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Jaroussky busca llevar su canto a la cercanía de Callas

El popular contratenor anuncia su intención de dirigir

Las opciones de estilo para los contratenores no son las de todos los demás cantantes. Del barroco pasan al siglo XX y dejan en medio casi todo el XIX. Se trata de una cuerda vocal que se adecua a los papeles escritos en su día para castrati. Los más contemporáneos recuperaron ese tono de atractiva ambigüedad que da la voz femenina entonada por un hombre para crear nuevas obras. Dicho impulso y la recuperación del repertorio más antiguo, propiciaron una escuela con esta especialidad que ha cristalizado y conquistado a nuevos públicos en las últimas décadas.

El cantante Philippe Jaroussky, durante un concierto el pasado mes de enero en Berlín.Jaroussky busca llevar su canto a la cercanía de Callas

EROTISMO Y MUERTE

En esa atmósfera inquietante, donde confluyen erotismo y muerte, lo concreto con una ambición de trascendencia frustrada, se desenvuelve Jaroussky.

“Son dos personajes con distinta entonación. El ángel con luz y su contrario, más tenebroso, que vaga sin paz en el mundo de los muertos”.

El resultado es un continuo desafío a las fronteras donde la del sonido manda. Su voz es amplificada y queda flotando en el ambiente una vez que sale de su cuerpo con medios electrónicos.

“Cada noche temo la reacción del público. Puedes controlar el sonido cuando lo llevas dentro y lo apagas con el cuerpo. Pero no cuando sale de ti y queda por ahí, fuera de tu dominio. Sin embargo, lo vivo como una rica paradoja que me abre más posibilidades que límites. En mi caso, aporta mucha seguridad a la hora de no forzar y cantar con un tono más natural, más cercano. Es una obra que debe más a los colores que pintaba Debussy en Pelléas y Mélisande que a Verdi o Wagner”.

La experiencia, así vista, le sirve sobre todo para atraer a esos públicos que se muestran reacios porque creen que la ópera es el arte de la exageración.

“Me identifico mucho con la obsesión de María Callas a la hora de buscar la cercanía. Es algo que además nos lleva a los orígenes de este arte y reivindicar al Monteverdi que muchas veces buscaba el habla. La voz cantada, después, sobre todo en el barroco más intenso, con las piruetas de los castrati, puede travestir las verdaderas emociones”, alerta Jaroussky.

SABE DE LO QUE HABLA

Ha explorado el territorio de aquellos monstruos de feria solitarios que eran los castrati. De Farinelli a Carestini, Jaroussky ha disfrutado y padecido por medio de la voz sus maravillas y sus pesares. Por eso teme también la decadencia.

“No quiero llegar a viejo cantando. Se que deberé bajarme del escenario algún día. Pero no lo vivo como un trauma. Me considero músico en general y esto lo afronto sólo como etapa de una carrera en la que quiero probar otros ámbitos, como la dirección”, comenta a sus 40 años. Intentará durar en las mejores condiciones, pero necesita períodos de descanso largos.

“Descansaré cerca de tres meses. Necesito reflexionar y estudiar a fondo. De mi depende encontrar el ritmo adecuado. Es mi responsabilidad para dar lo mejor”.

LA VERGÜENZA ITALIANA

 POR LOS ‘CASTRATI’

Después de su tiempo de descanso, a Philippe Jaroussky le esperan dos citas importantes junto a Cecilia Bartoli esta temporada. Una en la Pascua de Salzburgo, donde participará en “Farinelli and Friends”, el homenaje que ambos, acompañados de otros cantantes, quieren rendir al castrato más grande de la Historia y otra en La Scala de Milán, donde interpretarán juntos “Giulio Cesare”, de Haendel.

Italia no es un país donde Jaroussky haya triunfado, por motivos de rechazo al repertorio que explora, no al cantante. Nada personal, sólo traumas colectivos mal resueltos.

“Apenas he hecho ahí tres conciertos en 20 años. No les gusta mucho explorar el mundo de los castrati. Lo viven como algo de lo que se avergüenzan. Por eso cuesta entrar”, asegura. Durante siglos, se castró a niños para que se dedicaran al canto. Algunos triunfaron, otros como consuelo, acababan ganándose el pan en un coro. La mayoría fenecía como resultado de un sacrificio inútil para escapar al hambre. Todo aquello en nombre del arte, todavía pesa en el país que los encumbró y luego quiso borrarlos.




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