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El poder artístico de las pesadillas

La angustia, redoblada por la pandemia, se erige en principal inspiración del arte actual

Allan McCollum, peso pesado del arte conceptual, lleva un tiempo coleccionando frases de autoayuda. Son pantallazos de películas, series, noticias y discursos políticos en los que se pronuncian mensajes reconfortantes, como “no te preocupes” o “todo irá bien”. A día de hoy tiene más de 1.200, los que componen la serie An Ongoing Collection of Screengrabs with Reassuring Subtitles (2015-2021), que recientemente la galería Thomas Schulte de Berlín puso a la venta bajo el título Everything is Going to Be Ok. Hay 400 disponibles en internet. Miden 26 x 43 centímetros, van enmarcadas en madera negra y pueden comprarse por 700 euros cada una. Nada mal para un artista que se cotiza por miles de euros. Los beneficios van destinados a varias instituciones artísticas de la ciudad cuya existencia pende de un hilo por el coronavirus.

‘Claroscuro latinoamericano’ (2020), dibujo de Claudia del Río.El poder artístico de las pesadillas

Con panorama tan poco halagüeño, caídos ya los velos diplomáticos y hartos de mantener el tipo, sólo queda la ruta inversa, soltarlo todo, aunque el agarradero mental sea una clase de yoga por Zoom. La angustia parece ser la textura emocional de este tiempo. A la incertidumbre política, las fobias raciales, la inseguridad económica, la sobrecarga de información o la excesiva vigilancia se suman la etiqueta de “sociedad de riesgo” y ese miedo de bajo nivel pero constante —pavor líquido lo llama Bauman— que satura las rutinas diarias. Fatiga crónica, niebla cerebral, depresión, pérdida de memoria y trastorno de ansiedad. Es el sentimiento general y el tema de la obra que la artista Ane Graff presenta en la 11ª Bienal de Liverpool. Los estados mentales son el punto de partida de una práctica que indaga en los entornos sociales, económicos y físicos que configuran el malestar mental, con los que Graff explora las situaciones y los acontecimientos históricos que han creado los cambios epigenéticos. Dicho de otro modo: el mal rollo se hereda. Las obras de su serie The Goblets (2021) devienen cuerpos en sí mismos, donde narrativas y materiales se enredan y se alteran, incapaces de hallar una identidad única.

Las ansiedades persistentes se enfrentaron a los museos en otro tiempo rozando lo horroroso (animales y humanos diseccionados, como los de Damien Hirst o Marc Quinn) o lo íntimo sin filtro (la cama de Tracey Emin, por ejemplo), aunque los nuevos tiempos dan lugar a otras terapias de aversión. El coste psicológico de la visibilidad total está bajo escrutinio en el trabajo de muchos artistas. Hablamos de códigos mentales diluidos en fluido digital. De la vida en modo 24/7. Pocos artistas como Neïl Beloufa indagan en esa desorientación espacial. Como ejemplo, su exposición en Hangar Bicocca (Milán), Digital Mourning, que alimenta la espiral de ansiedad, justificando la aplicación de controles cada vez mayores. Ese un miedo se antoja cada vez más sofisticado y da forma a una amenaza invisible que alimenta nuevas obsesiones y formas de arte. Para hablar de ellas, el espacio Consonni vuelve con T.R.A.U.M.A. (Transiciones, Resistencias, Amnesias, Utopías, Migraciones, Anormales), un programa de radio de la pareja Rio Parana (Duen Sacchi y Mag de Santo) dedicado a generar un archivo de sentimientos de las vidas públicas, y esa tensión que aparece entre cuerpo político y afectivo. Es, como poco, terapéutico.



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