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Ian Curtis, 40 años después: así fueron las últimas horas del poeta torturado que influyó a varias generaciones

Pese a su breve legado, el cantante de Joy Division sigue inspirando a otras bandas, además de películas, libros y documentales. Esta fue la vida (y muerte) del cantautor que nos dejó un 18 de mayo de 1980

Cuando a Ian Curtis (1956-1980) se le metía algo en la cabeza, no se andaba con medias tintas. Su viuda, Deborah, cuenta en el libro Touching from a distance (1995) que, de niño, se sintió atraído por el fútbol y no se conformó con darle patadas a un balón en un descampado; formó un equipo, al que le puso nombre (Los Espartanos). Su inquietud por la poesía le indujo a escribir la suya propia. Fascinado en su primera adolescencia con el motorista neozelandes Ivan Mauger, él y un amigo se compraron con sus ahorros una vieja BSA Bantam que disfrutó hasta que se dio cuenta de que no le gustaba mancharse las manos de grasa. Contagiado del ímpetu del naciente punk, se unió al grupo que estaban creando unos amigos del colegio (y que, más tarde, se convertiría en Joy Division). Cuando, a los 23 años, el peso de la depresión, la enfermedad, su crisis matrimonial, la responsabilidad de su temprana paternidad, el sentimiento de culpa por su affaire con una periodista belga y la abrumadora perspectiva de una gira por Estados Unidos se le hizo insoportable, también hizo gala de vehemencia y resolución: se quitó la vida.

Ian CurtisIan Curtis, 40 años después: así fueron las últimas horas del poeta torturado que influyó a varias generaciones

Lo hizo el 18 de mayo de 1980. Resulta llamativo que en los 40 años transcurridos desde entonces, el recuerdo de Ian Curtis no se haya diluido: sigue muy presente. Curioso porque en el momento de su muerte, su banda solo había publicado un álbum (Unknown pleasures, 1979), y no fue precisamente un éxito. La semana que salió a la venta -en junio de ese año-, el LP más vendido en el Reino Unido era Discovery, de la Electric Light Orchestra, grupo veterano que por entonces hacía guiños a la música disco. Joy Division encarnaban justo lo contrario: eran nuevos y oscuros. Curtis tampoco respondía al perfil estándar de estrella del rock que desata pasiones. Sin embargo, su legado perdura. Es posible encontrar trazas de su estilo en bandas del siglo XXI como Editors, Interpol o Bloc Party; un gurú de la música electrónica como Moby dijo: “Pasé más tiempo en el instituto escuchando a Joy Division que con mis amigos y familiares, y la banda es una gran influencia para mí”. Ha inspirado películas como Closer (Anton Corbijn, 2007), documentales (Joy Division; Grant Gee, 2007), libros… Sin duda, Ian Curis es más grande hoy de lo que lo fue en vida.

Joy Division se salieron por la tangente incorporando teclados en plena resaca del punk. Las letras de Curtis no consistían en vómitos asociales como las de otros grupos coetáneos; admirador tanto de Sylvia Plath como de Jim Morrison, construyó una estética propia, intensa, profunda y de alta carga emocional. Al resultado se le llamó post punk. Fueron pioneros de la nueva escena indepenciente, al convertirse en el primer grupo que fichó Factory Records. “Joy Division creó un modelo de cómo una banda podría operar de manera independiente”, dijo Tim Burgess, cantante de The Charlatans, tal y como se cuenta en The Guardian. Tras el lanzamiento de Unknown pleasures fueron portada de la revista NME y grabaron una sesión para el programa del locutor John Peel en la BBC. Sin ser el grupo más vendedor, era al que había que seguir la pista.

Joy Division había terminado de grabar su segundo álbum, Closer, en marzo de 1980. Fueron sesiones difíciles. Los otros miembros de la banda sentían -en lo que constituye un tópico del rock and roll- que la belga Annik Honoré estaba alejando a Curtis del grupo. Para empezar, se había hecho vegetariano por ella y en los restaurantes se sentaban separados del resto de componentes. Por otro lado, la epilepsia descontrolada de Ian deparaba momentos de angustia. 

Una noche de grabación, el bajista Peter Hook se extrañó de que llevara horas desaparecido. Lo buscó por las instalaciones de los estudios Britannia Row (propiedad, dicho sea de paso, de Pink Floyd), y lo encontró inconsciente en el baño. “Había tenido un ataque -recordaba Hook-, se había caído y golpeado la cabeza con el lavabo. Ian siempre fue su peor enemigo, porque siempre decía lo que querías escuchar”. 



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