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Lo último es autotune

Estrellas del pop internacional como Rihanna, Kanye West o Bon Iver, han convertido una simple tecnología de afinación en una apuesta estética que distorsiona la voz y aspira a poner banda sonora entre robótica, alienada y melancólica a nuestro tiempo

El 12 de julio de 1979 estaban citados en el estadio Comiskey Park de Chicago tanto los fans del equipo de béisbol local, los White Sox, que se iban a enfrentar a los Detroit Tigers, como todos aquellos que odiaban la música disco.

Lo último es autotune

Una campaña de una radio local había convocado a los verdaderos devotos del rock más auténtico. La idea era que trajeran un vinilo de algún artista de música disco que odiaran especialmente. Todos esos plásticos serían destruidos en un aquelarre festivo y reivindicativo que lograba jugar en dos ligas a la vez: la de lo lúdico y la del etnicismo.

Se esperaba que acudieran unas 25 mil personas, unas cinco mil más de las que atendían regularmente los partidos de los White Sox aquella temporada, que no estaba resultando especialmente fructífera –este equipo no ganó unas series mundiales entre 1917 y 2005–, pero al final fueron casi 50 mil los que se citaron en el estadio.

Al día siguiente los promotores del evento consideraron el destrozo un éxito. Nile Rodgers o Gloria Gaynor, íconos de la música disco, lo calificaron de vergüenza. La década de los ochenta dio la razón a los últimos.

AUTOTUNE

30 años después de ese trágico episodio en la historia del rock, se popularizó entre las nuevas generaciones del pop y del hip-hop un programa llamado autotune. Hasta entonces, este había sido utilizado casi en exclusiva para corregir defectos de afinación y su razón de ser radicaba en resultar casi indetectable al oído del humano medio.

Pero a finales de la pasada década se había convertido en un instrumento más. Era la época del “808s & Heartbreak”, de Kanye West, ese disco de lamento grabado casi por completo con este programa modificando la voz del rapero de Chicago. Se recordaba constantemente que el “One more time”, de Daft Punk y el “Believe”, de Cher, fueron los dos singles pioneros en el uso del autotune como un efecto retórico e intrusivo, no corrector e invisible.

De hecho, cuando a Cher le colocaron el efecto en el estudio y la canción fue presentada a la plana mayor de su sello, se exigió que se eliminara. Ella se plantó y dijo que sobre su cadáver pasarían para quitar aquello tan simpático. Ganó Cher.

En 2009, 11 años después de la edición del exitoso single de la diva, el autotune se había universalizado tanto que un célebre crítico musical lo calificó como “el punto definitivo de ruptura en la historia del pop”. Ese mismo año, Jay-Z le había declarado la guerra al invento en un tema titulado ‘DOA’ (siglas en inglés que significaban “muerte de autotune”).

SE MANTIENE VIGENTE

Estaba claro que a diferencia de la música disco aquello no iba a durar y que por fin, los guardianes de la autenticidad tendrían esa victoria que se les venía negando desde la llegada del punk. Pues no; nada de eso sucedió.

Hoy el autotune no sólo sigue existiendo, sino que se ha ubicado en casi toda la música surgida estos años. 

“En el hip-hop moderno se ha usado y se sigue usando mucho. Con los nuevos géneros como el trap y el rhythm and blues se utiliza sobre todo por la metodología DIY (hazlo tú mismo) de los productores en cuestión”, apunta Diego Fernández, director de DJ Magazine.

“Dadas las herramientas actuales y su precio más o menos razonable, cualquiera con ganas puede componer un tema con un portátil desde el sofá de su casa. Y esto incluye la voz, aunque no sepas cantar, ni tengas voz para ello. Se le pasa una buena dosis de autotune y solucionado. En la electrónica es más de lo mismo, depende del género, se usa en mayor o menor medida, pero normalmente se suele dar en ritmos latinos y con bastante poca calidad”.

