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Los cuervos negros vuelven a volar

The Black Crowes, la banda que revolucionó el rock norteamericano de los noventa, se reúne, cinco años después de su separación por las disputas entre los hermanos Robinson, para ofrecer una gira mundial

La excitación que se respira en el ambiente se quedará pequeña en comparación con lo que sucederá minutos después sobre el escenario. 

Rich (izquierda) y Chris Robinson, de The Black Crows.Los cuervos negros vuelven a volar

“Hace unos años hubiese visto imposible volvernos a juntar. No lo hubiese imaginado. Para ser sincero, me alegro de que haya pasado”, confiesa Chris Robinson, cantante de The Black Crowes. Su hermano Rich, sentado a su lado, asiente ligeramente con la cabeza. Ambos charlan en la habitación de un hotel céntrico de Londres el día siguiente de la actuación, que sirvió para presentar su gira de reunión, organizada por Live Nation.

La gira mundial de los cuervos negros llega con motivo del 30 aniversario de la publicación de su primer disco, Shake Your Money Maker. “Me parece guay pensar que no estamos lejos de todo aquello”, arguye Rich. “Fue todo exageradamente excitante. Tocamos en un solo disco el pico de lo que era ser una estrella del rock”, añade.

Shake Your Money Maker fue un debut que marcó un punto de inflexión en la música norteamericana. Una obra que recuperaba el legado de la más genuina savia del rock sureño, como Lynyrd Skynyrd, The Allman Brothers Band o Tom Petty, y a su vez vibraba con corazón negro. Como si a Stax Records, la gran factoría del soul de Memphis, le diese por hacer rock and roll. O, tal y como sucedió en el caso de The Black Crowes, como si los chicos blancos desmelenados se desviviesen por ser como Otis Redding. Tanto fue así que en el álbum triunfaron con su versión del visceral Hard to Handle, añadiéndole pegada rock. “Siempre estuvimos en el soul, el blues o el góspel. Fue nuestra alimentación”, explica Chris, mucho más expresivo que su hermano. “Cuando salió Shake Your Money Maker en 1990 no había un rock and roll como el nuestro”.

Aquel primer disco marcaría el camino de una banda que, con todos esos genes, acabaría por definir un estilo en mitad de una década marcada en Estados Unidos por el terremoto del grunge, el auge imparable del hip-hop y las vibraciones aún recientes del heavy rock de los ochenta. Entre Nirvana, Public Enemy y Guns N’ Roses, The Black Crowes abrieron una nueva vía, de un elegante clasicismo y una fuerte contundencia, gracias a más discos destacados como The Southern Harmony and Musical Companion y Amorica. Un camino alternativo que no paró de sumar discípulos, como Ben Harper, Drive-By Truckers, North Mississippi Allstars y Gov’t Mule, pero también público: amantes del rock de siempre, adoradores de los sonidos raíces, oyentes provenientes del heavy o el grunge pero de oídos más tolerantes…

“Nosotros amábamos a los Faces y todos esos grupos de bar de los setenta, pero también a Jimmy Reed, Chuck Berry y Hank Williams. Cuando la gente nos escuchaba, no escuchaba ninguna moda. Representábamos a toda la tradición del rock”, dice Rich. Herederos directos de aquellos Rolling Stones también fascinados con el soul, The Black Crowes se convirtieron a finales de siglo en una alternativa tan buena o mejor que los propios Stones. “Éramos representantes de una feria de rock and roll itinerante, rockeros gitanos”, indica Chris con una risa. Luego, sin embargo, las dispu­tas internas, los cambios continuos de formación y la falta de simbiosis restaron fiereza a un grupo que llegó al siglo XXI como un coloso de la americana, pero con cierta parálisis vital.

Esta gira de reunión no viene sin polémica. Se podría afirmar que los hermanos Robinson son los Gallagher de la música norteamericana. Siempre tirándose los trastos y compitiendo entre ellos. Cuando se separaron en 2015, Rich calificó la actitud de su hermano de “inaceptable”, y Chris se iba metiendo con él públicamente por distintos programas de radio mientras se enorgullecía de su nuevo grupo, Chris Robinson Brotherhood.



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