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La electrónica en la aldea global

Florian Schneider, cofundador de Kraftwerk, fue un obrero del sonido que inventó un lenguaje musical de enorme influencia

Kraftwerk materializaron, con el Berlín de los años veinte, Fritz Lang y la Bauhaus en la retina, una revisión del automatismo y la relación hombre-máquina que se remonta en su origen a artistas desde el XVIII como Von Kempelmen y Von Maelzel. Sus fuentes eran muy distintas a las de los músicos de rock. Y, sin embargo, reconocen quedar fascinados por los mass media desde jóvenes. 

Florian Schneider.La electrónica en la aldea global

Ralf y Florian, que se habían conocido en un curso de música improvisada, reflexionaron sobre una serie de cuestiones: la primera, que tenían que encontrar su propia voz, y que tenían que empezar a indagar desde cero. La segunda, que la pesada instrumentación del rock no les servía. Surge el krautrock con propuestas como NEU! o CAN. Pero hay un hito que marca un antes y un después, como sus icónicos «conos»: se hacen con una casa con sótano, un laboratorio al que bautizaron Kling Klang, un lugar sospechoso a ojos vista de los uniformados, que lo registraron metralleta en mano, ya que no entendían qué hacían encerrados con toda clase de cacharros, cables y aparatos destripados, desde las 12:00 hasta las 4:00 de la madrugada.

Sí, es cierto que vieron un concierto de Stockhausen puestos de ácido. Y tuvieron su particular epifanía. Pero nadie podría haber sospechado su posterior influencia. No es casualidad: al perfeccionismo se unía una forma de componer meticulosa en su innovación, conceptual, a partir de una idea madre, trabajando sobre un fino hilo conductor donde se amontonaban las ideas, para hacer progresar unas pocas, apenas diez motivos sobre los que trabajar, no solo la parte técnica y visual, sino también la palabra. 

La primera cuestión era la del intérprete: los robots preprogramados ironizaban sobre la creación llevando al espectador a ser creador, pero sin eliminar, aunque invisible, el factor humano. «Tocamos con las máquinas. Las máquinas tocan con nosotros. Y la amistad con ellas es lo que nos ayuda a crear una nueva música», dice Florian Schneider. A raíz de Autobahn, «lo que estamos haciendo es hacer imágenes de entornos reales. Lo que llamamos “películas de tono”». 

Kraftwerk en Nueva York (1975). De izquierda a derecha, Karl Bartos, Wolfgang Flür, Ralf Hütter y Florian Schneider

El trance de las canciones de Kraftwerk es real. Es la misma sensación de conducir un coche sin darse uno cuenta. «Solo usamos los elementos visuales como marco de referencia». No son vídeos en movimiento. Esa estaticidad es consciente, para que el oyente active su imaginación. Y pensar que un crítico dijo que «Kraftwerk es la muerte de la música». Ni ellos mismos previeron su enorme influencia en el mundo del pop.



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