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Eugène Atget: el cronista del viejo París

La Fundación Henri Cartier-Bresson dedica una exposición a la legendaria figura del gran precursor de la fotografía moderna

De Eugène Atget (Libourne, 1857-París, 1927) escribía el poeta surrealista Robert Desnos que era “un anciano con la cara de un actor cansado”. Al menos así se mostraba en el soberbio retrato frontal que Berenice Abbott logró realizar del elusivo fotógrafo en 1927. Encorvado, sujeta relajadamente las gafas con la mano derecha, mientras en la firme y delicada postura de la mano izquierda parece descansar la imperturbable determinación que le llevó a fotografiar sin tregua y por iniciativa propia el viejo París. Solitarias calles, puertas, ventanas y escaparates, jardines olvidados y húmedos callejones habitados por figuras que en ocasiones se nos antojan espectros, mudos testigos de la transformación urbanística que día a día experimentaba la ciudad del Sena. Imágenes a las que el autor se refería con humildad como “documentos para artistas”. Aún así, el inquisitivo brillo de su mirada ?a pocos días de apagarse para siempre? delataba el inequívoco placer de ver; su naturaleza de artista.

Casa de Balzac, retratada por Eugène Atget en 1913.Eugène Atget: el cronista del viejo París

Enfatizar la interpretación de la obra de Atget como un conjunto artístico ?en contraposición al tratamiento de archivo documental que en ocasiones ha recibido? es precisamente uno de los propósitos de Eugène Atget. Voir Paris, la exposición que la Fundación Henri Cartier-Bresson (HCB) inaugura el día 3 de junio en su sede de la capital francesa. La muestra es fruto de la colaboración con el museo Carnavelet de París, donde se conserva el mayor archivo del autor. Más de 9.000 copias realizadas a lo largo de 30 años, en formato de 18x24, durante los cuales este solitario paseante con afán documentalista dio forma a una obra que lo convertiría en precursor de la fotografía moderna. “Atget es una de las figuras más fascinantes de la historia de la fotografía”, destaca Anne de Mondenard, al frente del departamento de fotografía e imágenes digitales del Carnavalet y comisaria de la exhibición junto a Agnès Sire, directora de la Fundación HCB. “Se le reconoce por haber hecho de la calle su teatro y por su atención a temas modestos ?añade De Mondenard?. De Abbott a Lee Friendlander, pasando por el pedestal de Walker Evans, perdura la influencia de Atget”.

Entre sus seguidores se encontraba Henri Cartier-Bresson, quien comenzaría a imitar su estilo cuando conoció su obra en 1926, hasta descubrir la cámara Leica, a través de la cual definiría su característico acercamiento al medio. “Atget trabajaba con una cámara de fuelle. Su figura era muy visible en la calle, al contrario que Cartier-Bresson, que tomaba fotografías como si estuviese robando algo”, destaca Sire. Al tiempo, la comisaria califica de “bressoniano el deleite de ver que imbuye las imágenes de Atget. Algo a lo que no se suele aludir y resulta determinante, ya que sin este placer manifiesto su obra quedaría reducida a la mera documentación”.

Primero fue un actor sin éxito. Sus inicios en la fotografía le llevaron a tomar imágenes para artistas en sus estudios ?Utrillo, Derain y Vlaminck, entre ellos?, algo que le proporcionaba un sustento para vivir. Poco a poco le fue atrapando el placer de fotografiar y fue creciendo su interés por el medio. La atención a los detalles, sus innovadores encuadres, la delicadeza y una característica atmósfera envuelta en misterio definían un estilo sin precedentes. Paisajes urbanos, con frecuencia desprovistos de figuras, donde resuena el eco de la condición humana. Vivía en Montparnasse, a pocos metros del estudio de Man Ray, quien fascinado por su vecino dio a conocer su obra al grupo surrealista. “Su espíritu era de la misma raza que el de Henri Rousseau el Aduanero”, observaba Desnos. “Cuando Atget comenzó a fotografiar traería consigo el naturalismo”, señala Sire. “Se distanció del pictorialismo. Rechazaba los pintoresco y sentimental, algo que resultaba extraordinario para los surrealistas”. En junio de 1926, cuando Man Ray le propuso publicar algunas de sus fotografías en uno de los doce números de La Révolution Surréaliste, puso solo una condición: “No mencionen mi nombre. Son simples documentos los que yo hago”.

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‘Parque Delessert, XVI’, 1914.

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‘Fortificaciones, puerta de Sèvres, XV’, 1923. 

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'Plaza de Tertre, Montmartre, XVIII', 1922.

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'Cabaret de l’Homme Armé, 25, calle de Blancs-Manteaux, IV', septiembre de 1900.



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