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La eternidad es por la izquierda

‘Armillita’ vino al mundo para redefinir el ‘pase natural’ en la tauromaquia

Decía Borges que los laberintos se resuelven siempre por la izquierda. Lo decía quizá no tanto por las ideologías, sino probablemente porque los caballeros andantes y los que se visten con oros suelen llevar en la diestra las espadas. Para abrir el telón de lo infinito sólo se precisa saber mover bien la muñeca izquierda, templar la embestida de todo toro con una tela como suspiro y girar lentamente, con las piernas como compás en un indescriptible diluvio de estrellas que en tauromaquia se llama pase natural.

Miguel Espinosa ‘Armillita’, uno de los mejores matadores de México, falleció a los 59 años de edad en Aguascalientes, su ciudad natalLa eternidad es por la izquierda

El matador mexicano Miguel Espinosa Menéndez, mejor conocido como ‘Armillita’, falleció el pasado 6 de noviembre a los 59 años de edad.

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DE FAMILIA

Su legado parte desde la familia. Su padre, Fermín Espinosa, también era afecto a los toros y le inculcó el arte de la tauromaquia.

Espinosa era mejor conocido como ‘Armillita Chico’. Su padre fue considerado uno de los mejores toreros de su país en todos los tiempos. Triunfó en la Monumental Plaza de Toros de México en 1979 cuando logró la confirmación apadrinado por Mariano Ramos.

En España se formó como novillero, hasta que en 1997 decidió regresar a su país para doctorarse en la plaza Santa María de Querétaro el 26 de noviembre de 1997. Uno de sus testigos fue el matador Manuel Martínez Alcira. En tierras ibéricas regresó en 1978 para torear 25 corridas, pero en septiembre de ese año tuvo que interrumpir su temporada por el fallecimiento de su padre.

Fue hasta 1983 cuando Miguel Espinosa buscó confirmarse. Conquistó en Las Ventas, ya en el rol de matador. Durante esa corrida también estuvieron presentes Manolo Vázquez y José Mari Manzanares.

La despedida de ‘Armillita’ en la plaza de Madrid fue en 2001. Su mejor año fue en 1991 cuando el diestro llegó a participar en cinco corridas. Uno de sus momentos más críticos fue en 1995 cuando una banderilla rígida prendida sobre el lomo de un toro le partió el esófago. En 2005, Miguel Espinosa anunció su tentativo retiro de la tauromaquia durante la famosa Feria de San Marcos de Aguascalientes.

Tras 30 años en los toros, se dedicó a la ganadería. Lidió mil 330 corridas, en todos lados toreó y se presentó en casi todas las plazas del mundo taurino.

Miguel fue medio hermano de Manolo Espinosa, hijo mayor del maestro, que bordó no pocas esperanzas en los ruedos mexicanos en la década de los 60’s del siglo pasado y pasó la batuta a su otro medio hermano Fermín, fino torero de gran parecido a su padre que aquilataba de vez en cuando la onza del arte bueno, pero sería Miguel quien realmente elevó a la categoría de grandeza pura la tauromaquia de la familia.

Hasta hace pocos años, con el debut de su sobrino Fermín (que viene a ser el cuarto eslabón de la dinastía) Miguel seguía en la mente del aficionado como el cachorro de una estirpe, el agraciado con el don del temple que era capaz de hipnotizar a los tendidos.

Parece que no pasa nada cuando muere un torero, pero incluso quienes no son aficionados perciben un raro silencio que se decanta entre un misticismo en constante peligro de extinción y un mundo de pantallas planas donde se ha confundido el antiguo papel de los héroes locos.

Salvo los agresivos dementes que en su supuesta defensa animalista son capaces de festejar la muerte de un ser humano para opinar como si de veras supieran sobre lo que ellos creen que debería ser el destino de los toros bravos, hay seres que aún se duelen cuando cae en el ruedo un torero corneado o cuando una figura del toreo cierra los ojos aparentemente sin el vestido de luces para quedarse en el recuerdo intemporal de quienes no podrán olvidar jamás un estético instante irracional, como ese pase natural que acaba de iniciar Miguel Espinosa ‘Armillita’: impalpable, invisible, inolvidable. 




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