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‘La Capilla Sixtina es del Papa y no se alquila’

Barbara Jatta es la primera mujer que dirige los Museos Vaticanos. Apuesta por actualizar su gestión ‘con moderación’ y está empeñada en que los turistas no visiten sólo los frescos de Miguel Ángel

En la sala de las estatuas del Museo Pío Clementino han cortado parte del recorrido para retratar a una sonriente Barbara Jatta. La primera mujer en dirigir los museos del Papa (2016) lleva media vida trabajando aquí. Fue directora de la Biblioteca Vaticana dos décadas. Conoció la Capilla Sixtina como una ruina oscurecida por la suciedad y ha visto cómo su éxito desviaba la atención sobre los siete kilómetros de tesoros que constituyen los museos de la colección pontificia.

Barbara Jatta, directora de los Museos Vaticanos.‘La Capilla Sixtina es del Papa y no se alquila’

Tiene ante sí el reto de actualizar el mensaje de la fe y de acoger a las hordas de visitantes, que en la última década han pasado de dos a seis millones anuales.

¿Qué es hoy la Capilla Sixtina? ¿Cultura? ¿Religión? ¿Turismo?

“De entrada es un lugar de culto, el Papa y la curia la utilizan como capilla. En las entradas, una nota advierte de que si el Papa tiene una celebración, las visitas se interrumpirán”.

¿Eso sucede?

“Poco, pero ahora mismo con las reuniones sobre abusos en la sede de la iglesia, un día se cerró. La capilla ha sido utilizada para bautizos y para celebrar sacramentos. Es del Papa. Pero es evidente que, además de su uso original, es uno de los lugares más maravillosos de la historia del arte y en el imaginario de quienes visitan los Museos Vaticanos, el lugar que visitar”.

¿Unos pocos metros cuadrados eclipsan el museo más grande del mundo?

“Nos esforzamos para que se conozca el resto. Hasta finales de los años 80, la gente venía a ver las antigüedades clásicas y las estancias de Rafael. Entonces, la Capilla Sixtina era oscura y apenas se veían los frescos de Miguel Ángel. Tras una restauración que duró una década aparecieron los colores, un festival cromático que descubrió los pintores que conviven en la Sixtina: de Botticelli a Pinturicchio o Ghirlandaio. Yo ya trabajaba en la biblioteca y recuerdo la impresión: fue como correr una cortina. Hasta entonces teníamos un Miguel Ángel oscuro, casi caravaggiesco”.

¿La Capilla Sixtina se alquila? Se sabe que la empresa Porsche la alquiló para una cena de gala

 “No, en absoluto”.

 En 2014, informó la CNN

“En el pasado no lo sé. De vez en cuando hacemos cenas para nuestros grandes patronos de las artes, pero bajo mi dirección las hemos reducido muchísimo. Para mí estos son los museos del Papa, un lugar de arte y de fe para que todo el mundo lo visite. No soy contraria a actualizarlos, pero hay maneras de hacerlo y algunas decisiones exigen moderación”.

¿Alguien que no puede pagar la entrada puede visitar los museos?

“Hace poco nos escribió una pareja. Celebraban 50 años de casados y querían visitar los museos, pero no tenían con qué pagar la entrada. Claro que se las regalamos. Además, el último domingo del mes la entrada es gratuita”.

¿Los creyentes pagan menos?

“La tarifa de peregrino cuesta cuatro euros, pero tiene que ser un grupo con un sacerdote. Pícaros hay en todas partes, no basta con decir que crees”.

¿La colección de los Papas está hecha de encargos?

“Sí y no. Recibimos donaciones. Y en el pasado los papas también compraron. El arte contemporáneo lo donaron a Pablo VI cuando se cumplieron diez años de su pontificado y él lo donó a los museos”.

¿Ha visitado las colecciones con el Papa?

“No. Ha venido a las exposiciones que organizamos, pero es un hombre tan ocupado”.

¿El nombramiento del Papa Francisco ha aumentado las visitas a los museos?

“En diez años hemos pasado de dos millones de visitantes al año a seis, pero esto ha sucedido en todos los grandes museos del mundo por la posibilidad de viajar barato”.

¿Hay muchas mujeres en el Vaticano?

“Cuando llegué a la biblioteca, hace 22 años, éramos tres entre 100. Cuando salí, éramos ya el 50% reflejando los cambios de la sociedad. Hoy en los museos trabajan casi mil personas y puede que las mujeres sean un 40% porque casi todos los vigilantes son hombres. La sociedad ha ido cambiando. En la generación de mi madre, pocas mujeres trabajaban. En la nuestra, un 70%. En la de mi hija es impensable que una mujer no trabaje. Es bueno no ser sólo una cosa. Conozco a mujeres dedicadas a sus labores que cuando se separan o se muere su marido tienen un gran problema. Mi padre, que era un hombre del sur y tenía tres hijas, siempre nos aconsejaba autonomía mental y económica”.

¿Su nombramiento fue algo inesperado hasta para usted?

“Pues sí. Llevaba 20 años trabajando tranquilamente en la Biblioteca Vaticana. Un día me pidió mi jefe que por la tarde fuera a ver al cardenal. Me ofrecieron ser subdirectora para luego sustituir a Paolucci”.

¿Cómo ha decidido sus prioridades como directora?

“No quiero que los visitantes desfilen como ovejas, hay otras maneras de visitar nuestros museos. Quiero que se conozcan los siete kilómetros. Por eso ideamos la muestra del tricentenario de Winckelmann, que los atraviesa buscando la colección del que fuera bibliotecario del Vaticano. Soy más partidaria de los diálogos entre piezas de la colección con obras de otras instituciones que de las exposiciones mediáticas”.

Algunos de los grandes museos del mundo, el Louvre o el Ermitage, han apostado por las franquicias.

¿Habrá alguna vez una franquicia de los Museos Vaticanos?

“Tenemos una: Castelgandolfo. El Papa Francisco ha decidido que no sea su residencia de verano y lo ha abierto al público. Hemos llevado piezas de la colección, aunque el apartamento del Papa ha querido mantenerlo tal como lo dejó el último pontífice. Además, tenemos más de 50 exposiciones temporales al año que viajan a museos diocesanos del mundo”.

¿Ha cambiado de preferencias?

“Mi formación me hacía centrarme en la pintura. Las artes decorativas no se estudiaban en La Sapienza. Pero yo elegí una especialidad en las artes emergentes y otra en las descuidadas: fotografía y grabado. Eso te hace ver desde otro punto de vista. Hoy algunos tapices me parecen obras maestras. Hay niveles en la mirada y en el conocimiento. Cuando conoces la técnica ves con otros ojos. Yo de joven era mucho más drástica en mis juicios. Y al mismo tiempo no tenía opinión sobre casi nada. Ahora opino de todo, me veo capaz de argumentar cualquier idea”.

Tiene tres hijos. ¿Su relación con el arte ha cambiado desde que usted dirige los museos?

“Los mayores viven fuera. Mi hija es antropóloga y claro, de todos, elige el museo etnológico. En casa queda un hijo que de vez en cuando viene aquí a comer conmigo. Pero estudia finanzas y todas sus preguntas van encaminadas hacia ese tema: ¿cuánto ganan los museos?”.



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