buscar noticiasbuscar noticias

El tabaco de Onetti y el mechero de Rulfo

La editora Michi Strausfeld, testigo privilegiada del ‘boom’, cuenta en primera persona una historia ampliada del fenómeno literario latinoamericano

Juan Rulfo buscó con ella un mechero de lujo que alguien le perdió y que en realidad él no necesitaba, pero trató de encontrarlo como si buscara un adjetivo para incluir entre los silencios de Pedro Páramo. Juan Carlos Onetti, otro de los padres del boom, le contó que la atmósfera asfixiante de El pozo nació en la cárcel uruguaya en la que le prohibieron fumar. Asombrada escuchó, en la selva peruana, cómo declamaba Mario Vargas Llosa el Canto general de Neruda. Convenció a Octavio Paz para que cortara unos párrafos de un discurso en el que éste arremetía contra la deriva de la revolución sandinista. Calmó el delirio que padeció Cortázar al creer que había un maleficio contra Rayuela en Alemania… Vio crecer el boom en primera persona y lo cuenta, minuciosamente, en Mariposas amarillas y los señores dictadores. América Latina narra su historia (Debate).

La editora Michi Strausfeld, ayer en su casa en Berlín.Patricia Sevilla Ciordia / EL PAÍSEl tabaco de Onetti y el mechero de Rulfo

Strausfeld parte de Colón, de los escritores que nacieron de aquella aventura que descubrieron relatos y leyendas, para desembocar en los padres de los escritores que luego protagonizaron el boom de los contemporáneos de Gabriel García Márquez y de Vargas Llosa. Así que su historia viaja por senderos que ella compartió, los de Juan Rulfo, Alejo Carpentier, Juan Carlos Onetti y, al final de su largo relato (cerca de 600 páginas), con las promesas que ya son realidad, como Nona Fernández, Héctor Abad Faciolince o Juan Gabriel Vásquez, que vendrían a ser algo así como los hijos o nietos de la tribu de Gabo. Para ella, “Rulfo es, desde luego, el padre de Gabo. Pero todos han bebido en Borges el manejo de la lengua… En Borges, en Huidobro”. La literatura latinoamericana contemporánea es, dice, “bastante joven, es una combinación gozosa de sucesivos parentescos”.

Era impresionante, señala Strausfeld, “enfrentarse a una cultura universal como la de Alejo Carpentier; le escuchaba y me sentía como una chica de primaria”. Una vez consolidada la generación de Gabo, ella señala piedras importantes de los sucesivos hallazgos (José Donoso, Elena Poniatowska, Sergio Ramírez, Isabel Allende) que no hallaron acomodo en el boom…, pero que ella no ha querido dejar fuera. Aquellas voces han contribuido a narrar lo que Sergio Ramírez llamó “la gran novela de América Latina”. A la lista tradicional (nutrida de numerosos hombres) ella ha querido “añadir voces de mujer, como las de Elena Garro o de Rosario Castellanos…”. Así que en la historia personal de la literatura hispanoamericana del siglo XX (con boom o sin él), dice Michi Strausfeld, “he intentado rescatar las voces importantes que narraron lo que ellos vivieron y lo que les preocupó”. Por eso ha intentado llegar a los más jóvenes, como Rodrigo Rey Rosa o Antonio Ortuño, que resucitan para esta época la violencia que ya preocupaba a sus antecesores y que ahora reaparece en la crónica negra de las drogas, la violencia machista y los feminicidios. “Es bueno retroceder en la historia”, y ella lo hace para advertir, por ejemplo, que “esa narración de la violencia llega hasta escritoras como sor Juana Inés de la Cruz, que tuvo que quemar su biblioteca”. Las distintas épocas, desde Colón hasta este momento, son el territorio de su narración, una larga época que a ella le atrae como si la viviera ahora..



DEJA TU COMENTARIO
PUBLICIDAD

PUBLICIDAD