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Las librerías saldrán a la calle a buscar al lector

Los libreros aseguran que trabajan el triple y venden mucho menos en la primera semana de la “nueva normalidad”, pero ya buscan estrategias para no perder la comunidad cultural que han creado

La “nueva normalidad” acaba de estrenarse y en las librerías nada es como antes. Guantes, mascarillas, gel hidroalcohólico y dos metros de distancia. Y más: libreros cuentan experiencias de la primera semana de vuelta a la vida en las que hay comprensión, paciencia y celebración. Cuentan que las comunidades lectoras se han fortalecido para remar a favor de la resistencia de estos espacios tan vulnerables. “La gente está de subidón y todas las personas que llegan celebran que hayamos vuelto a abrir”, asegura Isabel Sucunza, propietaria de la librería Calders, en Barcelona, donde todavía se vende con cita previa. Reconoce que las mañanas son mucho más movidas que antes, aunque están a un 15% de las ventas previas la crisis sanitaria. 

Las librerías tienen un reto.Las librerías saldrán a la calle a buscar al lector

El tejido de las comunidades culturales creadas por estos espacios se han movilizado para protegerlos. Alejandra de Diego, de Librería Berbiriana (A Coruña), cuenta que la librería se ha mostrado como ese lugar de encuentro que habían construido, donde los lectores también pasan a contar su experiencia estos días. Ahora falta saber cómo van a recuperar las actividades, para seguir compartiendo y resistiendo. Alejandra coincide en sus previsiones con Cristina Sanmamed, dueña de La Puerta de Tannhäuser (Plasencia), y también con Isabel Sucunza: la librería necesita salir a la calle. Quieren trasladar a las plazas, después del verano, los encuentros y presentaciones, los talleres y clubes de lectura. Las librerías independientes inauguraron hace una década un modelo cultural de vínculo y relación que no quieren perder. Prefieren salir al aire libre y respirar sin miedo, aunque no haya vacuna. 

En Cálamo (Zaragoza) han encontrado un nicho con el que no sabían que contaban: lectores y lectoras jóvenes, de veinte a treinta años, que han mantenido una “fuerte fidelidad con las librerías de proximidad y contra Amazon”, asegura Paco Goyanes. El dueño del espacio cree que están comprometidos con ellos y eso es “una muy buena noticia”. Esta semana han vendido “muchísimo” La madre de Frankenstein (Tusquets), de Almudena Grandes, y pequeñas mujeres rojas (Anagrama), de Marta Sanz. Pero sobre todos los demás, El infinito en un junco (Siruela) es el título más reclamado en la mayoría de las librerías consultadas. ¿El best-seller de la pandemia? En Siruela explican que el parón apenas ha afectado a su venta y que hoy ponen en marcha la undécima edición, tras su aparición el septiembre pasado. 

Apetito de conocimiento 

“La verdad es que es un libro que escribí sin expectativas. Para mí ha sido una sorpresa y ha superado mis fantasías más desenfrenadas. Además, pensábamos que todo iba a quedar interrumpido con el cierre de las librerías, pero creo que es un libro muy optimista y quizás ahí esté la clave”, comenta Irene Vallejo. Un libro que reivindica la persistencia y la necesidad del libro a lo largo de la historia, a pesar del pesimismo. El ensayo relata la historia de los libros como una gran aventura, cuando parece que no hay esperanza. “En la pandemia hemos redescubierto la lectura y una forma de combatir el confinamiento mental. Hay un apetito de conocimiento: la gente quiere leer y aprender al tiempo”, añade la autora. 

Sesenta días después del inicio del contagio masivo, la desgracia, poco a poco, se diluye y da paso a la resistencia. A pesar de los muestras de una pérdida del 70% de ingresos de media por librería y de un futuro con más incertidumbre de la que un negocio familiar necesita, los lamentos remiten. En Tipos Infames, Alfonso Tordesillas y Gonzalo Queipo insisten en que lo importante de la primera semana ha sido el reencuentro con la gente, “aunque no facturemos”. “Hemos vuelto a tomar el pulso, aunque es un latido débil”, explican. Se refieren al volumen de ventas. Trabajan el triple -para organizar los envíos y las citas previas- para vender un 10% de lo habitual, pero aseguran estar de “subidón”. 



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