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José Clemente Orozco, fundador del muralismo mexicano

El artista, junto a Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, destacó por la monumentalidad de los rasgos plásticos y su lenguaje expresivo

Reconocido por sus pinturas, dibujos y acuarelas, pero sobre todo por sus murales, que se traducen en emblemáticas clases de historia en los edificios más representativos de México, ha convertido a José Clemente Orozco en un artista universal.

José Clemente Orozco, fundador del muralismo mexicano

SU VIDA

José Clemente Ángel Orozco Flores nació en Zapotlán el Grande, actual Ciudad Guzmán, el 23 de noviembre de 1883. Cuando tenía dos años, su familia, con cuatro hijos, se mudó a Guadalajara y después, cuando tenía siete, a la Ciudad de México.

Su vida estuvo marcada por la tragedia y las adversidades, pero el pintor mexicano no sólo supo plasmar en sus frescos, murales, pinturas, grabados y litografías el dinamismo y contenido social de su época, sino que se convirtió en uno de los fundadores del muralismo mexicano.

El artista que ayudó a dirigir el renacimiento de la pintura mural mexicana en la década de 1920, es recordado a 134 años de su nacimiento.

En 1903 el presidente Porfirio Díaz (1830-1915) premió sus estudios de tercer año de preparatoria con una medalla de oro y un diploma.

Ese mismo año su padre falleció víctima de tifo y casi de inmediato comenzó a tomar clases de arte en la Academia de San Carlos para completar su formación académica.

En 1904 José Clemente Orozco sufrió un accidente con pólvora que terminó con la amputación de su mano izquierda. Una vez recuperado, se empleó en la Casa Amplificadora de Retratos de Gerardo Vizcaíno, en la que permaneció dos años.

Por esa época asistía de manera irregular a la Academia de Bellas Artes o de San Carlos. Su interés por la pintura lo hizo abandonar la Escuela Nacional Preparatoria para dedicarse por completo a la pintura. Entonces regresó a la academia para recibir clases formales de 1907 a 1914.

La casualidad hizo que cerca de su casa hubiera una imprenta que trabajaba con los grabados de José Guadalupe Posada. Ahí conoció su obra y comenzó a interesarse por la pintura.

SUS INICIOS EN LA PINTURA

Sus primeras lecciones de color las recibió casi sin querer observando a Posada trabajar cuando regresaba de la escuela y se detenía a verlo pintar. El primer impulso del pequeño Orozco fue inscribirse en la Academia de Bellas Artes de San Carlos para tomar clases nocturnas de dibujo.

Con 14 años, José Clemente Orozco fue enviado a estudiar a la Escuela Nacional de Agricultura en San Jacinto y aunque no estaba interesado en la agricultura, logró tener sus primeros ahorros dibujando mapas topográficos.

Orozco decidió completar después su formación académica, ya que su familia había decidido que aprovechara sus condiciones para el dibujo, pero ser ingeniero agrónomo no satisfacía en absoluto las aspiraciones del futuro muralista, así que tuvo que afrontar la lucha interna que suponía que su talento artístico se enfrentara a unos estudios que no le interesaban. En 1909 tomó la decisión de consagrarse por completo a la pintura.

Desde 1911 a 1916 colaboró como caricaturista en algunas publicaciones, entre ellas “El hijo del ahuizote” y “La vanguardia” y realizó una serie de acuarelas ambientadas en los barrios bajos de la capital mexicana. En ambos casos demostró su originalidad unida a la tendencia expresionista. Sus primeros trabajos también consistieron en litografías de la vida indígena en pinturas murales, una técnica con la que logró con el tiempo un perfecto dominio de la técnica.

Su primer cuadro de grandes dimensiones titulado “Las últimas fuerzas españolas evacuando con honor el Castillo de San Juan de Ulúa” apareció en 1915 y un año después, en la librería Biblos de la Ciudad de México, realizó su primera exposición pública “La casa de las lágrimas”.

José Clemente Orozco se casó con Margarita Valladares y tuvieron tres hijos. En 1922 se unió a Diego Rivera y a David Alfaro Siqueiros en el sindicato de pintores y escultores con el objetivo de intentar recuperar el arte de la pintura mural bajo el patrocinio del gobierno.

