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Hemingway, el esplendor del ocaso

El periodista italiano Andrea Di Robilant ha escrito una de las semblanzas más apasionantes y definitivas sobre uno de los escritores más míticos de la segunda mitad del siglo XX

Le llegó el Premio Nobel (1954) cuando muchos pensaban que era un escritor acabado. Pero la publicación de El viejo y el mar (1953) revolvió al viejo león y regresó a las listas de los libros más vendidos y a las columnas de los críticos literarios más exigentes, incluso, a veces hasta rigurosos, y a que un año después se le concediera el que, aún hoy, se considera el máximo galardón literario. Vida y obra enHemingwayhan sido una pareja inalterable. Pareciera como si el ímpetu que marcaba su biografía derivara en sus relatos (extraordinarios la mayoría) y en sus novelas (desiguales). Pero no fue así. Como en todo escritor había dos, el personaje físico y el que escribía la ficción, trató de unir a los dos en una tarea imposible. 

Ernest Hemingway en su despacho.Hemingway, el esplendor del ocaso

Le llegó el Premio Nobel en 1954: cuando muchos pensaban que era un escritor acabado

Prensa que le sigue y le persigue por cada rincón de Italia; público lector que espera ansioso sus traducciones al italiano; aristócratas encantados de cortejar y jalear a una figura tan asombrosa, como divertida, torrencial y agotadora, soberbia y frágil; grandes editores que le ofrecen cifras escandalosas por firmar en exclusiva. Todos le festejan y a él le encanta. Siempre rodeado de amigos, de curiosos, de vividores, de encanto, de ese viejo encanto de condesas, baronesas, príncipes, artistas, coleccionistas de arte y poseedor de un desparpajo memorable a la hora de derrochar con gracia y sin reproches, en fiestas, viajes, amistades y horas ingentes cantidades de dólares, y poseedor, también, de una extraña melancolía que solo logra paliar a través de súbitos enamoramientos, a menudo con rasgos adolescentes, es la vida a cada instante. 

Uno de esos amores, y que forma parte de la verdadera intriga de este formidable libro, es la historia con la jovencísima Adriana Ivancich. La Renata de una de sus obras en las que puso todo su entusiasmo y que, sin embargo, para amigos, editores, críticos e incluso para la propia Mary resultó un pastiche de su anterior gran escritura, Al otro lado del río y entre los árboles. Terminada la Segunda Guerra Mundial, Hemingway emprende la que sería la trilogía de la guerra, un Adiós a las armas magnificado. La sombra del jovenNorman Mailer y de Irwin Shaw acechan. Pero el viejo león no termina de rematar la versión en tono de épica que espera publicar, así como su nuevo proyecto El mar, en el que confiesa su deseo de superar a Melville. 

La nómina de personajes es un sinfín de historias. Todos lo conocen, todos le persiguen

Mientras tanto se entretiene, viajes a París, estancias en el Ritz; Venecia, y su maravilloso hotel Gritti, horas y horas en el Harry’s Bar veneciano, cenas llenas de ingenio y vinos inmejorables, madrugadas de eterna conversación disparatada, cacerías de patos, las peleas entre Einaudi y Mondadori por adquirir los derechos de sus ediciones en italiano, regreso a Finca Vigía, artículos vendidos por miles de dólares, safaris en África (y graves heridas que tendrán fatales consecuencias), retorno a Pamplona, encuentro con Dominguín y Ordóñez, con Ava Gardner en Madrid, su curiosa relación de amistad profunda con Marlene Dietrich. 



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