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La cueva más grande del mundo

Un tesoro de la naturaleza se escondía en el Parque Nacional Phong Nha Ke Bang, de Vietnam

Las personas se han arrastrado a través de las cavernosas montañas en Asia durante siglos, pero la cueva vietnamita más grande del mundo se mantuvo oculta en la profundidad de los bosques del Parque Nacional Phong Nha Ke Bang hasta 1991, aunque no fue sino hasta 2009 que se hicieron las primeras exploraciones.

La cueva más grande del mundo

La historia de la Cueva Son Doong dice: “El granjero local Ho Khanh caminaba por un frondoso tramo en el corazón del parque nacional, un lugar por el que había pasado muchas veces antes, por lo que no iba prestando mucha atención al ambiente que lo rodeaba.

“Pero de repente el suelo de la selva se abrió bajo sus pies. Cuando logró recuperarse de la impresión, miró hacia el enorme abismo que había aparecido entre la densa vegetación y vio la profunda caída frente a él. Por pura casualidad -y suerte- descubrió una entrada que permaneció oculta durante millones de años a la cueva más enorme del mundo (cinco veces más grande que la registrada hasta ese momento)”.

En un mundo donde quedan tan pocos senderos sin descubrir, es difícil imaginar a un laberinto que no hubiese sido penetrado por el hombre hasta los años 90'. Pero cuevas de ese tamaño, en cualquier parte del mundo, usualmente tienen algún tipo de ermita dentro. Pero Son Doong no tiene ninguna. Tampoco tiene estatuas o pinturas prehistóricas grabadas en las paredes. Nada.

Sin embargo, esto no quiere decir que no sea una obra de arte que te deje con la boca abierta…

No fue hasta casi dos décadas después de que el granjero descubriera la cueva, que el resto del mundo supo de ella cuando un grupo de científicos la exploró por primera vez el 2009: “El gran precipicio para descender, junto al fuerte silbido del viento y los rugidos de la corriente del río que se escuchaban desde la entrada, habían impedido a la gente del lugar entrar a la cueva anteriormente”.

Son Doong fue nombrada con las palabras vietnamitas para “río de montaña”, ya que en su interior cuenta con su propio gran río torrentoso. También tiene su propia selva -que los exploradores llamaron “Jardín del Edam”- y algunas de las estalagmitas más altas del mundo (70 metros de altura).

Los exploradores Howard y Deb Limbert se demoraron un año en alcanzar el fin del túnel de la cueva, luego de que su progreso se viese detenido por una gran pared de 60 metros de altura, también conocida como “La Gran Muralla de Vietnam”. Al otro lado del muro, encontraron una extensión de perlas de cueva del tamaño de pelotas de baseball. ¡Enormes!

Están formadas por una concreción de sales de calcio pulidas por el agua en movimiento.

Se cree que la cueva se formó hace más de dos millones de años atrás. Tras todos esos años, no debería ser una sorpresa que este escondido “otro mundo” haya tenido el tiempo de desarrollar su propio clima. Una extensa presencia de carbonato de calcio entrega evidencia de que la cueva ha producido sus propias nubes de lluvia, y ha experimentado años húmedos y secos a través del tiempo.

En 2013, el primer grupo de turistas aventureros que exploró la cueva, lo hizo a través de un tour guiado que costó US$ 3 mil por persona. (upsocl.com)

A la conquista de la cueva infinita

A continuación el testimonio de Mark Jenkins: Reconozco el acento británico, militar, de Jonathan Sims, pero no tengo idea de qué habla. Lo encuentro con mi lámpara, sentado solo en la negrura que recorre la pared de la cueva. “Continúa, amigo -gruñe Sims-. Sólo estoy dejando descansar el tobillo lastimado”.

Ambos habíamos cruzado atados con cuerdas el estrepitoso río subterráneo Rao Thuong y escalado seis metros de una torre de piedra caliza en forma de cuchillas hasta la ribera de arena. Avanzo solo, siguiendo con el haz de la lámpara de mi casco huellas de hace un año. 

En la primavera de 2009, Sims fue miembro de la primera expedición que entró a Hang Son Doong, o “caverna en el río de la montaña”, localizada en un lugar remoto del centro de Vietnam. La cueva está escondida en el escarpado Parque Nacional Phong Nha-Ke Bang, en la cordillera Annamita y cerca de la frontera con Laos; es parte de una red de unas 150 cuevas, muchas de las cuales no han sido inspeccionadas. Durante la primera expedición el grupo exploró cuatro kilómetros de Hang Son Doong, hasta que una pared de 60 metros de calcita enlodada los detuvo. 

La llamaron la Gran Muralla Vietnamita. En la parte de arriba podrían distinguir un espacio abierto y rastros de luz, pero no tenían idea de lo que había al otro lado. Un año después volvieron -siete espeleólogos británicos experimentados, científicos y varios cargadores- para escalar la pared, medir el pasadizo y seguir adelante hasta el final de la cueva.

El camino desaparece detrás de una pila de escombros: bloques de piedra del tamaño de edificios que se desprendieron del techo y chocaron contra el suelo de la cueva. Volteo hacia arriba, pero la inmensidad de la cueva sofoca la pequeña luz de mi casco, como si observara un cielo sin estrellas. 

Me dijeron que estoy dentro de un lugar del tamaño suficiente para albergar un 747, pero no hay manera de saberlo: la oscuridad es igual que si tuviera la cabeza metida en un saco de dormir.

Apago la lámpara sólo para sentir qué tan profunda es la oscuridad. Al principio no hay nada. Pero entonces, a medida que mis pupilas se acostumbran, me sorprende distinguir adelante una luz fantasmal. Busco un camino entre los escombros, casi corriendo por la emoción, mientras las rocas se mueven bajo mis pies y resuenan en toda la cámara invisible. Subo una pendiente pronunciada y rodeo una cresta, como si estuviera en una ladera, y me detengo en seco.

Un enorme haz de luz solar entra en la cueva como una cascada. El hoyo del techo por el que cae la luz es increíblemente grande, mide al menos 90 metros de ancho. La luz alcanza las profundidades de la cueva, revelando por primera vez el tamaño alucinante de Hang Son Doong. 

El pasadizo mide quizá 90 metros de ancho y el techo tiene una altura de casi 240 metros: es lo bastante grande como para alojar una cuadra entera de Nueva York con edificios de 40 pisos. De hecho hay nubes tenues cerca del techo.

La luz que llega de arriba ilumina una torre de calcita de 60 metros en la cueva, cubierta de helechos, palmas y otras plantas. En torno a los bordes del enorme tragaluz, cuelgan estalactitas como carámbanos petrificados. Las lianas penden a pocos cientos de metros de la superficie; los vencejos vuelan en picada y quiebran la columna de luz. Jonathan Sims me alcanza. Entre nosotros y el pasadizo iluminado se yergue una estalagmita que de perfil parece la pata de un perro.

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Inmensidad, es la palabra que la describe.

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Hasta playa tiene Son Doong.

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La selva fue baatizada como “Jardín del Edam”.




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