El movimiento muralista mexicano llenó de monumentales obras el país con una tendencia nacionalista, didáctica y popular que perseguía poner en práctica el “arte de la calle” que defendían y poniéndolo al servicio de una ideología de izquierdas.

Con el paso del tiempo, el artista retrató la condición humana de forma apolítica interesándose más por los valores universales y sin insistir tanto en los valores nacionales. A lo largo de su carrera no abandonó el aspecto indígena y precolombino pero sus intereses se extendieron a la condición humana, su relación con la tierra, la religión o la guerra, así como la libertad, las ideologías y el papel que deben jugar los estados.

SU PRIMER GRAN OBRA MURALISTA

Los murales en San Ildelfonso fueron parteaguas en su carrera. Los finalizó en 1926, pues los dejó sin terminar para encargarse de otros trabajos como ‘Omniescencia’, en la Casa de los Azulejos (1925) o ‘Reconstrucción’, en la Escuela Industrial de Orizaba.

De 1927 a 1934 viajó a Estados Unidos y eligió como tema de sus obras la deshumanización de las grandes ciudades, el trabajo, la fraternidad, el arte, la ciencia y la esclavitud. De esta etapa destaca uno de sus trabajos más conocidos fue ‘Prometeo’ (1930), en el Fray Hall del Pomona College, en Claremont. También pintó en Nueva York, Hannover y New Hampshire y años más tarde de esta primera experiencia regresó a Nueva York para pintar un encargo para el Museo de Arte Moderno.

SU CONSOLIDACIÓN

De vuelta a México, Orozco, ya con gran nombre y fama, pinta un mural significativo en el Palacio de Bellas Artes (1934): ‘Katharsis’, situado frente al de Rivera titulado ‘El hombre en la encrucijada’, una de sus obras más conocidas. En la Suprema Corte de Justicia (1941) en la Ciudad de México pintó la obra ‘Las riquezas nacionales’, que consta de cuatro tableros y engloba tres temas principales; en dos tableros se refiere a la justicia y critica y satiriza su práctica, llena de errores e injusticias. Otro tema se refiere a las riquezas nacionales; los productos de la tierra y donde metales preciosos y petróleo están bajo la protección de la bandera mexicana y del jaguar, símbolos nacionales. El último tema se refiere a los movimientos sociales obreros.

En el año 1946 se le concede el Premio Nacional de Bellas Artes y en esos años prolíficos realiza en Guadalajara los muros del Paraninfo de la Universidad, la escalera del Palacio de Gobierno y el Hospicio Cabañas. Su primer trabajo exterior lo realiza en 1947, en la Escuela Nacional de Maestros titulada ‘El pueblo se acerca a las puertas de la escuela’.

En la producción de sus últimos años Orozco tiene un afán innovador y de experimentar con nuevas técnicas, algo que se atisba en el mural ‘La alegoría nacional’, en el que utilizó fragmentos metálicos incrustados en hormigón. Si bien sus tonos nunca fueron tan coloristas como los de sus compañeros, con los que recibió el apodo de ‘Los Tres Grandes’, sus grises y negros siempre tuvieron el rojo como color impactante, eligiendo un personaje central que divide la acción, al igual que las líneas diagonales que marcan el movimiento en algunas de sus obras.

En el lapso de 1941 a 1944 Orozco se dedicó a la pintura de caballete y a otra gran obra mural en la bóveda y los muros del coro de la antigua iglesia de Jesús Nazareno, donde las ideas que plasma se relacionan con el ‘Apocalipsis’.

Falleció el 7 de septiembre de 1949 en la Ciudad de México debido a una insuficiencia cardiaca, mientras trabajaba en los primeros trazos de un mural.

Su aportación a la pintura nacional mexicana y la importancia de su figura artística llevaron al presidente Miguel Alemán a ordenar que sus restos fueran velados con honores en el Palacio Nacional y recibieran sepultura en la Rotonda de los Hombres Ilustres.

José Clemente Orozco es el artista que logró hacer florecer el arte pictórico mexicano gracias a sus originales creaciones y ha sido disuado en la modernidad, de manera especial en el complicado período de entreguerras.

Marcado por las tendencias artísticas que surgían al otro lado del Atlántico, sus obras siguen vigentes como una genial clase de historia y de derechos en todo el mundo. 

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