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La máquina mitológica

Juan Arnau recorre en 'Historia de la imaginación' todas las edades del pensamiento mágico, que constituye el factor esencial de la construcción de la historia

Se propone Juan Arnau (Valencia, 1968) recorrer en su Historia de la imaginación. Del antiguo Egipto al sueño de la ciencia los momentos más altos de fertilidad mitológica, filosófica y científica, aunque básicamente se ocupe del pensamiento mítico, mágico o mistérico. “Magia e imaginación han ido siempre de la mano”, dirá, celebrando a los neoplatónicos renacentistas y señalando al todavía influyente cientifismo decimonónico como principal enemigo de la imaginación. La imaginación mágica, atemporal, más allá de la historia, sería “el factor esencial en la construcción de la historia”.

Pinturas del dios Ra y la diosa Maat, en una tumba del Valle de los Reyes (Egipto).La máquina mitológica

La narración de Juan Arnau es oracular, diría yo. Recorre todas las edades, de la sabiduría egipcia a la griega, con el Islam como mediador entre la India y Europa, hasta el romanticismo, hasta Darwin, Jung y Wolfgang Pauli, pasando por los sufíes, Dante, la Cábala y el hermetismo de los filósofos florentinos renacentistas. Buen contador de historias, Arnau suma a las biografías de los héroes mitológicos las de los sabios de la imaginación mítica, e incluso las de estudiosos contemporáneos como el mitólogo Joseph Campbell o el islamólogo Henry Corbin, que descubría en la oración el “supremo acto de la imaginación creadora”.

Previniéndonos con Aristóteles de que no hay que asociar lo imaginario con lo irreal, esta Historia de la imaginación funciona como una verdadera máquina mitológica. Generadora de mitos, invita a creer. Es transparente y militante su voluntad de persuadir al auditorio, aun recurriendo a profecías: un fragmento del Corpus Hermeticum, leemos, “parece anticipar el cambio climático”. Lo busco en los Textos herméticos que tradujo para Gredos Xavier Renau y, sí, en el Asclepio se anuncia que un día “se desestabilizará la Tierra, dejará de ser navegable el mar y el cielo se verá privado del curso de los astros”. Se pudrirán los frutos y Dios anegará el mal con un diluvio. El Asclepio está hablando de Egipto y no sé si anticipa el futuro o el pasado. Pero entiendo que en este universo todos los lugares y todos los tiempos son uno y el mismo.

 El presente, sin embargo, sometido a la “estafa de la globalización comercial y tecnológica”, apocalíptico a ojos de Juan Arnau, parece un momento idóneo para que la imaginación actúe como intermediaria “entre el mundo inmaterial de los valores y el mundo material de la experiencia sensible”. 

Recordemos, porque se nos ha dicho muchas veces, que la naturaleza del ser humano es dual: cielo y tierra, conciencia y materia, alma y cuerpo, “una mente divina, imaginativa, capaz de elevarse a los cielos y otra sujeta al espacio, al tiempo y la materia (…), destinada a la muerte y la descomposición”. El doctor Jekyll y el señor Hyde, diría yo, y tengo en cuenta que Arnau avisa de que la mitología es una fuente de esquemas narrativos para novelistas.



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