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La marea

Ya he mencionado que me gustan mucho las películas de Tom Hanks. En un mensaje anterior hablaba sobre su película del soldado Ryan y lo que aprendí de ella. En esta ocasión, me gustaría referirme a otra película clásica de él, que es la de “Náufrago”, en la que interpreta un personaje llamado Chuck Noland.

La marea

UNA BREVE RESEÑA

Como recordarán quienes la vieron, este personaje trabaja en Fedex – servicio de mensajería internacional – y, viajando en un avión de la compañía, una tormenta provoca el derrumbe de la pequeña aeronave y Chuck, único sobreviviente, llega a una isla desierta en medio del pacífico.

Siendo un hombre completamente citadino y sin ningún tipo de herramienta, sufre horrores al no poder hacer cosas tan sencillas como sacar agua de un coco para beber o encender un fuego. Poco a poco se va dando habilidad, pero sus primeras semanas – y meses – en la isla son un martirio. Atando algunos troncos con lianas, improvisa una balsa para intentar adentrarse a la mar, pero la fuerza de las olas le impide atravesarlas, así que sus intentos son totalmente infructíferos.

Desesperado, llega un momento en que ya no cree soportar más su situación e intenta suicidarse colgándose de una liana, pero esta no soporta su peso y se rompe. Chuck recapacita y decide seguir adelante tratando de sobrevivir.

La película tiene un brinco de tiempo y nos muestra entonces a un Chuck mucho más delgado, con una larga barba y un atuendo tipo taparrabos hecho con la piel de algún animal, pescando hábilmente en la playa con una especie de lanza hecha por él mismo. Han pasado tres años y este hombre ha aprendido a adaptarse a su situación y ha desarrollado las destrezas necesarias para sobrevivir en ese medio tan hostil.

Una mañana, recorriendo la playa, ve algo blanco a lo lejos. Se acerca para ver qué es y encuentra que es un trozo grande de tela. Su rostro se ilumina. Ha encontrado la vela que necesitaba para hacer que su balsa tenga la fuerza para atravesar las olas y salir de ahí. 

Logra salir y, tras muchas peripecias, es encontrado por un barco, que lo lleva de regreso a la civilización. La sorpresa, la consternación, y sobre todo la alegría de sus seres queridos, que lo creían muerto, es enorme. Pero…

Al momento de desaparecer, Chuck tenía una novia a la que amaba profundamente y con quien estaba a punto de casarse. Al intentar buscarla ahora que ha vuelto, se encuentra con que ella, al creerlo muerto, se había casado e incluso ya tenía una hija.

El conflicto emocional que esto le provoca es también enorme. Se llena de tristeza, se enoja con Dios, con la vida y llega a cuestionarles para qué le permitieron sobrevivir si finalmente se iba a topar con este dolor que le hacía sufrir tanto.

Envuelto en esta maraña de sentimientos y emociones, toma su camioneta y se enfila por la carretera sin rumbo fijo. Tras recorrer un largo tramo, y ya un poco más tranquilo, se para en un cruce de caminos, recuerda su experiencia en la isla y hace la siguiente reflexión:

“Yo sabía que tenía que continuar con vida mientras estaba en la isla. Lo intuía. Tenía que seguir respirando, aunque no sabía por qué. Mi lógica me decía que yo no volvería a la civilización, sin embargo, había como un instinto que me decía que tenía que seguir respirando. Y un día, la marea me trajo una vela. Y hoy estoy aquí. He vuelto. Y sé lo que tengo que seguir haciendo. Tengo que seguir respirando, porque mañana saldrá el sol, y quién sabe lo que traerá la marea”.

Toma su camioneta, y regresa por donde vino, dispuesto a seguir adelante… una vez más.

LO QUE APRENDÍ

Sé que hay momentos en la vida de cada uno en los que todo parece estar de cabeza. Momentos o periodos en los que todo parece salirnos mal y el sufrimiento y el dolor son la constante en nuestras vidas. Momentos en los que nos preguntamos qué caso tiene seguir adelante y, en los casos más extremos, tal vez la idea de conseguir una liana coquetee con nuestro pensamiento. Pero mientras sigas viendo salir el sol. Mientras sigas sintiendo el latir de tu corazón, es que hay una razón para que estés aquí, aunque tu lógica parezca no entenderlo.

Sigue respirando. Sigue abriendo tus ojos cada mañana. Sigue sonriendo, aunque sientas que tu corazón sangra. Y nunca pierdas la fe, porque no sabes lo que la marea te puede traer el día de mañana.



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