buscar noticiasbuscar noticias

La batalla por la Tierra Media sigue en marcha

Repasamos cómo queda el universo creado por J.R.R. Tolkien tras la muerte de su hijo y albacea Christopher

La Tolkien Society anunciaba la muerte, a los 95 años, de Christopher Tolkien, albacea y tercer hijo del creador de El Señor de los anillos. Al frente de The Tolkien Estate —la asociación que controla y gestiona el legado de J. R. R. Tolkien— hasta el año 2017, lo cierto es que, lejos de llevar una gestión de los trabajos inconclusos de su padre en la sombra y sin sobresaltos, el menor de los hijos del creador de la Tierra Media fue muchas veces una figura polémica a la hora de gestionar el legado del escritor desde que este muriera en 1973.

El Castillo de la Tierra Media.La batalla por la Tierra Media sigue en marcha

Piloto de la RAF en la segunda Guerra Mundial (del mismo modo que su padre había sido soldado en la primera), muchas voces acusaron en vida a Christopher de explotar más de la cuenta el legado de su padre en más de 20 libros sobre apuntes, folclore o explicaciones enciclopédicas sobre la mitología creada por Tolkien. Algo que contribuyó a fomentar el chiste recurrente de que Christopher se ocupó de publicar hasta la lista de la compra de su padre. Otras voces, como la de Mónica Sanz, filóloga inglesa especializada en literatura y perteneciente a la Sociedad Tolkien española, cree que lo que hizo Christopher fue de un valor incalculable.

“La obra de Tolkien es tan poliédrica, tiene tantos matices, que para nosotros es un lujo lo que hizo su hijo”, cuenta Sanz. “Hay un cuento maravilloso de Tolkien llamado Hoja, de Niggle, que habla de un pintor tan obsesionado con pintar una hoja que se olvida del árbol”. Sanz ve a Tolkien precisamente como ese Niggle: alguien obsesionado con su trabajo, un perfeccionista insaciable que constantemente limaba, añadía, pulía, sumaba informaciones a esa mitología con la que se iba encontrando. Y en su caso, eso de que se iba encontrando era algo literal en su proceso creativo. “En la posada de El Póney Pisador me he topado con una figura oscura, sentada al fondo”, escribió una vez a su hijo Cristopher. “Pero todavía no sé quién es”. La figura, claro, resultó ser Aragorn, pieza fundamental de su más famosa trilogía y héroe final de la Tierra Media.

Volviendo a Hoja, de Niggel, para Sanz si bien Tolkien representa al pintor, su hijo menor representaría al marchante. Y sobre la cacareada “lista de la compra”, Sanz lo tiene claro: “Yo considero que todo lo publicado tiene mucho valor, es cierto. Pero no hay que engañarse, muchos lectores acudían a tal o cual libro esperando una novela de aventuras como El Hobbit, y lo que se encontraban eran textos filológicos. Es comprensible que muchos se frustraran”.

“Sobre la metodología de Christopher”, apunta Vicky Hidalgo, editora de Minotauro, que publica las obras de Tolkien en España, “hay que tener en cuenta lo que se encontró a la muerte de su padre”. Porque lo que se encontró fueron 70 cajas de materiales. Apuntes de todo tipo, muchas veces en cuadernos sobrescritos dos o tres veces, giros e ideas anotados en los márgenes de exámenes de sus alumnos, borradores en papeles que el escritor no paraba de retocar con una letra que, por decirlo suavemente, no era de monje amanuense. “A ordenar, componer y otorgar coherencia a todo eso, Christopher dedicó 50 años. Si no fuera por él, solo tendríamos El Hobbit y El señor de los anillos”, recuerda Hidalgo. O dicho de otro modo: “Sin la contribución de Christopher, la envergadura como escritor de J. R. R. Tolkien sería muy distinta”. Tolkien padre intentó publicar El Silmarillion después de El Hobbit, pero nadie quiso editarlo. Luego, en El Señor de los Anillos, intentó meter esa historia primigenia como anexos, pero los editores no le dejaron. Fue su hijo Christopher el que permitió, en 1977, que la monumental (en todos los sentidos) obra viera la luz. Luego vinieron todas las demás.

La Guerra de las Joyas, Las gentes de la Tierra Media, Los hijos de Húrin... así hasta una veintena de libros, entre enciclopedias, anexos y apéndices hasta llegar a La caída de Gondolin, que salió al mercado español el año pasado (en 2018 al inglés) y que como el anterior (Beren y Lúthien) eran historias esbozadas en El Silmarillion. La caída de Gondolin constituye para Hidalgo el punto y final. “Se cierra una etapa y con esto se termina el corpus principal de la obra de Tolkien. Es hermoso porque La caída de Gondolin fue lo primero que comenzó a escribir Tolkien”. Con su publicación 102 años después, se cierra un círculo literario. Ahora, para Hidalgo, “lo importante es ver cómo llegan las nuevas generaciones a este mundo, y ahí creo que es muy importante la parte audiovisual”.

Y es que la dimensión del universo Tolkien no se entendería sin la aportación capital de un cineasta neozelandés convencido de que la Tierra Media se ocultaba en su isla natal y que en 2001 asombró al mundo con la adaptación de La comunidad del anillo.

imagen-cuerpo

Portada del libro de Beren y Lúthien.



DEJA TU COMENTARIO
PUBLICIDAD

PUBLICIDAD