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La cultura que emergió del mar

De libros de historia a libros de viaje y de ensayos a novelas, las editoriales apuestan por títulos sobre el Mediterráneo, un espacio geográfico tan importante para la literatura como para la política

Durante siglos, toda la historia de Europa pasó por el Mediterráneo. No es que no existiesen otros mares, otros continentes y otros pueblos, simplemente éramos incapaces de verlos.

La cultura que emergió del mar

El Mediterráneo es un espacio de guerras, naufragios, piratas y esclavos, pero también se alza como el mar de nuestra cultura, desde el aceite de oliva hasta el ágora de Atenas. Y encarna las playas de nuestros recuerdos y nuestras canciones: ahí están Joan Manuel Serrat o Georges Brassens con su “Plegaria para ser enterrado en la playa de Sète”, donde describe un mar “que no se toma demasiado en serio ni siquiera en sus momentos furiosos”.

Son las aguas en las que se pierde Ulises volviendo a casa, pero también en las que buscan un destino los cuatro narradores de El cuarteto de Alejandría, de Lawrence Durrell. Basta con recordar los primeros compases de Justine, el tomo con el que arranca esta gran novela coral.

El historiador británico John Julius Norwich (1929-2018) concentró toda esa historia en su ensayo “El Mediterráneo. Un mar de encuentros y conflictos entre civilizaciones”, publicado recientemente por Ático de los Libros, editorial que está recuperando toda la obra desperdigada por diferentes sellos, de este gran investigador fallecido el año pasado.

Desde una enorme ambición, tejido con una prosa ágil que recorre multitud de historias y personajes, el resultado resulta parecido en calidad, detalles y entretenimiento a “El gran mar. Una historia humana del Mediterráneo” (Crítica), del catedrático de Cambridge David Abulafia, hasta ahora la obra global de referencia sobre este viejo mar. El ensayo de este profesor británico experto en el Mediterráneo se prolonga hasta nuestros días. Su último capítulo llega hasta 2010. Norwich, en cambio, se detiene en la Primera Guerra Mundial.

Los dos son deudores del gran libro de historia sobre este mar: “El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II”, la obra maestra de Fernand Braudel, publicada por primera vez en 1949 y ampliada por su autor en sucesivas ediciones hasta 1990. El de Norwich resulta más político, se trata sobre todo de una historia de reyes y batallas, mientras que el de Abulafia ofrece un tono más social. En los tres tomos de su obra magna, Braudel trata los dos aspectos. La principal tesis de su ensayo es cómo la geografía y el medio natural se convierten en los principales motores y puntos de unión de esta cultura.

La gran dificultad de estas obras radica en buscar puntos de conexión en la diversidad inabarcable del Mediterráneo, en localizar lo que une y a la vez separa a los pueblos que han habitado y luchado en sus aguas desde hace siglos. Y no es sencillo. Abulafia se lo pregunta: “Resulta tentador intentar reducir la historia del Mediterráneo a unas pocas características comunes, intentar definir una ‘identidad mediterránea’ o insistir en que determinadas características físicas han moldeado la experiencia humana en esta región (como sostenía con insistencia Braudel)”. Lo mismo que algunos científicos afirman de la conciencia —no sabemos definirla, pero sabemos lo que es—, se puede sostener sobre el Mediterráneo: cualquier habitante de sus orillas sabe reconocer lo que le identifica como miembro de esta cofradía, aunque no resulta fácil definirlo en unas pocas palabras, mucho menos en un mundo cada vez más globalizado.

Otro ensayo que acaba de volver a las librerías españolas, Breviario mediterráneo, del montenegrino Predrag Matvejevic, reeditado por Acantilado, insiste en ese mundo común y diverso, en las múltiples lenguas y las culturas que dividen o unen sus orillas. Y también recuerda uno de los conceptos que muchas veces se han identificado con el Mediterráneo: la derrota y el olvido, acelerado a partir de la llegada de los europeos a América cuando cambió la mirada del continente. En una de sus frases sostiene: “El Mediterráneo ha mantenido su primer puesto en la literatura y lo ha perdido en todo lo demás”.

Precisamente, sobre la relación entre la literatura y el Mediterráneo se acaba de publicar La novela de la Costa Azul (Periférica), un sorprendente y apasionante ensayo sobre la simbiosis entre la Riviera francesa y los escritores. Su autor, el italiano Giuseppe Scaraffia, lleva a cabo la hercúlea tarea de repasar las vidas de todos los autores que alguna vez recabaron en la Costa Azul.

