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La autoficción manda en el cómic

Las novelas gráficas que airean fantasmas familiares han proporcionado algunos de los mejores cómics de autor del año. Los ‘best sellers’ literarios buscan una nueva vida entre viñetas

¿Atragantados de literatura del yo? Pues algunas de las novelas gráficas más vibrantes del año vienen de ahí, de hurgar en la memoria personal y familiar, a veces con la sutileza de una retroexcavadora. El género está por todas partes (narrativa, teatro, cine…), aunque nada como las redes sociales para fabricar acaramelada autoficción. El cómic lleva décadas explorando ese camino. Lícito preguntarse si todavía queda algo nuevo bajo este sol. Verán que sí.

Una página de ‘Heimat’, de Nora Krug.La autoficción manda en el cómic

Una lee como si estuviera espiando por el ojo de la cerradura, asomada al interior del alma atormentada (¿hay algo más alemán que un alma atormentada?) de la autora, atrapada entre el deseo de disfrutar de una identidad (el derecho a la nostalgia) y el remordimiento heredado por los días de Hitler. La narración relega la clásica estructura en viñetas, reservada para episodios concretos, y se despliega en un heterodoxo formato que mezcla fotografías, documentos, libretas escolares, dibujos y caligrafías (y sí, las tipografías pueden tener poder evocador).

También Jorge González y Paco Roca desvelan una parte de su álbum familiar en Llamarada (ECC) y Regreso al Edén (Astiberri). Puede que no partan de un pasado tan traumático como el de la alemana, pero cada familia esconde en el armario sus tragedias y disfunciones. González rescata la historia de su abuelo, gloria del fútbol en las barriadas de Avellaneda, conocido como Llamarada por su cabello pelirrojo. En saltos sin orden cronológico, el dibujante argentino se introduce a sí mismo, a su padre y a sus hijos en un álbum hecho con lápices y silencios, que explora las relaciones paternofiliales y la relevancia de mantener cadenas de transmisión entre generaciones. El viaje de Paco Roca es la culminación de un proyecto íntimo que se despertó tras la muerte de su padre en La casa, que este verano le dio su primer Eisner (Emma Ríos recibió otro por su portada para Bella muerte. La rata). Ahora la biografía de su madre le sirve para retratar la machacada generación de la posguerra española, cuyo principal acto de heroísmo consistió en sobrevivir.

Memoria familiar exótica hay en Mis cien demonios (Reservoir Books), colorida autobiografía gráfica de Lyn­da Barry, hija de emigrantes filipinos en EE UU, y exploración personal dolorosa en las vivencias de Gabrielle Bell en Todo es inflamable (La Cúpula). Para acabar, dos autoficciones más: Algo extraño me pasó camino de casa (Astiberri), donde Miguel Gallardo cuenta su experiencia con el cáncer en este año maldito, y Siempre tendremos 20 años (Norma), donde Jaime Martín cierra su trilogía familiar ahora con su generación como protagonista del tebeo. Entre quienes eligieron contar vidas ajenas figuran Sybille Titeux de la Croix y Amazing Améziane, que reconstruyeron la lucha de la activista Angela Davis en Miss Davis (Flow Press), un álbum contundente y oportuno en el año en que repuntó el Black Lives Matter.



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