La noticia sobre este programa es que ya no hay noticias sobre este programa. “Puedo estar de acuerdo con algunas de las críticas que se hicieron al anterior uso que se le dio”, apunta el periodista británico Tom Ewing. “Podemos utilizar una metáfora relacionada con el mundo de la moda: si un maniquí aparece en la portada de una revista ‘photoshopeada’ para parecer más delgada y tú te enteras de eso más tarde, el efecto que te provoca es muy distinto al que puedes tener al verla maquillada y peinada de forma fabulosa. La gente que odia el autotune lo compara con el Photoshop, pero en realidad es a la voz lo que ese maquillaje y ese peinado fabulosos son a la modelo”.

Del mismo modo que surgen nuevos maquillajes, nuevos productos de peluquería y se desarrollan nuevas tendencias y estilos en la forma en la que las personas se acicalan y tratan de proyectar una versión estética de si mismas acorde con los tiempos que corren. La música también puede hacer lo mismo. El autotune refleja de mejor forma lo que sucede en el pop actual que todos esos vocalistas que utilizan su talento para canibalizar estilos del pasado.

TECNOLOGÍA SINCERA

El autotune es una técnica honesta, aunque impersonal y es capaz de mostrar emociones a través de filtros digitales. Eso sí, debes saber escribir canciones para utilizarlo, si no en vez de un cantante de éxito sonarás como un robot con falta de oxígeno”.

“No se trata sólo de sonar mejor. También se usa para sonar así, autotuneado. Ahora mismo es sinónimo de “cantar” para muchos artistas. No sabemos si llegará un momento en el que se cansen. Evidentemente a las nuevas generaciones no les importa nada y mejor para ellos”, apunta el dúo de pop Hidrogenesse citando la falta de prejuicios de las nuevas generaciones como elemento clave para explicar la casi universalización del asunto.

“Eso sí, los de artistas más veteranos como Paulina Rubio o Enrique Iglesias se tirarían de un balcón. Eso sí, autotune me gusta desde el “Believe” de Cher hasta el último single de Bad Gyal”.

NO ES PARA TODOS

Autotune no es para todos los oídos, ni tampoco para todos los artistas. Una cosa es el uso que de él hayan hecho raperos como T-Pain o Lil’Wayne o divas del pop como Lady Gaga, Miley Cyrus o Rihanna. Y otro muy distinto es que un tipo como George Strait decida que hay que llevar el autotune al country o que Chris Cornell o Alice Cooper, en un momento de desubicación vital, pensaran que debían utilizarlo para ganar ciertas credenciales de modernidad. O que un desalmado decidiera que era buena idea autotunear a Beach Boys, la banda con las más puras armonías vocales de la historia del pop.

Por otra parte, es curioso cómo el indie, recientemente despreciado por su falta de conexión con la realidad, haya abrazado con bastante buen tino este producto, como puede escucharse en discos de Poliça, Bon Iver, Dirty Projectors o Vampire Weekend.

Como prueba definitiva de su consagración universal, basta recordar que estuvo muy presente en la última entrega de los Grammy, tanto por la cantidad de artistas sospechosos de haberse servido del autotune para maquillar su falta de afinación –Lorde, Bruno Mars, U2– como por quienes lo han interiorizado como un instrumento más dentro de su propuesta musical –Migos– o incluso por ambas cosas casi a la vez –Kesha–.

Todas estas aproximaciones más o menos exitosas a la estética autotune conviven con otras que aún son fieles a su origen primigenio. Se comenta que Ariana Grande no puede pedir ni un taxi sin su ayuda y que Billy Joel se sirvió de él para cantar el himno estadounidense en un Super Bowl.

El papel del autotune en la música actual es un fiel reflejo de lo que es la sociedad en la que vivimos: un lío. 

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Rihanna “Anti” (2016) Aún no sabemos si canta en directo o no, pero cada vez nos importa menos. Sobre todo si a estas alturas es capaz de despachar discos tan notables como este. Tras servirse de autotune para esconder sus limitaciones, aquí lo celebra para exhibir sus obsesiones.

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Bon Iver “22, a million” (2016) La evolución de Bon Iver ha sido de las más peculiares y exitosas de los últimos años. De cantautor desenamorado de cabaña, a llevar la modernidad a cuestas sin perder un ápice de credibilidad. 

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Kanye West “The life of Pablo” (2016) En 2008 el rapero llevó el autotune a sus propios límites. Ocho años y dos discos después, retomó el programa para integrarlo de forma 

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Rihanna, durante su actuación en la última gala de los Grammy.




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