Están, claro, Francis Scott y Zelda Fitzgerald, pero también Chéjov, Romain Gary, Colette, Zweig, Françoise Sagan, George Sand o hasta el Marqués de Sade, quien vivió en Marsella en 1772 una noche de sexo tan brutal y sonada que acabó teniendo que exiliarse en Italia. El ensayo o novela (porque si hay un libro inclasificable es este) es tan infinito como las obras de todos los autores que cita. Sus más de 400 páginas, ordenadas por pueblos y ciudades, se hacen cortas porque uno quiere seguir leyendo anécdotas e historias de los escritores más importantes de los siglos XIX y XX que se lanzaron a las playas y a las villas del sur de Francia para construir un imaginario colectivo en el que vivimos todavía. El escritor italiano recuerda una frase de Joseph Conrad que une a casi todos los escritores que buscaron sus aguas cansadas: “El mar nunca ha sido amigo del hombre; como máximo ha sido cómplice de su inquietud”.

Dentro de la literatura mediterránea, existe un subgénero que ocupa cada vez más espacio en las librerías españolas: los libros sobre Sicilia, la isla más grande del viejo mar, que Norwich investigó a fondo en sus ensayos Los normandos en Sicilia y Un reino al sol, dos tomos que forman una única obra sobre el fascinante periodo de la conquista normanda en los siglos XI y XII, y que luego amplió en Sicily (todavía no está publicado en castellano), que recorre ese territorio desde los griegos hasta la Cosa Nostra. La violencia ha marcado la historia de esta isla, desde las guerras púnicas hasta la Mafia, pero también la mezcla de culturas reflejada por ejemplo en las ermitas normandas de Palermo o en el aroma inequívocamente español que flota sobre sus ciudades. Existe un escritor siciliano, de 93 años, ciego como Homero, del que afortunadamente nunca paran de editarse obras: Andrea Camilleri. Acaba de salir un nuevo tomo de las aventuras de su comisario Montalbano, El carrusel de las confusiones (Salamandra), que se suma a la novela El sobrino del emperador (Destino) y a la maravillosa La moneda de Akragas (Gatopardo), por citar solo los libros publicados recientemente de su inmensa producción. Como su maestro Leonardo Sciascia, Camilleri logra hacer inmenso lo pequeño, porque la mayoría de sus libros ni siquiera transcurren en Sicilia, sino en la localidad imaginada de Vigàta. Cada nuevo libro de Camilleri es una alegría. También se acaba de publicar un nuevo tomo de la gran escritora siciliana Simonetta Agnello Hornby, Palermo es mi ciudad (Gatopardo), que recoge sus recuerdos de infancia y juventud. Se trata de un ensayo muy personal, que describe una sociedad en la que las cosas cambian demasiado lentamente y muchas veces para que todo siga igual (Agnello Hornby conoció a Tomasi di Lampedusa en su infancia).

En el mar de Norwich se multiplican las guerras y las tragedias, los combates y los enfrentamientos: sus aguas son sobre todo el lugar donde los viejos enemigos se conocen y se miden (romanos y cartagineses, cristianos y árabes y luego turcos, los grandes imperios). “He hecho la crónica de muchos desastres y de no pocas tragedias. He considerado el Mediterráneo como una cuna y una tumba, un vínculo y una barrera, una bendición y un campo de batalla. Qué triste ver cómo se convierte en un campo de juegos, cómo se transforman los viejos puertos en puertos deportivos y cómo las trirremes son reemplazadas por lanchas motoras”, escribe desde la nostalgia al final de un ensayo que nos permite soñar con dioses y viajes pero también con la violencia y el olvido. El mar de Scaraffia es mucho más lúdico y divertido, menos solemne, aunque las vidas de muchos de sus escritores rozan permanentemente la tragedia. Mientras se leen sus historias, que transcurren en Cannes, Niza, Cap-Ferrat, Le Lavandou o Marsella, resulta inevitable pensar que lo que trata de explicarnos es que el viaje de Ulises no ha acabado nunca, que todos seguimos perdidos en el Mediterráneo.

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El carrusel de las confusiones. Andrea Camilleri

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Nuestro pan de cada día. Predrag Matvejevic

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La novela de la Costa Azul. Giuseppe Scaraffia

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La moneda de Akragas. Andrea Camilleri

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El sobrino del emperador. Andrea Camilleri

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El Mediterráneo. Un mar de encuentros y conflictos entre civilizaciones. John Julius Norwich




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