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Un país conmocionado

Japón es uno de los diez países del mundo con menos armas en manos de civiles y la muerte a tiros de Shinzo Abe los hizo sentir inseguros

Los dos disparos que  acabaron con la vida del ex primer ministro Shinzo Abe han causado una enorme conmoción en Japón. La noticia inundó casi de inmediato las redes sociales. Los informativos de televisión empezaron a recopilar vídeos tomados por las personas que se encontraban en el lugar de los hechos y recrearon los movimientos del autor de los disparos, identificado como Tetsuya Yamagami, de 41 años. El Ministerio de Defensa de Japón confirmó que un individuo con ese nombre sirvió durante tres años en las fuerzas marítimas desde 2005.

La noticia del magnicidio ocupó las portadas de todos los diarios y muchos japoneses buscaron información del tema.Un país conmocionado

El ataque se produjo en la estación de Yamato-Saidaiji de la ciudad de Nara, en un momento en el que había pocas personas. Debido a la estricta ley sobre adquisición de armas de fuego en Japón, los escasos tiroteos suelen producirse entre bandas del crimen organizado, la yakuza (mafia japonesa). Cuando los políticos y otros cargos conocidos aparecen en público, la atención de los guardas y las fuerzas de seguridad está habitualmente centrada en la posibilidad de atentados con armas blancas.

Japón es uno de los diez países del mundo con proporcionalmente menos armas en manos de civiles: 377.000 ?0,3 por cada 100 personas?, según el informe de 2017 de Small Arms Survey, un proyecto del Instituto de Estudios Internacionales y de Desarrollo de Ginebra. En Estados Unidos, la cifra superaba ese año los 393 millones, o 120 por cada 100 personas (el único país del mundo con más armas que habitantes). El asesinato más reciente con bala de un político japonés ocurrió en 2007, cuando Iccho Ito, el alcalde de Nagasaki, ciudad víctima de la bomba atómica al final de la II Guerra Mundial, fue atacado por miembros de la yakuza.

Una campaña electoral alterada

Al conocerse que Abe se debatía entre la vida y la muerte tras tres horas de operación en el hospital, el primer ministro Fumio Kishida condenó el atentado con la voz quebrada por el llanto. No suspendió la cita electoral, aunque se espera que se refuercen las medidas de seguridad en las apariciones públicas de los políticos. Un elemento extra de celo es que los medios de comunicación no darán a conocer los nombres de los candidatos por los que hacía campaña Abe cuando fue asesinado.

  • El impacto del magnicidio es, además, mayor porque el asesinato se produjo en Nara, antigua capital del país. Vecina a Kioto, es uno de los lugares más turísticos de Japón por tener templos muy antiguos.

Como muestra de la sensación de seguridad que hasta ahora rodeaba a los políticos de alto rango en el país, los servicios de seguridad de Abe, que habitualmente evalúan los riesgos del lugar en el que estos celebrarán sus actos públicos, no lo hicieron esta vez por falta de tiempo, ya que la intervención de Abe en Nara fue una decisión de última hora.

Aún están por ver los efectos que tendrá este magnicidio en la seguridad de las reuniones políticas de Japón. En el ataque con gas sarín en 1995 en el metro de Tokio, los miembros de una secta religiosa usaron bolsas de plástico que parecían de basura para depositar la sustancia letal y causar la muerte al menos a 13 personas. A partir de entonces desaparecieron las papeleras de las estaciones y de los lugares públicos en todo Japón y solo hasta hace unos años se volvieron a instalar algunas bajo vigilancia de cámaras.

La amplia mayoría en la Cámara alta obtenida en las urnas por el gobernante Partido Liberal Democrático (PLD), la formación del ex primer ministro asesinado Shinzo Abe, confirmada este lunes por los resultados oficiales, abre la puerta a un cambio histórico en Japón: el del principio del fin del pacifismo impuesto por los vencedores de la II Guerra Mundial a una nación derrotada. El país al que las bombas de Hiroshima y Nagasaki terminaron por poner de rodillas se vio forzado a promulgar en 1946 una Constitución que aún hoy le prohíbe cualquier acto bélico. Acabar con lo que una parte de los japoneses percibe como un anacronismo fue uno de los objetivos de Abe hasta su asesinato el pasado viernes. Este lunes, el primer ministro, Fumio Kishida, asumió ese polémico legado y prometió acabar las “tareas inconclusas” de Abe: entre ellas, cambiar la Ley Fundamental del país para aumentar sus capacidades militares.

“Los problemas que él no pudo solucionar, los haré míos”, se comprometió Kishida en rueda de prensa en Tokio tras confirmarse que el PLD obtuvo 63 escaños en los comicios, más de la mitad de los 125 que se renovaron el domingo. Su socio de coalición, el budista Komeito, ganó 13 asientos, por lo que ambos partidos suman en total 76, que añadidos a los 70 de los que disponen en la otra mitad de la Cámara Alta —cada tres años se elige en las urnas el 50% de los escaños— amplían la mayoría de la coalición gobernante a 146 de 248. Son los mejores resultados electorales para el PLD desde 2013.

La muerte violenta de Abe, cuando hacía campaña en apoyo a un candidato del PLD, suscitó un voto de simpatía en los comicios y una victoria que garantiza a Kishida tres años de Gobierno sin necesidad de convocar elecciones nacionales.

Muchos japoneses, como lo hacía el mismo Abe, creen que la Constitución (parcialmente redactada por las fuerzas de ocupación estadounidenses al final de la II Guerra mundial) los deja indefensos. De acuerdo al artículo noveno, el ejército japonés ni siquiera puede definirse como “Fuerzas Armadas”, sino como Fuerzas de Autodefensa. Tampoco llevar a cabo ofensivas, declarar una guerra, participar en conflictos internacionales o tener misiles balísticos. Su razón de ser es la protección del archipiélago. 

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Cola de ciudadanos ante el templo Zojoji de Tokio, donde se celebra el velatorio por el ex primer ministro Shinzo Abe, asesinado el pasado viernes 8 de julio.



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