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La herencia judía en la base de nuestra civilización

Diego Moldes recorre en ‘Cuando Einstein encontró a Kafka’ la estela cultural judía. Recoge nombres fundamentales en todas las facetas que han marcado Occidente

Uno de los componentes fundacionales y, por lo tanto, imprescindibles a la hora de definir en qué consiste la cosmovisión occidental, junto al sistema axiológico que lleva consigo, es, sin ninguna duda, el hecho diferencial judío. Un modo de ser y de pensar que, a partir de la venida de Jesús de Nazaret al mundo, amplió sus fronteras y pasó a llamarse hecho diferencial judeocristiano. No basta con la filosofía griega y con el derecho romano para ubicar nuestra cultura en un determinado territorio conceptual, marcado tan solo por el pensamiento de la Hélade y la ordenación jurídica compilada por mandato de Justiniano. 

Albert Einstein y Franz KafkaLa herencia judía en la base de nuestra civilización

De las numerosas y valiosísimas contribuciones de los judíos al mundo moderno en todas las áreas posibles nos habla Diego Moldes (Pontevedra, 1977) en este libro, una de las monografías más completas, interesantes y bien escritas que se han publicado hasta la fecha en castellano sobre la riquísima herencia judía, de la que cuantos creemos en Occidente y en su cultura somos afortunados legatarios. La elección del título de tan monumental ensayo no es el menor mérito de la obra. Lo subraya Esther Bendahan en su atinado prólogo: «Ambos son claves para entender la modernidad». 

El magnum opus de Moldes se subdivide en tres partes. La primera es un ensayo de menos de cien páginas que podría haberse publicado como un pequeño libro exento. Nos habla del antisemitismo y su mapamundi, de la identidad judía y de sus diferencias y semejanzas con el cristianismo. La segunda parte es una especie de enciclopedia del legado de los judíos al mundo moderno, una enciclopedia que puede abrirse con total libertad por cualquier página, al modo en que uno interactúa con los reference books y con los diccionarios ordenados alfabéticamente. Me han interesado en particular, por mero gusto personal, las parcelas consagradas a la literatura hebrea, a los deportes, al cine y a la televisión , a la música (piénsese en compositores de la talla de Mahler, Mendelssohn, Offenbach, Schönberg, Milhaud, Gershwin, Bernstein y tantos otros, o en intérpretes como Bob Dylan, Leonard Cohen, Simon y Garfunkel o Amy Winehouse, por citar solo unos pocos nombres, todos ellos judíos) y al universo de los cómics (Jack Kirby y Stan Lee, forjadores de la Marvel, o los creadores de Superman y de Batman, Siegel y Shuster y Bob Kane, eran judíos). La tercera parte incluye ocho apéndices (el de la séptimo, por ejemplo, es una lista de apellidos judíos recopilada por el autor) más una copiosa bibliografía y una videografía muy sugerente en DVD y en Blu-ray.

Sin las aportaciones culturales judías nuestro universo cultural estaría claramente menos poblado, lo que resulta extraordinario si consideramos que los judíos no representan más del 0,02 por ciento de la población mundial. «Tal influencia cultural no se ha dado jamás en la Historia, desde el Neolítico hasta hoy, con ninguna otra minoría étnica, cultural o religiosa», apunta Moldes.



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