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Lo aprendí en las películas

Reconocen la obra del italiano Vittorio de Seta, a quien Scorsese definió como “un antropólogo con voz de poeta”

La mañana en la que llega a la escuela elemental Tiburtino Terzo, en Roma, para tomar posesión de su plaza, el joven profesor Bruno D’Angelo recibe de la secretaria del centro la advertencia de que la clase que le corresponde está compuesta de “elementos no fáciles”.

Fotograma de ‘Diario de un maestro’. Vittorio de Seta, 1973.Lo aprendí en las películas

Es el arranque de Diario de un maestro, la serie semidocumental que rodó Vittorio de Seta para la RAI en 1971 (se emitió en 1973). El resto del metraje, que consiste en cuatro episodios de una hora cada uno, lo dedica al experimento consistente en tomar una clase verdadera, con chicos auténticos procedentes de familias humildes o problemáticas, y rodar y montar lo que se fuese improvisando a partir de un guion mínimo. Apenas el profesor —interpretado por Bruno Cirino, cuya cara de preocupación permanente, aunque muy adecuada al papel, es llamativa: acabó muriendo muy joven, pocos años más tarde, de un ataque al corazón— y parte del claustro de profesores son actores. El resto de los personajes que aparecen se están interpretando a sí mismos; los niños que hacen pellas y que se dan collejas unos a otros se interpretan a sí mismos, así como sus familias. Las viviendas de protección oficial o los chamizos donde viven son sus verdaderas casas. Las cosas que cuentan son sus verdaderas preocupaciones, y los chistes son los que de verdad les hacen gracia.

El hilo del documental podría ser que ese profesor es la primera persona que se interesa por los chicos, el primero que los toma en serio. Como todo el mundo, los niños lo que quieren es que les hagan un poco de caso, y Bruno D’Angelo va a buscar a sus casas a los alumnos absentistas, escucha de sus madres por qué el niño tiene que trabajar desde tan joven y está pendiente, en resumidas cuentas.

La serie se rodó en orden cronológico, de modo que es posible apreciar la evolución de los chicos. Tenía de media 12 millones de espectadores y llegó a alcanzar picos de audiencia de 15 millones. Se convirtió en un fenómeno en Italia y desencadenó numerosos debates, privados e institucionales. Ahora nos parecen raras esas cantidades, y también nos lo parece que una cadena pública produzca un programa como aquel, pero en los años setenta la pedagogía y la infancia estaban muy presentes en el debate público, aunque diría que en la audacia de la RAI también influyó el sustrato cinematográfico en que se movía el mundo en general e Italia en particular, que permitía asimilar al público común formatos que quizá ahora se ven relegados a espacios más marginales.

De Vittorio de Seta escribió Martin Scorsese que era “un antropólogo que se expresa con la voz de un poeta”. Había empezado a trabajar en los años cincuenta rodando documentales, vinculado a la productora siciliana Panaria Film. Los más famosos son la serie conocida desde su edición en DVD en 2008 como Il mondo perduto (El mundo perdido), que consiste en una colección de 10 documentales, casi todos rodados en 35 milímetros, dedicados a las costumbres ancestrales sicilianas: la pesca, la extracción del azufre, las fiestas religiosas…

Su largo de ficción Banditi a Orgosolo (“única revelación” de la Mostra de Venecia de 1961, según los críticos de Cahiers du cinéma) está rodado con actores no profesionales, con verdaderos pastores sardos que en la ficción interpretan a pastores sardos. 



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