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México resucita la cultura chicana

La capital mexicana profundiza en las complejas expresiones de la identidad fronteriza a través de un inédito taller literario y la primera exposición en 14 años

Una calle cualquiera de Los Ángeles en 2010: gente saliendo de las tiendas, coches detenidos ante el semáforo en rojo y de repente, un grupo de bigotones de piel curtida, rifles al hombro y cinturones de balas cruza la calle montados a caballo como el ejercito de Pancho Villa.

Taller de literatura chicana en la Ciudad de MéxicoMéxico resucita la cultura chicana

“Los chicanos eran vistos como gente que trabajaba en el campo, que estaban ahí solamente para eso. No se si los veían como menos, pero sí como diferentes. Incluso para mi, que soy mexicana, eran diferentes”, recordaba sentada en una clase de un taller de literatura chicana.

En la pizarra hay proyectado un fragmento del libro que están estudiando:

“somos invisibles en una ciudad guiada por la purpurina, las grandes pantallas y los grandes nombres. En todo este glamour no caben nuestros nombres, nuestras caras. El lema ‘este no es tu país’ resuena durante toda nuestra vida”.

UNA EXPOSICIÓN Y UN TALLER

“Construyendo puentes. Arte chicano de Los Ángeles a Ciudad de México” y  “Literatura chicana y fronteriza ¿de aquí o de allá?”, albergadas en dos prestigiosas instituciones privadas y públicas, han coincidido sin premeditación este otoño entre la amplia oferta cultural de la capital mexicana, apuntando a una angustia y un deseo a los dos lados de la frontera.

“Desde la llegada de Trump, el gobierno mexicano parece que está prestando más atención a los problemas de nuestra comunidad en Estados Unidos, pero nosotros llevamos décadas tratando con esto. Hay que buscar la manera de establecer vínculos entre México y nosotros, crear una estructura a largo plazo”, defiende Cástulo de la Rocha, abogado, empresario y coleccionista de arte en Estados Unidos, hijo de braceros chihuahuenses (la masiva oleada de agricultores mexicanos en los 40) que ha cedido la mayor parte de las 70 piezas de la muestra del Museo de Arte Carrillo Gil, organizada con el apoyo de la Secretaría de Cultura y la Universidad de California.

La agresividad xenófoba de Trump ha trascendido los ataques verbales. Durante el primer semestre del año, la administración republicana deportó a 109 mil 296 ciudadanos mexicanos, un 42% más que el mismo período del año anterior. La muestra del Carrillo Gil es la primera exposición sobre arte chicano que alberga la capital mexicana en 14 años.

FUERA DEL CANON

Para el centro público que imparte el taller, también es su primera vez con la literatura chicana.

“Además del ámbito estrictamente académico, no hay mucho espacio para estas disciplinas. Estamos haciendo un esfuerzo por atender a las expresiones que no están dentro del canon”, explica Alberto Rodríguez, director del Centro de Creación Literaria Xavier Villaurrutia.

Fuera físicamente de México y simbólicamente también fuera de Estados Unidos. En el margen, atascados en una identidad de frontera. Através de generaciones y generaciones, lo chicano se refiere más bien a una suma de identidades. No son mexicanos pero en Estados Unidos tampoco se sienten estadounidenses”, explica Paula Duarte, directora del Carrillo Gil.

La tensión dentro-fuera aparece en la repetición del motivo de la casa durante la muestra. Las estampas al oleo rígidas y simétricas de Salomón Huerta o los detallistas jardines traseros con cactus y agaves al pastel de Ana Serrano. “Dentro es el rastro mexicano, la familia, la comida, las fiestas tradicionales. Fuera, la diáspora, la ajenidad, la perdida, la violencia, los modismos”, añade la directora del museo.

CONFLICTO EN AMBOS LADOS

Ya desde los pachuchos, la primera subcultura de los migrantes mexicanos en los 40, comenzaron las fricciones.

“Se rebelaban contra la moralidad puritana de sus familias y a la vez chocaban contra el alistamiento militar estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial”, explica la politóloga y traductora María Cristina Hall, profesora del taller literario. El óleo de Frank Romero “The closing of Whittier Boulevard”, colores chillones, trazo expresionista, es un testimonio de uno de estos legendarios choques: en 1979 la policía angelina llegó a cortar calles enteras para evitar las carreras de Low riders, coches antiguos retocados para estilizarlos al máximo.

La eclosión de arte chicano prende en los 60 al calor de los movimientos por los derechos civiles de la comunidad negra y las protestas por la guerra de Vietnam. El mural de ocho por tres metros que inaugura una de las salas de la muestra da cuenta de los orígenes. Facturado en 1994 por Los Four, uno de los colectivos seminales, es un homenaje al grafiti, pero también a la tradición del muralismo mexicano. “Parten de ahí, pero también existe una voluntad muy marcada de superar el cliché del arte popular o underground y avanzar en todos los lenguajes del arte contemporáneo: instalación, performance, videoarte, etcétera”, añade la directora del museo. El precio de mercado de las obras de los autores más consolidados supera los 70 mil dólares.




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