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Lo que el viento se llevó

Muy lejos estaba el teniente don Joseph Francisco Ballí —Vallina era su apellido original—, de que la decisión que había tomado junto con algunos vecinos principales de la villa y el medio cabildo —medio cabildo porque la villa no tenía la población suficiente para tener cabildo completo— de Reynosa, la Santanderina, de trasladarse de su poblado original al paraje de San Antonio, también llamado Lomas de San Antonio. Iban a sembrar la semilla con esa decisión de la creación de una población que con el devenir del tiempo, se convertiría en una gran ciudad que ahora denominan “Metrópoli”.

Lo que el viento se llevó

EL ASUNTO NO ERA PARA MENOS

El señor Coronel don José de Escandón y Helguera Conde de Sierra Gorda por sus propios méritos, había fallado terriblemente en la selección del lugar donde ordenó al capitán Carlos Cantú González, judío converso o cristiano nuevo —Cantú, apellido de origen italiano y González, judío)— para que asentara a la vera del río a las 43 familias y 11 soldados que traía consigo para la fundación de la villa de Reynosa, la que se puso bajo la advocación de la virgen de Guadalupe. 

Como toda persona humana, don José de Escandón y Helguera cometió el error de seleccionar un mal paraje para situar a la villa de Reynosa, tocaya de Reinosa la cantábrica, porque simplemente ignoraba el coronel de las fuertes avenidas que año con año traía el río Grande, desbordándose y formando inmensas lagunas en ambos lados de sus riberas. 

Fueron muchos los oficios, cartas, memorándums, solicitudes, que los lugareños enviaron a sus autoridades pidiendo la autorización para el cambio de la villa original a un lugar más seguro. Bueno, las autoridades de todos los tiempos nunca se han caracterizado por la agilidad en el desempeño de sus funciones y las de ese entonces, las del virreinato y del reinado, no eran la excepción y las solicitudes durmieron el sueño de los justos. 

El 26 de junio de 1802, la villa de Reynosa, la del Nuevo Santander, sufrió una terrible inundación. El teniente don Joseph Francisco Ballí reunió a su familia y a otras que quisieron seguirlo y con miles de esfuerzos y peligros se trasladaron a su propiedad en las Lomas de San Antonio, cambio que culminó el 4 de julio.  Algunas familias no aceptaron el traslado y allá se quedaron. 

El asunto es que, reconociendo el gobierno virreinal la actitud positiva del teniente Ballí, posteriormente acepta el cambio del lugar y lo asciende a capitán. El ahora capitán ya había puesto en vigor las Leyes de Indias para el nuevo asentamiento y elaborado el plano con medidas y colindancias de los terrenos para los nuevos colonos, así como para la iglesia y la casa —Ayuntamiento— y el mercado.

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UNA GRAN LECCIÓN

Toda la vida de la humanidad ha sido de crisis constantes. Siempre nos estamos quejando de que hay crisis, pero no aprendemos. Nuestros primeros colonos se las vieron negras. Tuvieron que limpiar los terrenos cubiertos de maleza y árboles grandes, cortarlos en tablas, hacer sillares con la piedra caliza, perforar el durísimo terreno de caliza para hacer norias y aljibes, construir sus casas y además sembrar maíz, frijol y verduras para tener qué comer.

Para 1810, o sea ocho años después de su cambio, las familias pudientes de la villa encomendaron a los comerciantes viajeros que visitaban la región, les buscaran maestros constructores que quisieran venir a realizar las obras principales que se requerían como la iglesia y la casa consistorial.

Así fue como llegó a la villa de Reynosa el constructor don Jerónimo Ríos procedente del poblado “El Venado” de la provincia de San Luís Potosí. Don Jerónimo era un experto. Sabía dibujar, labrar piedra caliza, carpintería, herrería, fundición, pintura, en fin, era un experto en construcción. La comunidad le encomendó la construcción primeramente de la iglesia Nuestra Señora de Guadalupe, siendo el cura encargado don José Cárdenas.

El templo se terminó parcialmente en 1835, o sea 25 años después, porque la torre quedó inconclusa. Sin embargo, en una viga colocada en la base del altar y que ahora se encuentra en el Museo Histórico gracias al señor Juan F. Ríos Salinas, quien la rescató cuando iba para la basura. Dice que en 1835 era cura don Lorenzo Treviño.

La inconclusa torre se terminó en 1898 —según el historiador D. Donato Palacios— siendo presidente municipal el licenciado Juan B. Chapa, de la estirpe de don Juan Bautista Chapa originario de Italia y cronista anónimo de Nuevo León. Cabe señalar que el reloj original fue regalado en ese año por el Ayuntamiento de Matamoros.

A través de muchos años la población de Reynosa regía sus destinos por el citado reloj. Como los relojes de bolsillo eran patrimonio de los ricos, la gente humilde del pueblo se regía viendo desde los cuatro puntos cardinales la carátula cuyas manecillas se veían perfectamente bien de cualquier parte. Tuvo varias fallas y descomposturas como es natural y según tengo entendido el último experto a su cuidado fue don Donaciano García Gorena.

El caso es que el huracán “Dolly” con sus fuertes vientos desprendió su carátula del lado poniente y lo dejó inhabilitado, aunque dice don Poncho Berrones en declaraciones hechas al periódico EL MAÑANA que tenía como diez años sin funcionar. 

Durante muchos años, la Parroquia de Guadalupe con su torre, campanario y reloj ha sido el emblema de la población. Cierto que fue construida con miles de esfuerzos y sacrificios por nuestros humildes pobladores y que la ciudad de Matamoros nos regaló el reloj.

Pero ahora que Reynosa es una metrópoli con un millón de habitantes, ¿le pediremos de nueva cuenta a Matamoros que nos regale un reloj para la iglesia? ¿Seremos los reynosenses tan tacaños e incapaces de no poder solucionar nuestros propios problemas? La reflexión se la dejo a las autoridades municipales, eclesiásticas, clubes de servicio y demás que corresponda.

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Templo de Guadalupe ya terminado.

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Edificio de la Parroquia de Guadalupe con su torre ya terminada y su reloj.

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Presidencia municipal de Reynosa a principios del siglo pasado.

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El templo nuevo y el templo viejo en foto de 2016.

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Lic. don Juan B. Chapa y su familia cuando fue presidente de Reynosa.




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