buscar noticiasbuscar noticias

Gente buena

En estos tiempos en los que tanto se oye hablar de discriminación, es reconfortante presenciar las acciones de personas que se dedican a ayudar a otros más débiles

En estos tiempos en los que tanto se oye hablar de discriminación, es reconfortante presenciar las acciones de personas que se dedican a ayudar a otros más débiles.

Gente buena

Asistí hace días al programa conmemorativo del Día del Libro que organizó el Centro de Atención Múltiple “María J. González”, escuela que brinda atención a niños con necesidades especiales (autismo, parálisis cerebral, Síndrome de Down, etc.).

Este extraordinario grupo de maestras demuestra con hechos el enorme cariño que sienten por su profesión, y con amor y creatividad se esmeran para que la asistencia de estos niños a ese centro sea realmente enriquecedora.  Para este evento organizaron un programa que fue un deleite para quienes asistimos. Fuimos testigos de la extraordinaria labor que realizan en bien de los niños y de la gran dosis de paciencia que su trabajo demanda.

Un hermoso programa

Con materiales sencillos armaron un escenario, y con gran entusiasmo prepararon la participación de los niños. Lo que para un niño sin estas características pudiera ser de lo más sencillo, con estos niños especiales es todo un reto.

Iniciaron haciendo una pasarela con los más pequeños disfrazados de personajes de cuentos infantiles. El simple hecho de lograr que los niños recorrieran los pocos metros de la pasarela, requirió para sus maestros y equipo de apoyo esa paciencia y amor que mencionaba. Algunos niños no querían hacer el recorrido, se dejaban caer en el piso o se quedaban parados sin avanzar hacia donde se les indicaba. Pero siempre había alguien, un miembro del equipo, para ayudar tiernamente a los pequeños a terminar su recorrido. Estoy seguro que con el mismo amor los ayudan a hacer su recorrido por la vida.

Después siguió otro grupo de niños mayorcitos. Mientras el personal sostenía algunas láminas con personajes de un cuento que la maestra de ceremonias leía, los niños hacían coincidir otra serie de figuras iguales con su par correspondiente.

Vino luego un niño que leería un cuento. Las maestras sostenían un gran cuaderno con el cuento escrito en letras grandes y le iban señalando al niño los renglones para que leyera. Este número del programa fue el más retador. El niño leía unas líneas y luego se distraía viendo el micrófono; les ponía el micrófono a las maestras como para que leyeran ellas; le pedían que continuara leyendo y les hacía señas y les decía “Sshhh…” (como para que se callaran). Con dificultades lograron que terminara de leer. Pero lo que a todos nos enterneció fue que cada vez que en el cuento decía la palabra “papá” y el niño la leía, la decía con un gusto enorme (“…entonces Leonardo fue con su ¡PAPÁ!”), y en cada ocasión que decía la palabra, volteaba al público como buscando a su papá. En una de esas ocasiones, después de decirla, volteó y dijo en el micrófono “Papá, te quiero”. Casi lloré ante esa muestra de la conexión tan especial que debía haber entre ese niño y su padre.

Para terminar el programa, los más grandes hicieron una parodia “entonando” la canción del mariachi loco, mientras dos niñas iban bailando por turnos con cada uno de ellos.

Una meritoria labor

Mientras disfrutábamos de un sencillo pero delicioso refrigerio que la directora y las maestras prepararon para los invitados, estuve viendo salir a los padres con sus hijos. Me conmoví nuevamente cuando vi salir al padre de ese niño que leyó. Un hombre joven, de aspecto humilde pero que se veía que era todo corazón, y seguramente ese gran corazón está entregado de lleno a su hijo, por lo que pudimos percibir. Aparte de conmovido, me sentí humilde de haber podido presenciar ese vínculo tan sagrado entre dos seres especiales.

Agradezco a las personas que dedican tiempo para atender a niños con necesidades especiales, y en esta ocasión, en particular, felicito y agradezco al extraordinario equipo de  esta escuela pequeña pero hermosa. La madre Teresa de Calcuta dijo en una ocasión: “El mundo está lleno de gente buena. Si no puedes encontrar a una, conviértete tú en una de ellas”. Gracias al personal de la escuela “María J. González” por formar parte de ese ejército de gente buena que nos hace restaurar nuestra fe en la humanidad, y que día a día, de manera silenciosa, entregan el corazón para ayudar a los niños y a sus padres. Dios los bendiga por su maravillosa labor, y como lo he expresado en otras ocasiones, estoy seguro de que llegará el día, en otra esfera de existencia, en que esos pequeños, libres ya de limitaciones, los abrazarán y derramarán ante ellos lágrimas de amor y gratitud.



DEJA TU COMENTARIO
PUBLICIDAD

PUBLICIDAD