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Libros, películas y música para entender el sufrimiento de una ciudad asediada

De Stalingrado a Alepo, de Antony Beevor a Joe Sacco, seis hitos recientes que ilustran el drama de las víctimas civiles en la guerra de Ucrania

Bocas inútiles en Stalingrado. “El objetivo es la rendición y el medio empleado no es la consecución de la derrota del ejército enemigo, sino el aterrador espectáculo de los civiles muertos”. Poco ha cambiado desde el sitio de Jerusalén del año 70 que narró Flavio Josefo: civiles confinados en la geografía arquitectónica de una ciudad y acosados por combatientes profesionales. “El asedio es la forma más antigua de guerra total”, asegura por su parte Michael Walzer en Guerras justas e injustas (Paidós, 2001). “Los soldados luchan desde posiciones resguardadas y los civiles, que no luchan en absoluto, se convierten rápidamente (…) en ‘bocas inútiles”, describe gráficamente Walzer. Y quizá el mejor ejemplo moderno lo constituye uno de los episodios más dramáticos de la Segunda Guerra Mundial (más de dos millones de muertos en 200 días entre 1942 y 1943), el cerco alemán a la ciudad rusa ahora llamada Volgogrado, narrado por Antony Beevor en su elogiada Stalingrado (Crítica, 2015), que se puede leer como novela o como libro de historia —quizá lo mismo se podría decir de Vida y destino (Galaxia Gutenberg, 2016) de Vasily Grossman—. Películas como Enemigo a las puertas (Jean-Jacques Annaud, 2001) o Stalingrado (Fedor Bondarchuk, 2013) sirven para hacerse una idea visual.

Dos niños juegan durante el cerco de Sarajevo ante un blindado de Naciones Unidas.Libros, películas y música para entender el sufrimiento de una ciudad asediada

Madrid, “no pasarán”. España también tiene mucho que contar del sufrimiento de los civiles. Ocurrió en Madrid. Una vida cotidiana de bombardeos, escombros, olor a muerte, hambre y, de fondo, la guerra narrada en la radio. Libros, películas y documentales lo han contado ya casi todo, pero quizá merezca la pena una relectura de Jorge M. Reverte, que narra en La batalla de Madrid (Crítica, 2004) el asedio que sufrió la capital, en manos del ejército republicano, bajo el fuego del ejército sublevado durante la Guerra Civil. El asalto inicial, que comenzó el 8 de noviembre de 1936, duró un par de semanas, en las que se combatió calle a calle a golpe de bayoneta y disparos a bocajarro, pero las tropas golpistas tuvieron que retroceder y lo que se esperaba iba ser una operación sencilla se prolongó, al grito de “No pasarán”, en otros 28 meses de asedio.

Grozni, “la ciudad más destruida del planeta”. Así describió en 2003 la ONU a Grozni, capital de la república de Chechenia. El actual presidente de Rusia, Vladimir Putin, promotor ahora de la invasión de Ucrania, ya sabe cómo se masacra una ciudad. El 31 de diciembre de 1999 asumió la presidencia interina tras la renuncia de Borís Yeltsin, apenas días después de que comenzarán los ataques del ejército ruso contra los rebeldes chechenos con misiles Grad en una ciudad en la que todavía quedaban entre 20.000 y 30.000 civiles (hubo 230.000 desplazados). La periodista Anna Politkovskaya contó muy bien la tragedia que vivió ese rincón del Cáucaso en libros como Una guerra sucia: una reportera rusa en Chechenia (2003) o Chechenia, la deshonra rusa (2003). Politkovskaya murió a los 48 años en Moscú asesinada en el portal de su casa a manos de un pistolero el 7 de octubre de 2006, precisamente el día del cumpleaños de Putin. Dejó un artículo inconcluso (se puede leer en este enlace) sobre las torturas en Chechenia. Poco después se publicaría el libro póstumo Diario ruso (Debate, 2007). Y años más tarde, el dibujante italiano Igort contó la historia de la reportera y del conflicto en Cuadernos rusos (Salamandra, 2014). Dos opciones para comprobar la tragedia que se vivió en Chechenia… y la impunidad con la que se mata a los periodistas en Rusia.

Esperando a Godot en Sarajevo. Todo que peine canas se acuerda bien de dónde estaba en el verano de 1992, no tanto de cuándo se masacró a Sarajevo. Cuando ese año Barcelona celebraba con alegría sus juegos, hacía meses que la ciudad balcánica estaba cercada por el Ejército Popular Yugoslavo y las fuerzas serbobosnias contrarias al resultado del referéndum de independencia en 1992 de la ahora denominada república de Bosnia y Herzegovina, antes integrada en Yugoslavia. Casi cuatro años, lo que dura una Olimpiada, se alargó el asedio (quizá el más prolongado de la era moderna) de la capital balcánica. El conflicto se saldó con 12.000 muertos, 50.000 heridos y la ciudad prácticamente destruida, con las fuerzas de la ONU como testigo. Juan Goytisolo viajó con Susan Sontag a Sarajevo en 1993, en mitad del asedio, y lo contó a los lectores de EL PAÍS (lea aquí la serie de tribunas publicadas). También ofreció el relato de esa experiencia en Cuaderno de Sarajevo (Aguilar, 1995). Mientras, la filósofa y ensayista, que escenificó durante aquel cerco la angustia en la capital bosnia con una versión de Esperando a Godot, calificó la guerra de Bosnia de intento del fascismo político de volver a instalarse en Europa. Sin palabras, pero no con menos emoción, la historia la resume Max Richter en los apenas cuatro minutos de Sarajevo, un tema de su magnífico disco Memoryhouse (también valdría, ya en castellano, el homónimo tema de Lagartija Nick). Y en materia visual, destaca el documental Álbum de posguerra (Movistar), ideado por Gervasio Sánchez y codirigido por Airy Maragall y Àngel Leiro, que documenta qué fue de la vida de varios personajes que sufrieron en su infancia el asedio serbio y que fueron retratados en aquellos días por el fotoperiodista español.

Gaza, cerco de largo recorrido. Entre los asedios modernos cabría incluir (habrá quien crea que no) el de Gaza. Una estrecha franja de territorio de 41 kilómetros de largo por entre 6 y 12 de ancho prácticamente aislada del mundo porque Israel sigue controlando rigurosamente el espacio aéreo, la costa y todos los puntos de entrada salvo el de Rafah (frontera con Egipto). “La franja de Gaza, superpoblada e indigente, no se libró del yugo israelí ni de la amenaza de ataques fulminantes o represalias de las tropas israelíes”, cuenta el autor de comics Joe Sacco, estadounidense nacido en Malta, en el prólogo de Notas al pie de Gaza (2009, reeditado por Reservoir Books en 2021). Se trata de un comic en el que narra su investigación en 2002 y 2003 de la masacre de Khan Younis (257 civiles asesinados el 3 de noviembre de 1956) pero que sirve perfectamente para describir la situación sufrida por una población de dos millones de habitantes confinados en un gueto que ha sufrido al menos tres conflictos armados desde 2008. En solo 11 días de mayo de 2021, las bombas israelíes aniquilaron 2.000 viviendas y otras 16.000 quedaron seriamente dañadas. Murieron 253 palestinos y hubo 1.900 heridos (por 10 y 333, respectivamente, entre los israelíes). Lo llaman conflicto, pero se parece mucho a un asedio.

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La periodista rusa Anna Politkovskaya, asesinada en 2006.

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Una página del cómic ‘Notas al pie de Gaza’, de Joe Sacco.

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La periodista siria Waad al-Kateab, junto a su hija, en el documental ‘Para Sama’.



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