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La fotografía como un acto para entender el mundo

Una exposición recorre la evolución de la foto japonesa desde la posguerra, destacando la influencia de los colectivos más radicales

“Material provocativo para pensar”, decía el subtítulo de Provoke, la revista que sacudió el escenario fotográfico de Japón a finales de los años 60. Fundada por el crítico Koji Taki junto con los fotógrafos Takuma Nakahira y Yutaka Takanash y el poeta Takahiko Okada, le bastaron tan sólo tres números para convertirse en uno de los grandes hitos de la historia de la fotografía de los últimos 50 años. La influencia del distintivo estilo de sus imágenes, are-bure-boke (grano, barrido, desenfoque) y de su atrevido diseño, aún sigue vigente.

Calvario de rosas #32, 1961.La fotografía como un acto para entender el mundo

“Desde el lenguaje fotográfico la revista condensó una transformación que se estaba viviendo en otras manifestaciones artísticas como en la escultura, en el land art y en el body art. Supo canalizar un modo de expresión para mostrar un sentimiento que definió una época.

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LA MUESTRA

Incluye la obra de 15 artistas pertenecientes a distintas generaciones que entre 1957 y 1972 transformaron de forma radical el lenguaje fotográfico. El descontento y la rabia ante los cambios que experimentaba la sociedad japonesa de la posguerra (que había pasado de ser una sociedad fundamentalmente agraria a una rápida inmersión en la cultura de la industria y el consumo) sirvieron de trasfondo al desarrollo de estas nuevas formas de fotografiar.

Entre los fotógrafos que conforman la exhibición el más veterano es Hiroshi Hamaya, quien siempre estuvo en la primera línea de la modernidad fotográfica en Japón, convirtiéndose en el primer miembro asiático de la agencia Magnum. Su obra será precursora de la transformación que trajeron consigo el colectivo VIVO, en los años 50 y más tarde el grupo Provoke.

La obra de la fotógrafa Ishiuchi Miyako figura como representación de una generación posterior heredera de una estética muy cercana a Provoke y comparte su talante experimental en la técnica con el fin de ahondar en el significado de ser japonés en una época convulsa. En 2014 fue la primera mujer asiática en recibir el prestigioso premio Hasselblad.

En 1957 tuvo lugar la exposición “The eyes of ten” que sirvió para reunir a fotógrafos como Shomei Tomatsu, Eikoh Hosoe e Ikko Narahara, quienes después formarían la cooperativa VIVO junto con Kikuji Kawada y Akira Sato. Inspirados por “New York 1945-1955”, el libro de William Klein y “Los americanos” de Robert Frank, buscaban una expresión más subjetiva a través de un estilo que suponía una reacción crítica contra el fotoperiodismo de la época de la guerra, impregnado de la ideología gubernamental y contra el realismo socialista de la posguerra. Sentaron las bases para la gran renovación que estaba por llegar. De la misma forma, Takuma Nakahira señalaba que los fotoperiodistas que querían retratar la verdad de forma objetiva, sólo podían apreciar los hechos desde el punto de vista del poder del Estado.

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Ojo ciclópeo, 1960.

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Eros, Provoke Nº 2, 1969.

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LA FOTOGRAFÍA Y SU LENGUAJE PROPIO

“Hay siempre un mirar al pasado para ir hacia adelante en la fotografía japonesa”, señala Enguita. Así, Provoke mira hacia los fotógrafos de la guerra y la postguerra y desde su posición supera el estilo documental más subjetivo de VIVO. La fotografía adquiere un lenguaje propio, independiente de las palabras y se presenta como un documento que el espectador debe leer. Sus imágenes “se resisten a nuestra comprensión visual, con sus desconcertantes ángulos oblicuos, difuminados y líneas cinéticas que enmarcan paisajes de infraestructuras ‘vacíos’, hechos de cables, oscuridad y quitamiedos”, escribe Miryam Sas en el catálogo.

“La fotografía de Provoke es una fotografía vivencial, un documento de un movimiento, de ahí que sea borrosa y desenfocada”, apunta Enguita. Así, nos encontramos con los paisajes noctunos de Daido Moriyama (que participó en el segundo número de Provoke), lugares oscuros poblados por elusivas figuras que nos adentran en la incertidumbre de la noche urbana. O con la obra de Takashi Hamaguchi, considerado como uno de los fotógrafos más comprometidos del momento, quien documentó dos décadas de protestas sin dejarse influenciar por ninguna ideología, invitando al espectador a cuestionarse su posición ante los hechos objetivos.

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LA IDEA DE LA FOTOGRAFÍA COMO ACTO

Se expresa en la obra de Takuma Nakahira. Durante su participación en 1971 en la Bienal de París realizaba a diario fotografías por la ciudad, las cuales por las noches fijaba en un panel, descartando las del día anterior, que dejaba diseminadas por el suelo reflejando su visión artística y cuestionando su propio modo de expresión.

“El yo también existe gracias a la mirada de las cosas”, decía Nakahira. Provoke nos enseña que el mundo nos afecta y nos mira, que no podemos llegar a un sitio y hacer una fotografía sólo con nuestra subjetividad y lo que llevamos dentro.

“Recorriendo la evolución de la fotografía japonesa en sus formas de construir realidad, la muestra nos permite entender cómo el mundo, los objetos, los contextos en definitiva las cosas, modifican nuestras relaciones y construyen también nuestras maneras de movernos, de mirar o incluso de sentir”, destaca Enguita.




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