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El sistema solar de la nueva ciencia-ficción

El género trasciende fronteras de sexualidad, raza, clase social y geografía para alejarse de la hegemonía anglosajona y de la del patriarcado

La condición insólita de la ciencia-ficción en el mundo posterior a la Gran Recesión como suma de políticas, sensibilidades, saberes y potenciales imaginativos, con el poder de dar voz a las preocupaciones globales de nuestro tiempo, tiene un reflejo evidente en la obra de Ted Chiang. Nacido en Estados Unidos pero de ascendencia china, licenciado en Computación y muy familiarizado con los dialectos de la técnica y la ciencia, resulta lógico que las inquietudes de Chiang como escritor de (ciencia) ficción pasen por la lingüística y el metarrelato, tal y como evidencian sus novelas cortas La historia de tu vida (1998) —germen de la película La llegada (2016), de Denis Villeneuve— o El ciclo de vida de los objetos de software (2010). 

El sistema solar de la nueva ciencia-ficción

Contra el canon patriarcal

A su vez, la apuesta de Haraway por trascender el binarismo hombre-mujer a través de lo poshumano tiene antecedentes en La mano izquierda de la oscuridad, que una pionera como Ursula K. Le Guin publicó en 1969, y El hombre hembra, de Joanna Russ, editado en 1975. Ambas novelas son predecesoras de toda una corriente literaria que cuestiona asignaciones y servidumbres, en particular la reproductiva: desde El cuento de la criada, de Margaret Atwood, hasta Nueva madre, de Eugene Fischer, o la antología ProyEctogénesis, publicada en 2019.

Recuerda la escritora estadounidense Kameron Hurley: “Las mujeres somos en este país el 40% de los escritores de ciencia-ficción y el 70% de los lectores (…). Nuestras voces ya no pueden ser negadas ni desestimadas.”.

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Latinoamérica astral

Historia de la ciencia ficción latino­americana. Desde los orígenes hasta la modernidad (2020) e Insólitas. Narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España (2018) suponen introducciones pertinentes al pasado y presente de la ciencia-ficción escrita en Latinoamérica y sus interconexiones con nuestro país. Pero no podemos olvidar a figuras consolidadas como la argentina Angélica Gorodischer, autora de un clásico como Kalpa imperial (1983), o la cubana Daína Chaviano, que combina pensamiento utópico, mitología y ficción científica en su última novela, Los hijos de la diosa huracán (2019). 

Constelaciones por descubrir

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Otras latitudes sí empiezan a hacerse escuchar con fuerza. En China, la ciencia-ficción ha jugado un papel estratégico determinante en el desarrollo económico y tecnológico del país. Aunque la antología de relatos Planetas invisibles (2017) descubrió al lector español un puñado de escritores chinos a tener en cuenta, los hay que ya brillan con luz propia. En especial, Cixin Liu con La trilogía de los tres cuerpos (2006-10), pero también Hao Jing­fang, autora que, en el relato Entre los pliegues de Pekín (2012) y la novela Vagabundos (2016), ha imaginado utopías mediatizadas por disonancias políticas. Las mujeres son protagonistas absolutas de la ciencia-ficción nórdica, con las finlandesas Emmi Itäranta y Johanna Sinisalo como nombres destacados. Y también de la rusa: Anna Starobinets es considerada una de las mejores autoras de ciencia-ficción por su acercamiento al género desde el extrañamiento.

Ensayos de anticipación

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Si Ted Chiang ha contaminado lo narrativo de aspectos ensayísticos, la académica y filósofa Donna Haraway ha recorrido el camino en el sentido inverso. Desde su texto fundacional, Manifiesto para cyborgs, de 1985, Haraway ha apoyado sus visionarias reflexiones feministas sobre cuerpo, tecnología, cultura y lenguaje en conceptos ligados al cine y la literatura de ciencia-ficción.

La mutación de su pensamiento a lo largo de las tres últimas décadas ha hecho gala de una extraordinaria coherencia y capacidad evolutiva hacia una visión transgresora de la ecología, cristalizada en Seguir con el problema: generar parentesco en el Chthuluceno.

El futuro y la diáspora

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Pero lo que no pudo prever Kameron Hurley en su hito ensayístico La revolución feminista geek (2016) es hasta qué punto la interseccionalidad de las perspectivas feministas y queer se ha imbricado en un movimiento de resonancia todavía mayor; toda una constelación de sentidos en torno a la ciencia-ficción de la que forman parte, de manera cada vez más esencial, discursos plurales de raza, clase e identidad sexual cuyos orígenes se ubican en coordenadas geográficas y culturales distantes del mainstream anglosajón.

Si las citadas La mano izquierda de la oscuridad y El hombre hembra fueron pioneras en su formulación de realidades distópicas y posibilidades utópicas para las mujeres, la afroamericana Octavia E. Butler añadió a su propia ficción especulativa el factor racial: Parentesco (1979), la trilogía Xenogénesis (1984-89) o la antología Hija de sangre y otros relatos (1996-2005) han devenido referentes del afrofuturismo, la corriente que fabula sobre la diáspora africana derivada de la esclavitud.

Nebulosa española

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En España, Rosa Montero ha convertido en superventas las aventuras de Bruna Husky, una detective tecnohumana del futuro, y Elia Barceló es una resistente desde tiempos menos favorables para la ciencia-ficción que los actuales, que ha aportado al ecosistema local títulos clave como Sagrada (1989) y El vuelo del hipogrifo (2002), mientras que Lola Robles y Concepción Regueiro publicaron una antología de ciencia-ficción queer publicada en nuestro país: Historias del Crazy Bar y otros relatos de lo imposible (2013).

El relevo corre a cargo en nuestros días de una nueva generación  que ve a la ciencia-ficción es un espacio privilegiado para tratar las programaciones de lenguaje, pensamiento y acción. 

Títulos como La mirada extraña (Felicidad Martínez, 2016), Connerland (Laura Fernández, 2017), Umbra (Silvia Terrón, 2018), UNO (Nieves Delgado, 2018),



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