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Lo mejor que Reynosa ha dado al mundo

El grupo de señores pueblerinos arribaron a su reunión semanal con sus pantalones recién planchados todavía con la raya impecable y sus mejillas olorosas, unos a loción Jockey Club o Varón Dandy y otros a Yardley.

En la esquina del fondo estaba abarrotes La Estrella, enseguida el McAllen Café.Lo mejor que Reynosa ha dado al mundo

Uno tras otro fueron arribando los senescentes caballeros pertenecientes al Club de Veteranos de Reynosa y le soltaron las amarras a la imaginación para que navegara viento en popa, a toda vela, la nave de los recuerdos de los airosos y galanes heraldos de la benemérita asociación.

La deshinibida sociedad de ilustres varones reynosenses con su cartapacio de polvorientos recuerdos bajo el brazo, acudió como todos los jueves al intercambio de historias, cuentos y anécdotas ocurridas en los viejos ayeres. Para empezar, hubo recriminaciones. “¿Quién fue el que dijo la semana pasada que Alejandro Cázares no había trabajado en el Casino Montecarlo del barrio del puente internacional con don Rubén González Chapa?”. Aquí está Alejandro para que aclare la situación. “Es cierto lo que dije, respondió Alejandro. Yo trabajé tanto en el Montecarlo frente a la plaza principal donde está ahora el edificio de un banco, como en el del puente internacional donde después se cambió. Es más, hasta tengo una fotografía donde estoy retratado con Jimmy Dorsey cuando vino a tocar con su orquesta en el Montecarlo”.

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El muy famoso restaurant-bar La Ópera.

Pero también hubo quién dijera que Chucho Hernández no era de Matamoros. “Es cierto eso también —continuó Alejandro—. Chucho Hernández era originario de Reynosa, pero fue en Matamoros donde formó su orquesta y aquí vino a tocar varias veces. Se fue luego al Distrito Federal y allá estuvo tocando en los mejores cabarés —del francés cabaret— y en la radiodifusora XEW”.

En eso arriba a la junta el popular Jorge Orfanós alias “El Yorgo”. Interrumpe la plática y dice: “¿de qué están hablando?”. “Pues les decía yo —continúa Alejandro— de los tiempos clásicos cuando Reynosa tenía los mejores cabarets, restaurantes, orquestas y artistas que aquí nacieron y le dieron popularidad y presencia a Reynosa en el resto del país y fuera de él. Por ejemplo, cuando se reinauguró el Casino Montecarlo en el puente internacional, que después denominaron Zona Rosa para asemejarla a la de la Ciudad de México. Este tenía capacidad para mil personas sentadas. Es decir, 250 mesas con cuatro sillas cada una. Una orquesta de planta de 30 músicos y la barra más larga de toda la República Mexicana, pues tenía 40 metros de largo. Así es que imaginen ustedes el numeroso personal que atendía a los comensales”.

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Atrás del monumento a don Benito Juárez se observa el cabaret denominado Monte Carlo Saloon.

“Bueno, bueno, ya párale —lo interrumpió ‘El Yorgo’—. Tú agarras la plática y no dejas hablar a los demás. Hay que tomar en cuenta a los que se iniciaron en esta actividad cuando se terminó de construir el puente internacional en 1928. Recuerdo que frente a la plaza principal, del lado poniente, existía el McAllen Café que perteneció a don Juan Moreno. Hubo otro Monte Carlo en la esquina de Morelos y Juárez donde ahora está el Mission Bar; el Meca Bar en la esquina de Zaragoza y Juárez que era de uno de mis hermanos; el Cristal Palace, también frente a la plaza; el XX en la esquina de Zaragoza con Ocampo; el Alex Bar que después fue Joe’s Place de don José Ortega; el restaurante Sam’s Place que se fundó en 1930; el U.S. Bar y restaurante y La Cucaracha de doña Argentina Ortega. Pero el restaurante que inventó un platillo que le ha dado la vuelta al mundo y que poco se conoce, fue la Casa Blanca de don Juan Moreno, donde uno de sus hijos, Ignacio, preparó por primera vez los famosísimos “Nachos”, único platillo original de Reynosa que todavía sirven en los restaurantes de la ciudad. En Reynosa tuvimos una época dorada cuando todas las noches, sobre todo los fines de semana, el barrio del puente internacional se llenaba de familias locales y turistas que acudían a saborear los riquísimos platillos que preparaban en los restaurantes; a bailar con las novias o las esposas; a tomarse una copa en compañía de los amigos o familiares o ver una variedad decente. ¡Qué lástima que todo aquello acabó! Bien dice un conocido aforismo: ¡lo que no destruye el tiempo, lo destruye la irresponsabilidad del hombre!”. Fin.

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Todavía no había corriente eléctrica, ni agua entubada, pero sí los bares, cantinas y restaurantes como el White House Café, donde se inventaron los ricos “Nachos” conocidos ahora hasta en Nueva York.

Arnoldo Gárate Chapa es miembro fundador de la Sociedad de Historia de Reynosa, A.C. y del Club de Veteranos de Reynosa, A.C.




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