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Giovani

El sábado pasado vi la repetición del programa “Pequeños Gigantes”. La dinámica de ese día incluía que el capitán de cada equipo (niños entre cinco y seis años) presentara un resumen de su vida familiar que previamente habían grabado en sus lugares de origen.

Giovani, un pequeño gigante.Giovani

La mayoría de los niños, por lo que se vio, tenían un nivel de vida cómodo y mostraron sus bellas casas, sus cuartos llenos de juguetes, hablaron de sus actividades extra-clases o de viajes que habían realizado con sus familias.

Una niña de extracción indígena, aunque en una comunidad humilde, vive en un rancho en donde siembran naranjas, tienen caballos, etcétera.

Tocó entonces el turno a un niño originario de Tijuana, un niño morenito, algo gordito, pero con las típicas manchas blancas en la cara por mala nutrición. Su fisonomía era muy diferente a la mayoría de los otros niños. Su nombre, Giovani.

Con notorio entusiasmo y alegría, se dispuso a mostrar las diversas facetas de su vida. Aparece primero en un humilde lugar con corrales llenos de gallinas y muestra la manera en que alimentaba a las aves cuando trabajaba en ese lugar. Derrochando simpatía, había explicado que ya no trabaja ahí porque 

lo descontrataron” una vez que se quedó dormido.

Después de eso, también con alegre voz y semblante, aparece en un tianguis y dice: “mi mamá trabaja limpiando casas y el fin de semana trabaja aquí en el tianguis vendiendo ropa y yo le ayudo. ¿Quieren ver cómo?”, tras lo cual aparece en su puesto de ventas, que incluía ropa usada y algunos otros objetos, todos colocados en una cobija en el suelo. Sin ninguna pena, el niño empieza a gritar a todo pulmón: “pásele, pásele, ¿no necesita algo de nosotros? Véala, véala”. Alguna gente se acerca y el niño los atiende diligentemente, negociando precios y evidenciando la práctica que ya tiene en esa actividad, aún a su corta edad.

‘MI CASITA’

En el siguiente plano y afuera de una vivienda que se veía de lo más humilde, el niño, más emocionado que en las secuencias anteriores, dice: “y ahora les voy a enseñar lo más bonito de aquí: ¡mi casita! ¿Verdad que se ve bien bonita? Vengan, vamos a conocerla”.

Ya en el interior, el niño empieza a describir su vivienda. Señala para una de las paredes y dice: “ahí estaba la lavadora, pero la tuvimos que vender para tener dinerito”. Señala para otro lado y dice: “ahí estaba la televisión, pero se nos mojó cuando llovió por las brisas que entraron”. Señala otra pared diciendo: “ahí estaba el refrigerador, pero ese también lo tuvimos que vender”. Camina dos pasos y para alcanzar el fregadero, sube tres improvisados escalones hechos de blocks apilados y se pone a lavar platos diciendo: “yo le ayudo a mi mamá a hacer los ‘quihaceres’ porque ella viene muy cansada de su trabajo”. Finalmente, aparece dentro de un minúsculo baño anunciando: “¡este es mi baño!”. Muestra una cubeta que está en un rincón, saca una vasijita de dentro de la cubeta y dice: “con esto me echo agua y me enjabono y bailo” (realiza, según él, unos pasitos de baile). Termina diciendo: “y ya, esta es mi casa, ‘ámonos’”.

La secuencia final es en una playa. Bailando en la arena, el niño anuncia: “esta es la playa de Rosarito, mi lugar favorito y con mi familia, más chido. Adiós, me voy a comer pizzita”. Corre a donde está su familia con una caja de pizza, toma una rebanada y agrega: “ya hay pizza para todoooooss, ¡salud!”. Y se despide lanzando besos a la voz de: “gracias público, espero que les haya gustado”.

Las enseñanzas de un pequeño gigante

Los invito a ver el video de la presentación de Giovani (está en YouTube) para que logren percibir mejor el maravilloso espíritu de ese niño, que parece no depender de ninguna posesión material para ser feliz. Los jueces y la conductora del programa lloraban abiertamente al terminar la presentación.

Se deshicieron en elogios y agradecimientos hacia este pequeño gigante por enseñarles que lo material no es lo importante; por recordarles que el ser es más importante que el tener. Por ser una luz que había iluminado su día con su hermoso ejemplo de vida.

¿Yo? Claro, también lloré. Y también le agradecí a Giovani por recordarme que, cuando nos toque partir, no habrá ningún camión de mudanzas que siga nuestro féretro. Todo lo material se quedará aquí. Pero la alegría de las relaciones que hayamos disfrutado con nuestros seres queridos durante esta existencia terrenal, permanecerá con nosotros para siempre y seguramente, nos acompañará también en la siguiente etapa de existencia.




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