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‘Lorca. Basado en hechos reales’: lo que el poeta transportó de la vida a la literatura

Un libro expone la base histórica de algunas obras del escritor, varias de ellas en relación con las circunstancias de su asesinato, que achaca a las rencillas vecinales y familiares más que a razones políticas

Para alguien ajeno a la situación social de los pueblos de la Vega granadina en los años veinte y treinta del pasado siglo, ¿tiene sentido conocer el sustrato real del que Lorca tomó argumentos para su escritura? Entiendo que sí, porque aquellos hechos dan luz al proceso creativo del autor, que los desborda y universaliza, sin contar con que explican la formación y los constituyentes de su psiquismo.

Federico y Francisco García Lorca (derecha), en la casa granadina de la Acera del Darro.‘Lorca. Basado en hechos reales’: lo que el poeta transportó de la vida a la literatura

Bodas de sangre se inspira en una boda frustrada, en que la novia huyó con un primo que fue asesinado a tiros por el hermano del novio, casado a su vez con una hermana de aquella. Este enredo criminal y endogámico ocurrió en julio de 1928, en cortijos del Campo de Níjar, donde, como en una tragedia naturalista, inducen al crimen el calor sofocante, la sordidez y la avaricia urdidora de matrimonios de conveniencia para ampliar las tierras, secarrales agrietados que apenas producían algo de esparto. Sin exprimir las numerosas diferencias, el fatalismo pasional que inflama el drama de Lorca y el corazón de su Novia no es aplicable a Paca la Coja, la pobre tullida del funesto episodio almeriense; ni la pulsión erótica y las exigencias poéticas del honor admiten parangón con el turbio crimen rural, tras toparse fortuitamente el asesino con los fugitivos; ni, en fin, el Novio lorquiano, muerto como su antagonista Leonardo en una pelea a cuchilladas, es homologable al de la realidad, que trata de zafarse de su imputación en un delito que no cometió.Indagaciones como esta deben extremar la precisión y la fidelidad histórica, pues el lector común no puede comprobar la veracidad de múltiples afirmaciones —y acusaciones— que se hacen. Así que las inexactitudes e incongruencias no ya con lo sucedido, sino con el texto mismo, minan la confianza del lector en otras aserciones incontrastables, verdaderas o no. Citaré como ejemplo un par de desajustes, uno documental y otro interpretativo. El primero: al novio de Níjar se le denomina, en apenas cuatro páginas (99-102), Casimiro Pino Pérez, Casimiro Pérez Pino y Francisco Pérez Pino, cosa no menor en un marco endogámico que favorece la confusión onomástica. El segundo: en Bodas de sangre, a la madre del Novio se le envenena el alma al enterarse de que Leonardo, antiguo novio de la prometida de su único hijo, pertenece a la familia de “los matadores” (o sea, de los asesinos) de su marido y de su primogénito, en tanto que Caballero parece entenderlo en clave taurina, cuando escribe que era “miembro de una familia de matadores, elemento costumbrista, casi cliché desde entonces” (p. 119).

Como motivo histórico del ‘Romance de la Guardia Civil española’ señala Caballero una huelga agrícola en la campiña jerezana en 1923. 

El autor identifica a los oficiales de la Benemérita que reprimieron violentamente a los jornaleros y desmantelaron los asentamientos gitanos, y pasa concienzuda revista al historial de cada uno tanto previamente (carga de los guardias contra las faeneras levantadas en Málaga en 1918, que poetizó Mauricio Bacarisse en ‘Mujeres muertas’) como después: Sanjurjada de 1932, masacre de Casas Viejas de 1933, Alzamiento militar de 1936, al que se adhirieron. 

Es el caso, poco antes del asesinato del poeta en el que alguno está también concernido, del hostigamiento sufrido por la familia García Lorca en la Huerta de San Vicente, en el que participó el verdugo de Casas Viejas, el capitán Rojas Feigenspan (cuñado del artillero Juan Hernández Saravia, amigo y fidelísimo colaborador militar de Azaña, a quien aquella matanza echó a perder parte de su crédito y, con él, el de la República).

En La casa de Bernarda Alba se hace casi inextricable la maraña de allegados y familiares por algún costado de los García Lorca, que pasan de las musas al teatro: los Alba, los Roldán, los Benavides. 

Varios, además, intervinieron o pudieron intervenir en la muerte del poeta.

El autor de este libro concede primacía jerárquica a la realidad de que se nutre la literatura sobre la propia literatura, y así lo indican varios epígrafes de su obra, uno de los cuales reza “La verdadera Bernarda Alba” (cursiva mía), que para él no es la del drama lorquiano, sino Francisca Alba Sierra. 

Es su propósito y está en su derecho, pero hubiera convenido que dispusiera en orden orgánico y no acumulativo los componentes, no insertara en el núcleo aspectos aquí subsidiarios o digresivos (biografía de Agustín Penón, represión en Chauchina en 1936) y separara tajantemente hechos comprobados de suposiciones mejor o peor fundadas, como los motivos del asesinato por los sublevados en 1936 de Antonio Cortés Heredia, uno de los dos hermanos Camborio con los que el poeta construyó un espléndido arquetipo humano.

Objetado esto, es imposible leer este libro sin sentir el ramalazo del genio de Lorca y su capacidad para convertir la ganga de los hechos en el oro de los mitos.

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De izquierda a derecha, Ana Belén, Enriqueta Carballeira, Aurora Pastor, Mercedes Lezcano y Vicky Peña, como las cinco hijas de Bernarda Alba, en una escena del rodaje de 'La Casa de Bernarda Alba', dirigida por Mario Camus entre 1986 y 1987.

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El poeta granadino Federico García Lorca.



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