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“Estamos mirando el lado oscuro del universo”

La física argentina Gabriela González trabaja en el experimento que descubrió las ondas gravitacionales en 2016, un hallazgo clave para estudiar los agujeros negros

Gabriela González es la única mujer del panel de cuatro científicos que anunció el 11 de febrero de 2016 una de las mayores proezas de los últimos años: habían detectado las ondas gravitacionales, esas vibraciones que deforman y viajan a través del tejido del que está hecho el universo (el espacio-tiempo). Este hallazgo histórico confirmaba las predicciones de Albert Einstein, que, en su teoría general de la relatividad, concluyó que los cuerpos más violentos del cosmos liberan parte de su masa en forma de energía a través de estas ondas. El físico alemán pensó que no sería posible detectarlas, debido a que se originan demasiado lejos. Se equivocó. El equipo de investigadores del que forma parte González lo consiguió.

La astrónoma Gabriela González.“Estamos mirando el lado oscuro del universo”

Ahora la astrónoma argentina dirige un equipo que trabaja en la mejora del detector de LIGO en Luisiana y viaja por el mundo contando su historia con la esperanza de servir de ejemplo a niñas que quieran dedicarse a la física. Recientemente pasó por Madrid, en su primera visita a España, para impartir una charla en el Instituto de Química Física Rocasolano (CSIC).

¿Dónde estaba cuando se detectó la primera onda gravitacional?

“Durmiendo. ¡Eran las cinco de la madrugada!”

¿Por qué es tan importante poder captar este tipo de señales?

“Piensa en esto: estamos viendo agujeros negros por primera vez. Yo prefiero decir que los escuchamos, porque no observamos las ondas electromagnéticas, lo que llamamos luz, sino que recibimos ondas gravitacionales. Es como si tuviésemos dos sentidos, como hacer la primera película sonora después de años de cine mudo”.

¿Qué podemos esperar de este nuevo campo en los próximos años?

“Estamos mirando el lado oscuro del universo. Vamos a aprender mucho más de estrellas de neutrones, hechas de la materia más compacta que existe. En la Tierra no hay ninguna forma de hacer un experimento nuclear tan poderoso como lo que sucede en estas estrellas, así que vamos a tener un laboratorio de física nuclear en el espacio del que vamos a aprender muchísimo sobre los elementos más pesados. Sabremos mucho más de agujeros negros, dónde están, su tamaño… Deberíamos ver pronto estrellas rotantes en nuestra galaxia que producen señales periódicas, los púlsares. Sabemos que existen porque vemos los pulsos de ondas de radio que emiten estas estrellas, pero tiene que haber muchas más de las que no sabemos nada. Y a mí lo que más me interesa, lo que sé que va a pasar, es encontrar algo totalmente desconocido. Siempre que se ha usado un nuevo telescopio hemos encontrado cosas nuevas”.

Ha desarrollado casi toda su carrera en Estados Unidos. ¿Cree que la fuga de cerebros es un problema?

“Lo es. Igual que en economía se habla de crear estabilidad, en ciencia y en educación también es necesaria, para que la gente joven pueda vislumbrar un futuro. Eso había empezado a existir en mi país, Argentina. Yo entré a la universidad en 1983, el primer año de democracia después de muchos años de inestabilidad. Después hubo tiempos más estables y la ciencia había mejorado mucho, muchos científicos habían regresado. Los últimos dos años, sin embargo, han sido más inestables, con recortes de presupuestos inesperados, planes que no se cumplen… Estamos en estado de “veremos”, lo que hace que alguna gente se vuelva a ir”.

La física sigue siendo un campo de hombres. Menos del 20% de los licenciados en Estados Unidos son mujeres. ¿Cómo ha afectado esto a su carrera?

“Es un problema que me preocupa mucho, sobre todo cuando comparas la física con otras ciencias. El problema del acceso de la mujer a la ciencia se ha reconocido y ha mejorado en la mayoría de áreas. En Estados Unidos suelo mostrar un gráfico con el número de mujeres graduadas por año. Hace 50 años, en todos los estudios relacionados con la ciencia había menos de un 30% de estudiantes mujeres. Pero en 2015 la mayoría estaba entre el 40% y el 60%. Con varias excepciones: física, ingeniería y ciencias de la computación”.

¿Por qué la física?

“Yo creo que hay una concepción muy equivocada de lo que es la física. Se piensa que para estudiarla hay que ser un genio, dedicarse a esto día y noche. Eso no es cierto. Claro que hay gente que hace eso, como en todos los campos. Pero la ciencia avanza gracias al trabajo de gente normal. A veces trabajamos 10 horas al día, pero en general trabajamos ocho, dormimos, tenemos familia y no somos genios, somos trabajadores. Trabajamos, discutimos, estamos en desacuerdo, llegamos a un acuerdo, avanzamos, nos equivocamos… Me parece que los niños y las niñas en las escuelas no tienen esa imagen. Cuando piensan en físicos se imaginan a Einstein, a Doc Brown de Regreso al futuro, a Sheldon Cooper de The Big Bang Theory, y eso no son modelos. Tal vez lo sean para los niños, pero no para las niñas”.

¿Les hacen sentir a las mujeres que este no es su campo?

“Sí, claro. Te dicen ‘no eres un genio’. Los físicos se creen los mejores científicos del mundo. Aunque no es cierto, se lo dicen a sí mismos todo el tiempo. Los varones son más inmunes a la percepción de los otros sobre su trabajo. Las mujeres no. Estamos acostumbradas a querer gustar por lo que somos. Y así es más difícil imaginarse ser genia. Y de hecho no hace falta. Por eso viajo y doy charlas, para mostrar que yo no soy genia, soy normal”. (EP)

—¿Qué le diría a las niñas que piensan que los genios son siempre hombres?—

“Que la ciencia va a ir mucho mejor cuando tengamos tantas mujeres como hombres. En toda la ciencia, pero sobre todo en física, los problemas son difíciles y necesitan imaginación. Hace falta gente que traiga opiniones distintas, incluso prejuicios distintos. En la mayoría de congresos y reuniones hay poquísimas mujeres. En LIGO son alrededor del 20%, pero algunas nos hemos hecho más visibles. Una de las partes que más me gustó de participar en el anuncio del descubrimiento de la primera onda gravitacional fue pensar que tal vez habría niñas que lo vieran y pensasen: “Yo también puedo ser así”. 




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