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La sombra machista en las letras

Siete escritoras latinoamericanas analizan las barreras a las que se enfrentan mujeres en la industria editorial

Las escritoras Gioconda Belli, Nona Fernández y Brenda Lozano durante la FIL de Guadalajara.La sombra machista en las letras

La larga sombra del machismo se extiende sobre el mundo literario en América Latina. Muchas veces es una silueta difuminada, a duras penas perceptible, pero en otras ocasiones tiene un claro contorno, abundante contraste y se reconoce perfectamente.

En algunos momentos menosprecia, en otros arrincona y más de una vez trata de imponer que los temas más banales son para las autoras.

“Cuando terminé ‘Leopardo al sol’ un editor me dijo: ‘está bien, pero parece escrita por un hombre’”, cuenta la colombiana Laura Restrepo sobre una novela que se adentra en la violencia entre clanes de su país.

Hace más de cuatro décadas que Margo Glantz, originaria de la Ciudad de México, logró que se publicara una de sus obras de ficción. Eran los años 70 y había esquivado en más de una ocasión los desprecios a su obra. 

También sonaba extraño que Nona Fernández, chilena, se adentrase en la historia política chilena en sus novelas, en lugar de abarcar los temas que una larga tradición ha adjudicado a las mujeres.

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TRASPASAN FRONTERAS

Las tres han ido más allá, han roto con los límites establecidos y se han rebelado frente a los prejuicios de la industria del libro donde también está incrustado el machismo que ha permeado todo desde tiempos remotos.

“Hay un cielo literario y nosotras estamos en el purgatorio o en el limbo. Se cree que la intelectualidad es para los hombres”, añade la nicaragüense Gioconda Belli.

La misoginia se resiste a abandonar el mundo de las letras donde sin embargo han ejercido desde hace décadas su poder un buen número de agentes literarias como la ya fallecida Carmen Balcells y de editoras Elena Ramírez (Seix Barral), Silvia Sesé (Anagrama) o Beatriz Moura (Tusquets). Y que además en este 2018 ha mirado más que nunca a la escritoras.

Todos los premios nacionales de literatura en España han sido para ellas, con excepción del de historia. También el Cervantes recayó sobre Ida Vitale, quien además ganó el FIL de Lenguas Romances. Un reconocimiento que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara que en su edición 2018 ha dado más visibilidad que nunca a las escritoras. En el encuentro literario más importante en español se han celebrado más de una decena de mesas para hablar del movimiento #MeToo, feminismo y letras.

“No me gustaría que me diesen un premio por ser mujer, ni que me incorporen a una mesa porque necesitan un cupo femenino. No quiero ser la figurita que les arregla la fiesta. Pero tampoco me agradaría no aparecer porque se actúe con pereza y no se busque a mujeres debido a que sus nombres son menos evidentes”, defiende la argentina Leila Guerriero.

Se ríe Restrepo de los mecanismos de algunos autores para conservar su fama. “Es la salvación del último mohicano”, cuenta mientras sonríe. Le divierte el juego de traspaso del prestigio en el que entran algunos escritores y del que asegura, también participan las editoriales.

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REDESCUBRIR MACHISMO EN EL PASADO

Guerriero se sabe una excepción, una caso aislado, al no haber sufrido el “peso del género para buscar editores, ni para realizar el trabajo”.

“Se que esto no es lo que pasa en la mayoría de los casos”, añade. No le ocurre lo mismo a Margo Glantz que cuando indaga en su pasado se topa con aquella frase de un crítico poco después de que tradujese “Historia del ojo”, una obra erótica escrita por George Bataille.

Más reciente en el recuerdo tiene la mexicana Gabriela Jaúregui a aquel profesor que en una beca para creadores del gobierno mexicano (Fonca) se dirigía a las mujeres para decirles: “sus telenovelas para Televisa” o aquella clase en la que el tutor le gritó a una chica: “¡encuérate!”. Vienen a su mente varios exabruptos cargados de misoginia, algunos de los cuales quedan relatados en “Tsunami”, un libro en el que 13 autoras, entre las que están Margo Glanzt, Brenda Lozano, Cristina Rivera Garza, Verónica Gerber Bicecci o Vivian Abenshushan plasman su visión del feminismo.

La obra reúne a escritoras de varias generaciones que han vivido diferentes etapas del movimiento feminista, para conformar así la más fuerte de las olas, un tsunami de fuerza devastadora.

“Una de las primeras barreras con las que se encuentra un mujer en la literatura es poder ser escuchada y leída sin la sombra del género. También muchas hemos padecido el coqueteo por parte de escritores. Antes de llegar a lo que escribes llegan a tus cuerpos a ver si eres guapa, te revisan las piernas. Tuve algún novio que me dijo: ‘a ti te publican en el suplemento cultural porque vas en minifalda’”, cuenta la mexicana Abenshushan.

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LIBRAN LA BATALLA

Una carrera de largo aliento para ellas, en la que en muchos casos los obstáculos aparecen disimulados pero en la que también se erige alguno que otro muro difícil de sobrepasar.

La de la literatura es otra batalla a vencer más del movimiento feminista que en Argentina lucha por el aborto legal, en España inunda las calles y en México crece con cada feminicidio. Pero ante la reivindicación y la lucha contra el machismo, Glantz lanza una advertencia para evitar caer en el dogmatismo: “es fundamental que las mujeres tomen conciencia y logremos la igualdad, pero no debemos caer en otra forma de fundamentalismo. Hay que evitar cosas tan ridículas como tratar de corregir la historia, cambiar el final de la ópera Carmen, dejar de mostrar unos cuadros o no representar algunas obras de teatros”.




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