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Violencia estética: el precio de ser guapas

Las mujeres aprenden desde niñas que nuestro aspecto físico es muy importante y es clave su éxito. Esta presión se asume como autoexigencia y puede tener graves efectos físicos y psicológicos

No hay día en el que no aparezcan una o más noticias que hablan del físico de una mujer famosa, algo claramente importante que determina el pulso de un país, la ración diaria de salseo a costa de un jarrón, perdón, quería decir una mujer.

Julia Roberts y Richard Gere en la película Mujer Bonita.Violencia estética: el precio de ser guapas

Y por hacer un guiño a lo patrio, que en esto no nos quedamos atrás, incluso son noticia los kilos que subió y que posteriormente ha bajado la actriz Paula Echeverría por su embarazo.

  • Estas noticias no son más que una muestra de los expuestos que están los cuerpos femeninos, que llegan a ocupar espacio en medios solo por haber subido o bajado de peso, por haberse teñido o no, por enseñar una teta… por el mero hecho de existir. Esta forma de hablar de los cuerpos de los demás, y en especial del de las mujeres, es parte de la violencia estética.

Violencia estética es esa presión social, impuesta especialmente sobre las mujeres, para adaptarse a los cánones estéticos. Desde niñas aprendemos que nuestro aspecto físico es muy importante y es clave en nuestro éxito. Esta presión se asume como autoexigencia y puede tener graves efectos físicos y psicológicos.

Actualmente, los cánones dictan que las mujeres debemos ser delgadas, pero no mucho.

La delgadez excesiva fue cosa de los noventa, cuando hacíamos dietas imposibles para caber en una talla 34 y luego con los años nos enteramos de que esas modelos sostenían su delgadez a costa de drogas, alcohol y trastornos alimentarios varios.

Además, se nos pide que seamos jóvenes, como una cara proporcionada, nariz perfecta, (las cejas van cambiando con las modas), atractivas, de piel blanca, tersa, altas (pero no más que sus parejas masculinas, eso no estaría bien visto). Y por cierto, también depiladas, el vello no es algo femenino.

Lo dicen los cánones, y cuando se quiere justificar este sinsentido se apela a la higiene: las mujeres con pelos en las axilas tienen una higiene en entredicho, mientras que los hombres lucen perfectos con todos sus pelos. Nos dicen cómo tenemos que ser y nuestro reto es acercarnos a ello, lo máximo posible. Si eres guapa de gratis, la lucha es mantenerlo, y no dejar que la edad pase por ti.

Por qué es discriminación

La violencia estética se apoya en cuatro pilares discriminatorios según la socióloga Esther Pineda: sexismo, gerontofobia, racismo y gordofobia.

“El hombre como el oso, cuanto más peludo más hermoso”

Es sexista porque estas exigencias solo se aplican sobre nuestros cuerpos, sobre el de las mujeres. De hecho, si revisamos el refranero español, “el hombre como el oso, cuanto más peludo más hermoso”, para ellos todo vale. En cambio, en referencia a la mujer se oyen frases gloriosas como “no hay mujer fea, si no copas de menos” o “tiran más dos tetas que dos carreras”. Saquen ustedes sus propias conclusiones.

Los cánones de belleza son gerontofóbicos, no quieren mostrar ningún rastro de madurez, envejecimiento o deterioro.

La piel debe seguir lisa, sin ninguna arruga o marca, nada que muestre el paso del tiempo. Es muy curioso cómo en los anuncios de cremas antiarrugas o anti-edad se usan modelos que claramente no tendrán arrugas hasta dentro de diez años.

Nos da terror envejecer, podemos cumplir años, pero que no se note. Y para eso teñimos nuestro pelo si aparecen canas, usamos rutinas de belleza más largas que la lista de los reyes godos, exfoliamos nuestra piel, usamos radiofrecuencia, maderoterapia… un sinfín de rituales que no sabemos de dónde salieron, pero repetimos como un mantra con tal de no mostrar nuestra edad.



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