo no sé si eso sea cierto, pero si acaso lo era, tal vez sería porque Dios es amor, y amor era el ingrediente con el que trataba de aderezar esas conferencias.

Como catedrático, generalmente impartí materias relacionadas con mi profesión. Sabiendo que las finanzas pueden ser terreno árido para muchos chicos, traté siempre de incluir en mis clases un poco de humor.

Cuando no les cuadraba el balance general les sugería que se encomendaran a “San Ajustín”, santo patrono de los contadores. Al iniciar cada tetra les anunciaba: “todo lo que digan, hagan o escriban podrá ser usado en un meme” (que por supuesto, publicaba en Facebook). Así que los muchachos le tenían pavor a ser víctimas de mis memes, aunque luego se me ponían “de pechito”, como aquella chica que, en un trabajo final, en lugar de “Estado de Variaciones en el Capital Contable” puso “Estado de Vacaciones en…” (ya le andaba por irse). Ni cómo perdonarle el meme. O la infinidad de memes que se ganaron por escribir mal mi apellido.

Otros recursos, usar nombres chuscos para las empresas de los ejercicios (La Tuerca Feliz, La Tuerca Infeliz, La Tuerca Asesina, y en el examen, La Tuerca Reprobada); incluir alguna opción chusca en las opciones de respuesta de un examen (“Si el gerente me pide otra iteración yo debería…” opción n: mentarle la madre y renunciar). Y otros recursos similares para tratar de hacer de las finanzas un tema menos estresante para los muchachos.

“A un profesor”

Por eso me encantó este poema que me escribió una alumna, Daneyda Arán Ramírez, porque en él combina la nostalgia de la despedida con el humor que traté de que siempre me acompañara en clase (comparto solo unos fragmentos):

“Hoy, positivo, pero con la vista cansada / muy probablemente el cuerpo adolorido / un profesor culmina su docencia / y nos deja el corazón partido.

Una conferencia bastó / solo una papa y un popote / nada más se ocupó / para que se me escurriera el mocote.

Fueron tantos memes / varias víctimas publicaba / todo era risas y diretes / hasta que salí embarrada.

Eran mentiras, era falacia / aun no aprendo a puentear cables / ruego a San Ajustín su asistencia / y que me cuadren los balances.

Pido disculpas, y espero curen la llaga / en nombre de cada alumno / Tarraga, Tarreaga o Tarrega / siempre será el profesor número uno.

Un 30 de abril justamente / se va, como el corazón de un niño / todo claro, nada pendiente / alegre, en paz y lleno de cariño.

Feliz, porque lo hizo con pasión / y el tiempo se le fue volando / yo podría apostar el corazón / a que el profe ya está llorando.

Con lágrimas en los ojos / nos despedimos del contador Chuyito / pero a la vez, nos sentimos orgullosos / pues sus esfuerzos han dado fruto.

Le damos las gracias infinitas / por ser extraordinario / sepa que cada una de sus palabras / han dejado una huella a diario.

Dios le preste larga vida / harta fuerza y salud / ojalá lo llene de dicha / y pronto lo veamos en Youtube”.

Como le dije a Daneyda cuando me mandó el poema: “solo una cosa te falló; pusiste que iba a estar llorando en el décimo párrafo; empecé a llorar desde el tercero”.

Y pues sí, me voy con lágrimas de nostalgia, pero a la vez contento por el cariño de tanta gente, y por saber que, entre tantos números, cuentas y balances, no faltaron las risas. Risas que me llevaré en el alma. Gracias a todos, y especialmente a ustedes, mis muy queridos chamacos. Hasta siempre.



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